«El cura lo había visto en sus ojos cuando apenas llegó al pueblo: no había nada más que maldad dentro de esos angelicales ojos.
La bestia había llegado a Karmaland, y los iba a consumir a todos.»
😈 AU Karmaland.
😈 +16; 90% Smut.
😈 AuronBowl (Pri...
▪️ La casa de Rubius en la historia es la segunda que se hizo y que explotó (la de tutorial).
▪️ Nieves y Rubius viven juntos, Rubius la rescató en el evento de San Valentín como todos los demás héroes con sus mujeres.
Advertencias: Ninguna (escena subidita de tono, pero nada importante).
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«The twilight is coming, but why you're just looking at me? When the moon covers the sun, I feel like I'm alone».
Moon Byul - Eclipse
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Ya había pasado una semana desde que Auron había llegado a Karmaland, y los rumores sobre él parecían sólo aumentar.
Ciertamente, el hombre era bastante enigmático y solitario, todos los habitantes del pueblo y sobre todo los héroes lo habían notado.
Su casa era apenas una diminuta caja de madera que había levantado en un día, con el pasar de los días los únicos cambios que habían eran un pequeño lago artificial en frente y un huerto de patatas y trigo a un costado; obviamente todos creían que tal vez la construcción era más de lo que apenas se veía a simple vista, muy probablemente algo subterráneo, pero nadie había podido entrar al hogar del pelinegro para comprobarlo.
Que Auron apenas hablara con nadie más que con algunos de los guerreros y que muy pocas veces se paseara por el pueblo no hacía más que alimentar los rumores sobre quién era el nuevo huésped de Karmaland.
Parecía ser alguien común y corriente a simple vista, un poco difícil de tratar, pero no a un nivel repelente. Con una envolvente aura de misterio y desinterés, se paseaba por las calles casi vacías de Karmaland, casi siempre bajo el extenso manto de estrellas y oscuridad dela noche. Hablaba poco y nada con los lugareños, trataba a los comerciantes con una educación que aunque galante, sonaba fría e indiferente, borde. Nadie había intentado mirarle a los ojos.
Aún así, los ojos de cualquiera se desviaban hacia su presencia cuando las farolas alumbraban el bello rostro del hombre y el destello de sus iris rojos se mostraba por fin. Las miradas furtivas y el silencio a su alrededor a cada paso que daba, como si estuvieran en presencia de alguna deidad a la que debían respeto, como si el ignorarlo fuera un pecado. Y así como llegaba se iba, cuando el hombre doblaba en una esquina para entrar a una tienda, cuando ya no podían ver nada más de su anatomía, el aire se descomprimía y todo volvía a la normalidad.
Era confuso y abrumador, pero a casi nadie parecía importarle realmente.
Y decir que eso hacía que a Rubén se le pusieran los pelos de punta era un eufemismo. Lo aterraba darse cuenta de que parecía ser el único en notar la inusualidad que rodeaba al pelinegro de tatuajes, pero más aún el saber que no era inmune a sus encantos.
