Prólogo

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«Acaba de llegar»

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«Acaba de llegar».

El cura se sobresaltó cuando la profunda voz interrumpió su rezo; miró a su alrededor y esperó unos segundos por si el Dios decía algo más, pero el susurro se fue como vino, en la iglesia sólo se escuchaba el crujir de los viejos banquillos de madera y el movimiento del pueblo afuera.

El hombre no hizo más que persignarse una última vez antes de salir del establecimiento y emprender camino hacia el lugar designado.

Bostezó cansado, últimamente no había estado durmiendo muy bien, hace como dos semanas que una sensación de alerta nació dentro de su pecho y la inquietud inundó su mente.

La primera vez sucedió una noche donde la lluvia no paraba de caer en Karmaland, él había estado en su hogar preparándose para dormir, cuando un rayo particularmente fuerte cruzó el cielo e iluminó toda su habitación. Pero lo que más lo sobresaltó no fue ni el estruendo ni el desesperado ladrido de su perro en la planta baja, sino la asfixiante opresión en el centro de su pecho.

Se había sentado rápidamente en su cama para intentar estabilizarse, pero sus manos no dejaban de temblar y apenas podía respirar con regularidad. Intentó con todas sus fuerzas llamar a los Dioses, rogando su auxilio y con el miedo a morir recorriendo su cuerpo, pero apenas un murmullo salió de sus labios.

El sufrimiento duró apenas unos minutos antes de que todo volviera a la normalidad, los rayos habían dejado de caer y la lluvia se había suavizado hasta convertirse en apenas una llovizna pero el viento aún azotaba las ventanas como si quisiera tirar la casa, el cuarto estaba a oscuras y en completo silencio. Rubén tenía miedo a abrir los ojos siquiera, su respiración agitada en un intento de volver llenar sus pulmones de oxígeno y el latido de su corazón martillando en sus sienes no lo dejaban pensar tranquilo.

Apenas el zumbido en sus oídos paró y sus piernas lograron de nuevo sostener su cuerpo, el hombre peliblanco salió corriendo de su propiedad, sin importarle ni un poco el agua que aún caía ni el estar en pijama. Sólo necesitaba llegar a la Iglesia del pueblo.

Los minutos corriendo le parecieron horas, pero la adrenalina en su cuerpo no le permitió detenerse ni un segundo; entró empujando ambas puertas que nunca le habían parecido tan pesadas y causando un gran revuelo. Ni las monjas ni los demás curas estaban allí, probablemente a causa de la horrible tormenta, pero Rubén no se sentía solo en la Iglesia.

Por instinto cruzó el pasillo entre los banquillos vacíos y se arrodilló frente al altar, miró fijamente al retablo mientras con voz temblorosa, y un poco más alta de lo permitido, el cura rogó.

─ Creo en los Dioses, oh, padres y madres todopoderosos, creadores del cielo y de la tierra...

Y así siguió por horas, hasta que sintió los rayos del sol calentar sus mejillas y escuchó a las aves del pueblo despertar; en ningún momento dejó de rezar.

Succubus || AuronBowl & RubiusPlay || KarmalandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora