Domingo, 2 de Enero 22:03 horas. 2015.
El rubio solo miraba a través de la ventana de aquel autobús amarillo. Se encontraba en la parte trasera de este. Con su beine color gris, su camisa blanca básica, su chaqueta de cuero, sus vaqueros viejos y sus botas de cuero negras.
Aparte de él, en este solo se encontraban dos personas más:
Una mujer asiática. Pelo negro, largo y liso. Sus ropas eran holgadas, y muy sencillas. Poseía unas ojeras muy notorias bajo sus ojos. Estos eran de color negro. Sentada en el asiento más próximo a la salida, apoyaba todo el peso de su cabeza en su mano derecha, que a su vez, se agarraba a la barra de metal más cerca de su asiento. Los ojos se le cerraban, y se notaba como luchaba por mantenerse despierta. Sostenía una bolsa de la farmacia en la mano izquierda.
Un hombre alto y robusto. El pelo ya canoso por la edad lo definia. Tenía varias marcas de vejez en la cara. Estaba alrededor de los cincuenta. Llevaba un traje tweed color negro. Una corbata roja muy oscura con puntos color azul marino. Se sostenía en una de las asas que colgaba de la barra metálica del lado derecho, colocada horizontalmente unos centímetros bajo el techo. A su lado, descansaba un maletín marrón muy elegante, que rebosaba papeles por ambos lados. Llevaba unas gafas de color negro muy sencillas. Miraba su reloj y se frotaba la cara con frustración mientras resoplaba. De lejos se notaba que había salido tarde de la oficina. Con la mano derecha, se agarró el cuello de la camisa y tiro de este muy levemente, aflojando un poco la corbata. Soltó solo por un momento su agarré para quitarse la elegante americana, y dejarla sobre el maletín.
El rubio volvió su mirada a la ventana. Escuchaba las baladas de Ed Sheeran con sus auriculares blancos, conectados a su teléfono móvil. Sujetó su labio inferior con la mano derecha y jugó un poco con él mientras observaba las gotas de lluvia caer a través del cristal. Un día de lluvia. Igual que como había sido tal día como hoy, dos años atrás.
Observó el paisaje tras las gotas de agua. Decenas de rascacielos se concentraban en él. Una sonrisa se escapó de sus labios. No podía creer que volvía a estar en aquel lugar que alguna vez pudo llamar "casa" y al que siempre llamaría "hogar".
Desde que se había ido de aquel lugar contra su voluntad, nunca había vuelto a ser el mismo. Y más, después de tener que separarse de ella. Laura.
Siempre le mando cartas, pero nunca recibió respuesta. Por lo que decidió pasar página. Pero nunca pudo. Ross nunca pudo olvidarse de ella. Ella era la única, la única capaz de hacerle sentir así. A su lado, los días eran menos grises, menos tristes, menos rutinarios. Y más alegres, más vivos, más agradables.
Salía con alguna chica, pero siempre acababa contándole su historia de amor con Laura, enseñando su foto rasgada, esa que siempre guardaba en su cartera.
Sólo quería llegar a su casa. Y ver como ella estaba ahí, esperándole.
《Espera a que llegue a casa》se repetía.
《No me olvides aún》
Sólo quería volver a abrazarla, besarla, hacerla suya, volver a tenerla a su lado. Y sabía que había posibilidades de que ella ni se acordara de él. Pero aún así, él sentía que ella lo esperaba. Que siempre le había esperado.
Una lágrima corrió por su mejilla. La nostalgia le ganaba. La secó con fuerza y algo de brusquedad. Sacó su cartera y la abrió rápidamente. Con cuidado, metió su mano en una de los muchos compartimentos que poseía esta. Sacó una foto rasgada. En ella salía una joven. Baja, morena, pelo ondulado y ojos grades y color chocolate. Sonreía. Estaba de perfil. Miraba hacia arriba, y dos manos masculinas rodeaban su cintura. Ella tenía sus manos inclinadas hacia arriba, pero no se veían sus brazos completos, pues la foto se rasgada justo en esa parte.
La observó por innumerables minutos. Nunca se cansaría de ella. Ella había permanecido en su mente.
Cerró los ojos y recordó como pasó todo. Como pasaron de verse todos los días, a no volver a verse nunca.
Cuando su madre murió, su padre decidió emprender una nueva vida. Quería irse de Nueva York, y por ende, quería que Ross se fuera con él. Claramente, Ross se negó a abandonar a Laura, y al hogar en el que había vivido prácticamente toda su vida. Pero él era menor, y su padre tenía el derecho de llevárselo, sin importar las consecuencias.
Recordaba, como había estado escribiendo su carta de despedida, cada palabra que le había dicho. Recordó como llovía con fuerza, la noche del martes, dos de enero, dos años atrás. Recordó como subió a aquel lujoso coche negro y lloraba mientras se despedía de Laura con su mano. Viendo el cuerpo de la joven caer de rodillas al suelo y llorar.
El autobús, paró, y la chica asiática bajó del transporte.
Volvió a mirar por la ventana.
《Cafetería "Honey Love"》dijo para si mismo. Recordó su primera cita. Que había sido en ese mismo café. Nada había salido como el esperaba, pero aún así, la comida había tenido final feliz.
Pasaron los edificios y poco a poco llegaron a su parada. La 127 oeste, esquina de la calle Brooke Kills y la calle Tyus Seven.
Recogió sus maletas de la parte trasera y revisó que no había dejado nada atrás. Bajó del transporte y respiró profundamente. El vehículo, se esfumó del lugar y él caminó entre la gente por las calles de Nueva York.
Apartaba a las personas. Todos iban con paraguas y algo deprisa. No era la hora punta, pero algunas personas salían ahora de trabajar.
Las gotas de agua caían de su cabello. Resbalaban por su cara, pero él no pensaba en eso.
Llegó a donde quería. Blue Skyler, una floristería de su calle.
-Buenas noches- dijo el muchacho. Atendían los clientes fuera de la tienda, bajo un toldo que les cubría de la lluvia.
-Buenos días muchacho- dijo una mujer de cabello grisáceo, muy blanco. Marcas de vejez abundaban en su cara. Tenía puesto un delantal, de color beige. La mujer levantó la cabeza. Fruncía el ceño y le miraba confundida- Perdona, pero es que te me hacías familiar- dijo la mujer.
-Olivia- dijo él- Soy yo. Soy Ross- dijo el joven.
-¿Ross? - preguntó sorprendida y con alegría en su voz. Él asintió y ella se lanzó a sus brazos.-Ross- dijo mientras se abrazaban.
-Ya soy mayor de edad. He vuelto a por ella- dijo seguro. Ella sonrió.
-Ya sabía a que venías- dijo emocionada.
-Quiero regalarle unas rosas- dijo sonriendo.
-Claro- dijo la anciana.
Al momento, apareció con un precioso ramo de rosas blancas y se las entregó al joven.
Insistió en pagarlas, pero Olivia no le dejo hacerlo.
Salió del lugar y miró su reloj de muñeca. Las once de la noche. Sólo esperaba que ella aún estuviera despierta.
Cargaba el ramo y las maletas bajo la lluvia.
Llegó hasta su casa. Llevaba media hora andando, pero finalmente había llegado. La casa de Laura estaba algo apartada del barullo de la ciudad. Tenía jardín y era más tranquilo, pero era más fácil llegar desde el barrio en el que había parado.
Se quedó paralizado. La vio a través de la ventana de su cuarto. Ella le miraba perpleja. Talló sus ojos, como asegurándose de que realmente estaba viendo bien.
Ella estaba algo cambiada. Más atractiva y desarrollada. Se notaba más madura. Su semblante era triste.
Verla después de tanto tiempo hizo que una cuantas lágrimas corrieran por su mejilla, mezclándose con el agua de la lluvia. Soltó las maletas y sonrió.
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Our Love, Our Photography |RAURA| (One Shot)
Aléatoire《Mantenemos este amor en una fotografía. Hicimos estos recuerdos para nosotros mismos. Donde nuestros ojos nunca se cierran, nuestros corazones nunca se rompen y el tiempo sigue congelado. Así puedes guardarme, dentro del bolsillo de tus vaqueros r...