II

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 Oídos Sordos

Le había comentado a mi madre acerca de mi nuevo trabajo, para mi sorpresa ella estaba descontenta, podría decir que hasta enfadada. Vociferó varias cosas, pero la que acabó resonando en mi cabeza fue "Hay muchas cosas que no sabes acerca de esa horrible mansión,"

El día anterior había sido bastante tranquilo, alguien que era cercano a la señora Arlette me había dejado en claro de que yo debía cuidar la mansión y limpiarla de vez en cuando, en ningún momento intercambié palabras con quién era mi nueva jefa, no me importó demasiado.

El hombre que se presentó como Anton me dejó en claro que a final de mes de cada mes me iban a pagar una cifra que no me pareció mala, así que acepté.

—¿Alguna pregunta, señor Kozlov?

Miré mis manos y luego al hombre —¿Por qué necesitan a alguien que cuide el lugar tan repentinamente?

Él pareció recordar algo que no le agradaba mucho cuando oyó lo que pregunté

—Hace un mes descubrimos que alguien había matado a tres cabras y una gallina, desde entonces estamos buscando a alguien que pudiera vigilar la casa y la granja.— Sentenció, acto seguido se levantó y estiró su mano hacía la mía, luego continuó— Bienvenido a la Mansión Budny, señor Kozlov, gracias por aceptar el trabajo.

Estreché su mano e hice un gesto con la cabeza, luego de eso pude irme, debía volver el día siguiente las ocho de la mañana.

Cuando salía de la mansión me sentí observado, el campo impotente parecía esconder muchísimos secretos. Alejé esos pensamientos de mi mente ya que, si iba a trabajar allí, no debía temer del lugar, aunque si soy sincero, la mansión me daba escalofríos.

Cuando se vive en un pueblo pequeño los rumores se conocen rápido, y yo era el protagonista de dicho rumor. Las personas del lugar decían que me había vuelto loco, nadie en su sano juicio trabajaría en aquella tenebrosa mansión, ¿será que mi juicio no está completamente sano?

• • •

Era lunes dieciséis de octubre, me desperté temprano y me dirigí al trabajo. Me encontraba cruzando el campo cuando repentinamente choqué con algo que no estaba ahí el día anterior; un espantapájaros. Su cabeza era una calabaza y su ropa de granjero estaba hecha jirones lo que hacía que su aspecto fuese aterrador, supuse que alguien lo puso allí a propósito para asustarme.

Al entrar en la mansión sentí como si un objeto muy pesado cayera sobre mis hombros, una brisa gélida recorrió mi nuca, apenas era otoño y la temperatura en esa casa se sentía como un crudo invierno. Me dispuse a encender la calefacción, para mi suerte la señora Arlette había aparecido en el lugar, me centré en ella; Sus rasgos faciales eran muy finos, sus pómulos se notaban muchísimo.. estaba usando un vestido negro y largo, su tez blanca resaltaba muchísimo, parecía un completo cadáver, le pregunté si había leña o una caldera, ella con un susurro me respondió

—Ve al granero.— Levantó su mano y señaló hacia la cocina. Asentí con la cabeza y me dirigí hacia allí, una puerta cerrada con maderas se interponía entre el camino que llegaba hasta el granero y yo. Volteé a ver a la señora Arlette algo confundido, las maderas que bloqueaban la puerta se veían bastante viejas, para mi sorpresa ella ya no estaba en el lugar donde habíamos hablado.

El silencio y la pesadez se esfumaron del lugar, como pude saqué esas viejas maderas de la puerta y las tiré en la chimenea; cuando el salón se calentó un poco, comencé a limpiar. Había mucho polvo por todas partes, arañas y cucarachas por doquier; el baño fue lo peor, del inodoro saqué varias ratas muertas, detrás de la tina había media rana, estaba cortada a la mitad de la cintura para abajo.

No pude evitar vomitar.. Y así siguieron mis días, limpiando la mansión, a los animales, el granero, a veces olvidaba lo tétrico que era el lugar, cuando comencé a llevarme bien con las gallinas y las vacas todo se hizo más ligero.

Había llegado diciembre, el frío era abrumador y debía más que nunca llevar dinero a casa, mi familia lo necesitaba así que debía enfrentar a mi jefa. Ya en la mansión, la señora Arlette no estaba por ningún lado y como no me quedaba otra, comencé con mis labores.

Encontré un cuarto que no había visto antes; Sus paredes estaban tapadas con estantes llenos de libros sucios y polvorientos, había un escritorio en medio y algo cubierto con una sábana, la curiosidad me invadió; conforme me iba acercando a aquél extraño objeto sentía como la habitación se volvía fría, me sentí pequeño. A mitad de camino me arrepentí, no valía la pena aquello que estuviese escondido, me voltee a la salida y juro por Dios que la puerta había desaparecido, creí que era una alucinación pero recorrí la habitación y la maldita puerta había desaparecido.

—Cálmate— me dije a mi mismo en voz alta,—hace un momento entraste por esa puerta, búscala.

Mis intentos fueron en vano, pasaba el tiempo y se acercaba la hora en la que debía ir a casa, seguí intentando salir, patee el lugar en dónde se supone estaría la puerta, nada. Tire los estantes buscando un conducto de ventilación, nada, me senté en el suelo confundido por lo que estaba viviendo, una polilla me sacó del trance en el que caí, la intenté espantar con una mano pero algo evitó que pudiera moverla, sentía que me sujetaban, me quedaba sin aire y quise gritar pero mi voz desapareció por completo; sentía dos manos en mi cuello y el peso de algo sobre mi pecho, miré hacia el costado, ¡la puerta había aparecido! junto a ella se divisaba una figura negra, no sé de dónde me salió la voz y logré gritar, ella sonrió con malicia y desapareció,en ese instante fue cuando pude moverme nuevamente y con toda la velocidad que alguien puede tener me levanté y abandoné el lugar.

La puerta detrás mío se cerró con un estrépito, me encontraba hiperventilando sin comprender lo que había pasado, apoyé mis manos en mi cabeza e intenté aclarar mi mente, cuando me calmé continúe con mis tareas como si nada hubiese pasado.

• • •

Fui hacia el granero a alimentar a los animales, un camino rojo en el piso llamó mi atención, corrí para asegurarme de que todos estén bien, lo que vi allí era una pesadilla hecha realidad; todas las gallinas estaban decapitadas, sus cuerpos estaban posicionados formando un círculo, dentro de él, estaba la mitad de la rana que yo no había encontrado, su boca estaba cocida y de su disecado interior se asomaba el borde de lo que supuse era una fotografía, el macabro escenario hizo que se me bajara la presión. El ruido de un motor me sacó del trance, la señora Arlette había llegado.

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