IV

3 0 0
                                    

La habitación

08.54 am

Luego de que Anton se fuera y aquellos papeles quedaran dando vueltas en mi mente, no pude consolar el sueño, lo intenté todo y nada funcionó, decidí que investigaría un poco más la mansion. Conocia bastante por las zonas que había limpiado pero se que había mucho más de lo que me imaginaba.

Aproveché que me encontraba solo para vaguear por todas partes, empecé por el tercer piso; Los escalones crujían bajo mis pies y el silencio se rompía, el sonido del viento y de los escalones combinado era inquietante y tenebroso, no me había dado cuenta de lo sucio que estaba este lugar, decidí que lo limpiaría más tarde, ahora era momento de investigar.

Al llegar escaleras arriba me encontré con un largo pasillo que acababa en un ventanal donde había una pequeña mesa con varias flores secas, a los lados había una totalidad de cinco puertas, todas tenían un letrero pegado en ellas; Me acerqué un poco más, en uno de los letreros se divisaba un nombre "Nyura

Caminé un poco más y en otro letrero se leía "Yoan"; Supuse que eran las habitaciones de los hijos de la señora Arlette, asi que no le di importancia y seguí recorriendo el pasillo. Antes de llegar al ventanal estaba la ultima puerta y el letrero llevaba el nombre de Anton. Me paré en seco un instante, nunca habría imaginado que tenían algún parentezco.

Lo pensé por un momento, no tenía nada que perder así que simplemente abrí la puerta y me quedé congelado en el umbral, la habitación estaba hecha un desastre, muebles tirados al piso, las mantas estaban hechas jirones y lo que más destacaba era una soga colgada en una viga del techo y debajo una silla volteada. Decidí acercarme lentamente, la curiosidad me invadía y el temor era opacado. Cuando estuve dos pasos dentro de la habitación la puerta detrás de mi se cerró bruscamente, oí como se aplicaba el cerrojo de la perilla y fue como revivir el momento de la desaparición de la puerta. Voltee y la puerta seguía allí.

Intenté abrirla forcejeandola, luego la patee varias veces y nada dio resultado. Suspiré agotado,  había perdido la noción del tiempo. Apoyé mi frente en la puerta, la habitación tenía una ventana pero era muy pequeña.... El silencio volvió a invadir la habitación, podía escuchar desde lejos como alguien se acercaba hasta aquí, los escalones crujían y yo aun seguía en la habitación de Anton y tampoco había encontrado nada relevante. No me iría sin llevarme al menos un recuerdo. Comencé a revolver la habitación, levante los muebles, evite la soga y la silla y me acerqué a la ventana que para mi mala suerte era demasiado pequeña.

—¿Hay alguien ahí?

No conocía la voz, me desesperé y me escondí bajo la cama, además de encontrar polvo y cucarachas muertas, descubrí una caja no muy grande pero tampoco pequeña de metal cerrada con un candado, ese sería mi recuerdo. Apenas movi mi mano hacia ella, la sabana que cubría mi escondite fue levantada y una mano se dirigió hacia mi, me tomó por la cabeza y me sacó arrastras con brusquedad; Una brisa gélida recorrió mi cuerpo y sentí como si todo el calor que había sentido hasta ese momento se esfumara de golpe. Intenté zafarme del agarre de aquella persona pero sus manos eran fuertes, sentía como si fueran cadenas, veía como mi cuerpo era arrastrado fuera de la habitación de Anton pero no podía ver quien me arrastraba.

Mi cabeza y el suelo se encontraron con un gran estruendo y un dolor agudo me invadió, lentamente moví mis ojos hacia los lados pero me encontraba solo en el pasillo. Me levanté, todas las puertas de las habitaciones se encontraban abiertas y en cada una de ellas había una silueta negra parada a lo lejos, inmóvil. Dudé un instante si moverme o no cuando de pronto sentí un gran peso sobre mis hombros

—No deberías estar aquí....

Un susurro invadió mi mente, me quedé estático, mis piernas no respondían y las escaleras cada vez se veían más y más lejos, con el rabillo del ojo noté que las siluetas comenzaban a acercarse hasta mi. Me sudaban las manos, mi voz no respondía y mi cuerpo tampoco, no podía moverme o gritar y aunque lo hiciera, nadie me escucharía ni ayudaría, estaba completamente solo.

Desde las escaleras divisé a una mujer de cabello oscuro, me asustó pensar que sería la señora Arlette pero me equivocaba, apareció una jóven que no conocía y al verme se acercó, sonriendo.

—Sabés lo que le pasa a los curiosos, ¿verdad?— Reconocí inmediatamente su voz, ella me había susurrado hace un segundo atrás. Intenté contestar pero la voz no me salió y me quedé en frente de ella de la manera más vulnerable que se me pudiera ocurrir.

Tomó mi rostro con ambas manos e hizo que me enfocara en sus ojos castaños, los contemplé un momento y de repente el color comenzó a desaparecer, la piel de esa extraña mujer comenzó a derretirse, sentí como comenzaban a inmovilizarme, sentía una soga en mi cuello y manos agarrando mis tobillos, aquella mujer abrió su boca en un grito agudo y su mandibula se despegó. Mi piel estaba siendo desgarrada, sentía como un liquido caliente se deslizaba por mi cuello y el grito de la mujer se hacía más y más potente, mis ojos comenzaron a sangrar, y la soga en mi cuello tiraba hacia atrás, me sentía acorralado y perdido. Por un segundo la mujer soltó mi rostro, la empujé como pude y lo que quedaba de su piel se volvió negro, intenté correr; Llegué a los primeros escalones y me detuvieron en seco, caí al suelo y la soga en mi cuello me arrastró hacia atrás, las siluetas habían desaparecido, todas las puertas estaban cerradas excepto la de la habitación de Anton y hasta allí estaba siendo arrastrado.

Me estaba quedando sin aire, sentía como me levantaban por el cuello y supe que me iban a colgar en aquella viga que me había encargado de evitar.

—Los colgamos—Dijo aquella mujer riendo a carcajadas. Estaba parada en el umbral de la puerta, volvía a tener un aspecto normal pero me percaté de un detalle. En su cuello se divisiaba la marca de una soga—Descansa, mocoso.

Sentí un gran golpe en mi cabeza y todo se puso oscuro. Finalmente me desmayé

CaecusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora