1

104 7 21
                                    


Corrí al apagar la luz, salté a mi cama y me envolví con las cobijas gruesas, levantando las piernas para que la manta se interpusiera entre ellas. Así evitaría que él me arrastrara y me devorara.

Me escondí bajo las sábanas, apretando los bordes con fuerza para impedir que levantara la tela.

Escuchaba pasos o suspiros al otro lado de la habitación. Mi corazón latía con fuerza, y temía que él pudiera oírlo también. Sentía que el aire se agotaba dentro de las mantas, pero el miedo y los nervios no me permitirían salir a respirar.

Un rechinido en la madera inundó mis oídos. Las piernas me temblaban, no solo por el frío, sino por el terror de saber qué podría haber provocado aquel ruido.

Imaginaba sus uñas largas y sucias arañando la oscura madera del suelo, dejando marcas profundas en las paredes. En mi mente lo veía con un pelaje negro y mechones grisáceos, una masa muscular imponente, y un rostro que me aterraba imaginar. No podía evitar pensarlo: colmillos tan largos como mi dedo índice, un hocico que dejaba salir gruñidos furiosos y unos ojos de un ámbar rojizo oscuro.

La peor imagen de mi vida.

De repente, todo quedó en silencio. El terror me hacía considerar correr a la habitación de mis padres, pero, ¿cómo llegaría hasta allí? Necesitaría algo con qué defenderme, quizás un palo o un bate.

Suspiré, apreté la tela con fuerza y temblé al sentir una ráfaga de aire frío proveniente de la ventana. ¿Acaso no la había cerrado?

Me incorporé lentamente en la cama, sintiendo el corazón golpear con fuerza dentro de mi pecho. Llevé la mano al pecho, intentando calmar los latidos que parecían ser lo único que podía escuchar.

Entonces, una pelota rodó desde el clóset, deteniéndose justo frente a mí. Sentí cómo el tiempo se detenía. Tragué saliva y, con la respiración agitada, intenté hablar:

"A... ¿alguien...?" Mi voz temblaba mientras mantenía mis puños cerrados, apretando la tela que me cubría. "¿Alguien está ahí?"

"Si crees que hay alguien..." Una voz ronca y grave me interrumpió.

Me estremecí al escucharla. Me encogí bajo las cobijas, levantándolas hasta la nariz.

"N-no..." tartamudeé, incapaz de formar una respuesta coherente.

"Ni siquiera me has visto y ya tiemblas."

Miré hacia el suelo, sintiendo que el miedo me paralizaba. La criatura, oculta bajo mi cama, se miraba las uñas con una sonrisa burlona. Al no recibir respuesta, levantó una ceja.

"Si no hablas, puedo comerte ahora mismo." Su tono parecía burlón, pero no dejaba de aterrarme.

"Por favor, no..." Cerré los ojos con fuerza, sintiendo las lágrimas a punto de brotar.

"¿Puedo salir para que me veas?" preguntó, suavizando su tono.

"Si sales, me comerás. Prefiero que te quedes donde estás." Miré alrededor, buscando algún indicio de dónde podría estar exactamente. "¿Dónde... dónde estás?"

"Bajo tu cama." Su respuesta fue simple, como si fuera lo más obvio del mundo.

"¿Estabas esperando a que me durmiera?"

"Tal vez, pero ese no es mi trabajo."

No entendía a qué se refería con "su trabajo". ¿Acaso los monstruos tenían tareas asignadas? La idea era absurda, pero no podía dejar de sentir miedo.

"Escucha, mocoso." Su tono se tornó más impaciente. "No quiero perder mi tiempo."

Temblé al escuchar su gruñido. Me acurruqué aún más en las cobijas.

"Pensé que te orinarías del susto." Se burló, soltando una carcajada que resonó en la habitación. "Vamos, mocoso..." Sacudió el colchón desde abajo.

Me aferré al respaldo de la cama, mirando hacia la puerta. Nadie venía, y la luz del pasillo seguía apagada.

"Si no vas a hablar, lo haré yo." La criatura cambió de posición, apoyando su pecho peludo contra el suelo. "¿Por qué le tienes miedo a lo que temes?"

"Y-yo no le tengo miedo a nada." Intenté sonar firme, pero el tartamudeo me delató.

"¿Ah, no?" Su tono se llenó de burla. "Digamos que te creo..."

"Bueno, sí tengo miedo." Me recosté en la cama, mirando el techo. "¿Cómo te llamas?"

"¿Cómo te gustaría llamarme?" Preguntó, posando sus ojos sobre el colchón.

"Demon, tal vez..."

"Vaya, qué imaginación. ¿Me parezco a un demonio?" Sus ojos cristalinos se entrecerraron.

"Bueno, si no, podría llamarte monstruo."

"Eso suena menos vulgar. No me ofende."

El silencio volvió a envolvernos. No sabía si sentirme aliviado o más nervioso.

"¿Sigues ahí?" Me asomé al borde de la cama, pero no vi nada.

"Pensé que estabas dormido. Te iba a jalar de las piernas."

"¡No!" Me alejé del borde, acurrucándome otra vez. "No puedo dormir contigo ahí abajo."

"¿Debería sentirme halagado o insultado?"






-lo que sucedía en la pesadilla no tenia por que saberlo nadie.

El Monstruo debajo de mi CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora