CAPÍTULO X: ¿BIEN?

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A tientas regresó a la cama. Mierda, todo pasó en las narices del pobre Flake. Seguramente se dio cuenta. Mierda, su amigo debía estar muy desilusionado... O quizá no. Quizá Paul era el verdadero desilusionado. Se sacó el suéter, luego la playera y finalmente, se envolvió con las cobijas.

Intentó dormir, pero no pudo dejar de revivir aquella imagen tan perturbadora. ¿Huma besa bien?¿Till besa bien? Landers luchó con la curiosidad para no asomarse de nuevo. Se estiró en la cama y escuchó algo caer. Abrió los ojos, se descubrió, miró la fotografía de Huma joven, miró la luna a través de la ventana y alargó la mano en busca de lo que tiró.

— ¿Crees que..? — escuchó decir a Till —. ¿Crees que nos haya visto?

Paul se quedó, expectante a la respuesta de Sierich, pero no la hubo. Probablemente se volvieron a besar. Que asco, pensó.

Levantó una pequeña libreta.

«SI ENCONTRASTE ESTO, POR FAVOR NO LO LEAS... AUNQUE DUDO QUE ESTO VAYA A DETENERTE» alcanzó a distinguir. Wow. Cuánta sabiduría en esas palabras, pues esa petición no le detuvo de abrir el diario. Fue a ponerse bajo la luz de la luna para poder leer con cómodidad.

« 24 de diciembre de 1989.

La Navidad más aburrida y triste que he pasado en esta maldita ciudad. Ni siquiera preparé una cena, de hecho, ni fui invitada a una fiesta por ninguna de mis amistades; todos están con su familia. ¿Quién quiere invitar a la desastrosa Huma a cenar en una fecha tan especial? Al menos tengo un buen regalo, pues ayer  he completado mi divorcio con el imbécil de Otto. Soy libre de aquel pendejo.

Desearía tener a Eka aquí conmigo, traerla a Berlín, pero no quiero arriesgarla»

Dio vuelta a la página, encontrándose con otra fotografía; una niña de unos tres años siendo sostenida por un joven de aspecto enfermizo. Ese no era Otto, no al menos el Otto que les golpeó en el callejón. Espera, ¿ese Otto estuvo casado con Huma? Carajo, que mal gusto en hombres, que bueno que se separó.

Volteó la página.

« 10 de enero de 1990.

¿Por qué adopté el apellido de Otto? Debí quedarme con el de Mikheil»

¿Quién era Mikheil? Siguió hojeando, las fechas dejaron de ser escritas y en su mayoría eran textos repetitivos hasta que se detuvo al leer su nombre.

« Conocí a los hombres más adorables y tiernos de este planeta. El bajito, al menos es unos diez centímetros más bajo que yo» ¿se refería a él? « no sé cómo Otto y yo siempre coincidimos, pero, por primera vez, su presencia llevó a algo bueno. El de gafas, Flake, es todo lo bueno que hay en el mundo, pero su amigo Paul... Está bien, creo» soltó una exclamación de sorpresa. ¿Estaba bien? ¿Era lo único que tenía que decir? ¿Su estatura y que estaba bien? Hojeó más allá.

« Till es muy tierno, es como un osito de peluche. Además, besa muy bien» bien, leyó demasiado. No quería saber nada. Cerró el diario y lo arrojó encima de las sábanas.

Entonces, escuchó qué golpeaban la puerta. Paul miró a todos lados, no quería que Huma supiese que estaba despierto, así que se quedó tirado en el suelo, fingiendo dormir.

— ¿Paul? — era Christian.

Que alivio.

— Sí, qué ocupas — contestó secamente.

— Primero, buenas noches — cerró la puerta al entrar —. Segundo, no vas a creer lo que vi. Me siento traicionado, como un estúpido, como un imbécil, como el ser más desafortunado de este planeta...

— Ah. Así que también lo viste.

— Fue horrible, me rompió el corazón.

— Lo sé, me sentí como mierda al presenciar aquel beso. Digo, no me interesa con quién se enrolle, pero... Pensé que estábamos teniendo algo especial. Ya sabes, después de aquella charla en la fiesta — exclamó desilusionado.

— ¿Cuál beso? — el de gafas le miró confundido —. Yo me refería a que Huma y Till se fueron a cenar y no ofrecieron.

— Son unos comesolos — dijo con desprecio.

— ¿Estás celoso, Paulchen? — Flake esbozó una divertida sonrisa.

— No, no lo estoy — respondió, cruzándose de brazos —. Tú eres el que debería estar celoso.

— Seh. Hemos coqueteado, pero se ve más feliz contigo — éste se sentó en el borde de la cama, topándose con el diario. A diferencia de Paul, no lo leyó, pues ahí decía que no lo hiciera y respetaba la privacidad de los demás.

— Ja. Bueno, voy a dormir — se escuchaba la decepción.

— ¿Ahí? — apuntó Lorenz.

— ¿Algún puto problema?


Los débiles rayos del sol le acariciaron el rostro. Paul Landers abrió los ojos y a su lado, tendida, se encontraba Huma Sierich. Tenía la cara lavada, el cabello húmedo, usaba una playera con el estampado de una cara sonriente como pijama. Alzó la mirada a la cama, Flake con la parte superior del cuerpo envuelta en las frazadas.

¿Till seguiría en el apartamento?

De pronto, sintió que le jalaban por el pelo.

— ¡Leíste mi diario, pendejo! — Huma le estrelló la cara contra el suelo, no muy fuerte.

— ¿Era tuyo? — lo mejor era fingir demencia.

— No te hagas el estúpido, Landers, sé que lo hiciste — le clavó una rodilla en la espalda —. Rompiste tu promesa, maldito defraudador.

— ¡No leí nada, sólo lo tiré!

Flake se incorporó, asustado.

— ¿Qué está pasando?

— Pregúntale a tu amigo — ella se escuchaba verdaderamente molesta, era la primera vez que estaba así frente a ellos —. Violó mi privacidad. ¡Richard y tú son tal para cual, par de maricones!

— ¡No me compares con ese pendejo!

— ¿No? — lo soltó y saltó al otro lado de la habitación —. Eres un imbécil. ¿Qué viste?

— ¿Qué? — Paul frunció el ceño. No podía fingir más, se rompió su actuación —... Lo siento. Leí sobre Eka, tu hija.

Los castaños ojos de la mujer se enfurecieron.

— ¡Vete de aquí! ¡No quiero verte!

La triste carta de Paul hizo tambalear su dureza, así que añadió:

— ... Al menos no por hoy.

HUMA [ Paul Landers ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora