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Fue en su primer día de clases.

Al ser septiembre el clima ya estaba cambiando. El uniforme le agradaba, sobre todo el verde de la corbata. Su madre conducía el auto mientras él estaba sentado en el asiento de atrás, con su lonchera de Batman sobre sus pequeñas piernas.

―Quiero que te portes bien, cariño ―le dijo su madre mientras le daba una mirada por el espejito del auto. 

El niño se removió incómodo.

―¿Qué pasa?

Doniya, sentada en el copiloto, volteó a ver a su hermano. Era apenas un año mayor que él, pero aprovechaba al máximo esa pequeña diferencia de edad. Además, era mucho más grande.

—¡Es que es el nuevo! —se burló— ¡Zayn tiene miedo!

—¡No es cierto! 

Aparte de su voz, sus ojos marrones que siempre habían sido muy expresivos lo delataban.

—Todos se quedarán viéndote, no conocerás a nadie, nadie jugará contigo. ¡Y... No tendrás amigos!

—¡Doniya, basta!

Zayn tenía siete años y era de pequeña estatura. A pesar de ser tímido y poseer noble juicio, había sido expulsado del colegio por "mala conducta". 

El auto se detuvo a varios metros de la entrada principal. Trisha y Zayn bajaron. Él volteó a ver a su hermana. Ella desde la ventana le hizo un gesto, se pasó el dedo índice por el cuello diciendo que estaba muerto. Él se lo creyó.

La nueva escuela se extendía por toda la cuadra, tenía un jardín en la entrada, unos amplios escalones en la entrada y la fachada de ladrillos denotaba cuidado constante. Padres y niños de distintas edades llegaban de todos lados. Zayn empezó a sentir un leve dolor en la boca del estómago.

Atravesaron un pasadizo ancho que se ramificaba en más pasillos que daban a diferentes salones. Después del patio de recreo llegaron al otro edificio, el de primaria. Trisha encontró el salón sin demora, en el primer piso, afuera de este notó a la profesora ocupada hablando con otros padres y decidió que sería mejor dejar a Zayn entrar sin ayuda, se dispuso a despedirse, pero al ver el rostro del pequeño se detuvo.

—No va a pasar nada malo —le acarició el negro cabello.

—Nadie va a querer ser mi amigo.

—Eso no es cierto. Doniya solo quiere asustarte —se agachó en frente de él.

La naturaleza sensible e ingenua de Zayn ponía a prueba el ingenio de Trisha, cada vez tenía que sortear algún reto, mentira o treta para evitar que su hijo llorase o la pasara mal.

—Ella te dice todo eso porque quiere probarte. ¿Vas a dejarla?

Él frunció el ceño.

—No.

Trisha le dio un beso en la frente.

—Ahora entra, yo volveré más tarde a recogerte. Y —hizo una pausa, levantó las cejas— nada de golpes.

Él asintió avergonzado, caminó hasta el umbral. Al ver a su madre irse, el miedo regresó a su cuerpo. Se hizo a un lado, los niños y niñas estaban entrando y tomando asiento. Respiró hondo, entró, cerró con fuerza los ojos y al abrirlos buscó algo, cualquier cosa, que llamara su atención. Las ventanas son grandes, hay muchos dibujos, papel de colores, las sillas son azul oscuro, al fondo se dejan las loncheras... Las anotaciones mentales le fueron interrumpidas por el empujón de dos niños que pasaron corriendo. Decidió sentarse en la mesa que no estuviera ocupada por otros. La maestra reparó en su soledad y se acercó.

Inevitable |Ziam| En ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora