II

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Diciembre de 1999

Durante los últimos meses transcurridos, Gwilym y Emmet siguieron en contacto. Dos o tres veces a la semana, White tenía oportunidad para responder los E-Mails del mayor. Se comentaban las cosas que hacían, cómo era su semana, los estudios, etc.

Era el último día de clases para ambos chicos; Emm tenía la posibilidad de quedarse en el internado todo el invierno o ir durante el descanso a su casa. Por supuesto el siempre optaba por la segunda opción, todos los años ansiaba que el último día llegara, pese a que no podía ser él mismo al cien por ciento con sus padres. Ya tenía su bolso armado y solía tomar el bus hasta su casa. No era que quedara lejos, pero prefería evitar posibles situaciones poco agradables. Salió del predio de la escuela, dirigiéndose a la estación de buses, pero en su lugar se encontró -justo afuera del portón de la institución- con un sonriente Gwilym. Se acercó con una notable sonrisa de confusión y se unieron en un abrazo que ambos venían esperando desde su primer encuentro. Emmet estaba parado en puntas de pie, entrelazando el cuello de su amigo con sus brazos, mientras que Gwil abrazaba su torso con fuerza. Sin separarse, el más bajo tuvo primero la palabra.

-¿Qué haces aquí?- No se estaban viendo al rostro, pero si tenían que ser sinceros, ninguno podía borrarse la sonrisa de la cara.

-Bueno... Me habías dicho que hoy era tu último día y que ibas a ir a tu casa, también fue el mío y como me queda de camino, pensé en pasar a saludarte.- Era mentira. De hecho, la casa de la familia Lee quedaba hacia el otro lado, pero ¿cómo iba a perderse la oportunidad de ver a Emm después de tanto tiempo?

-Gracias, Gwil.- Se separaron e inconscientemente empezaron a caminar a la par hacia sus casas, las cuales quedaban en la misma dirección. Sin embargo, White no se percató de que la casa de su amigo no quedaba "de paso". Conversaron a más no poder, y por supuesto, no faltaron las risas.

-Oye, ahora que lo recuerdo, tengo tu corbata y debería devolvértela. Está en mi casa, si quieres que pasemos por ella.- Emm asintió y caminaron tranquilamente hasta la casa de los Lee.

Gwilym abrió la puerta y pasó, pero al notar que su amigo se quedó parado del otro lado del pórtico, no dudó en tomar su muñeca con cuidado y hacerlo pasar. El menor entró con algo de inseguridad, pero el ambiente en el hogar enseguida lo tranquilizó y miraba las decoraciones y detalles con atención. Se le hacía una casa bastante bonita, sin dudas muy diferente a la suya. No era que no le gustara, sino que era distinta, más cálida.

Una mujer de unos cuarenta y pico de años se acercó a ellos, parecía ser muy simpática. Dio un beso en cada mejilla de Gwilym y saludó amablemente a Emmet. Era algo alta, cabello castaño con ondas marcadas, levemente maquillada y con ropa sencilla pero muy linda.

-Ma, él es Emmet, un amigo que conocí cuando visitamos el internado.- Dijo el mayor sonriendo.

-Por supuesto, cómo olvidar el nombre de alguien que mencionas todo el tiempo... Mucho gusto Emmet, Gwil nos contó bastante sobre ti. Soy Ceinwen.- De repente la expresión del chico de ojos azules había cambiado y tenía el rostro completamente sonrojado, pero su amigo no se salvaba, ya que sus mejillas también estaban ardiendo.

-Mamá, eso no... No hacía falta.- Comentó con una risa nerviosa.- Vamos, Emm... Te daré la corbata y luego te acompaño a tu casa.- Prácticamente subió corriendo a su habitación tomando la muñeca de Emmet y rápidamente encontró aquella corbata azul que guardaba y cada tanto observaba antes de irse a dormir, rememorando una y otra vez esa tarde otoñal en el Internado Católico para Jóvenes Saint James.

Cuando estaba por tomar la pertenencia del chico de alborotado cabello castaño, su hermano lo sorprendió haciéndole dar un salto. Su hermano mayor los vio a ambos y señaló al menor dirigiéndose a Gwil.

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