Capitulo III

2.8K 115 4
                                    


Corrí esquivando a cuanto objeto o persona se me atravesara. Justo hoy, mi despertador dijo: "¿Quieres llegar temprano?... Pues no, mi ciela, hoy no llegas temprano".

Maldito, me compraré otro que sí sirva.

Justo hoy que me toca tutoría con la profesora Shannon Olmo.

Esa mujer es insoportable, es una profesora buena para nada que solo califica por calificar y que, para colmo, me odia.

Llegué y toqué la puerta del salón. Esta se abrió, dejando ver a una profesora con una enorme sonrisa de satisfacción. Seguro la bruja ya hizo planes para hacerme sopa.

—Señorita Montiel— sonrió más grande— llega tarde, tendrá falta en mi clase y se quedará en detención— dijo, apartándose de la puerta para dejarme pasar.

Con aire desganado, entré al salón y fui directo a mi lugar. Me senté y traté de ignorar el ser el centro de atención de todos.

La profesora me dio una sonrisa malvada y volvió a retomar la clase.

☆゚.・。☆゚.・。☆゚.・。☆゚.・。☆゚.*・

—¿En serio? ¿Tú?— dice Abby, parándose frente a la pizarra de avisos.

—Sí, yo, mugre bruja— digo refunfuñando mientras reviso la lista de tutores-tutorados.

Sé que ya no lo necesito, pero tengo curiosidad, me parece muy raro que Declan esté a mi cargo, no somos del mismo grupo ni de cerca.

—¡Aquí está!— señala Abby.

Dirijo mi vista a donde señala y me doy cuenta de que no soy tutora de Declan, sino de un tal Nathaniel Castro.

Fruncí el ceño y miré a Abby, que se encontraba igual de desconcertada que yo.

—Tal vez él leyó mal— excusó ella.

—Tal vez— claramente es muy poco probable que eso pase— pero aún así eso no quita que me haya citado hoy en la biblioteca y, por desgracia o por fortuna, no podré asistir, aunque también tengo que encontrar a Nathaniel Castro—.

Ambas nos encogimos de hombros y comenzamos a avanzar hasta llegar a la cafetería. Esta se encontraba casi totalmente vacía, lo cual no es raro teniendo en cuenta que solo nuestro grupo estaba disperso por la universidad.

Allí estuvimos platicando hasta que Abby tuvo que irse a casa y yo tuve que irme a detención.

Cuando entré al salón, este estaba vacío; ni siquiera se encontraba el profesor. Tomé asiento en un escritorio en la esquina más alejada y me recosté.

Poco después de cinco minutos, entraron alrededor de siete tipos más el profesor.

—Bueno, chicos, no sé qué hicieron y ni me importa, así que saquen un cuaderno y escriban lo que pondré en la pizarra— dijo, comenzando a escribir.

Lenta y perezosamente, saqué mi cuaderno y comencé a escribir.

☆゚.・。☆゚.・。☆゚.・。☆゚.・。☆゚.*・

Me tiré a la cama sin siquiera quitarme los zapatos. Este ha sido un día muy cansado. Se suponía que solo estaría una hora en detención, pero no, estuve allí tres mugrosas horas.

¡Tres malditas horas de mi hermoso y precioso tiempo, tiradas a la basura por solo escribir "Debo obedecer a mis maestros"! ¿Acaso nos vemos de diez años?

El sonido de mi celular me sobresalta y me caigo de la cama. No tengo la fuerza ni las ganas de pararme, así que, arrastrándome por el suelo, llego hasta el buró y tomo mi teléfono.

DEFINITIVAMENTE CLICHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora