Capítulo IV

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De tanto y tanto llegó el día menos esperado, viernes.

Esta semana fue una completa tortura, mi hermano ni siquiera estuvo en casa y Abby ha estado inmersa en su mente. A esa chica algo le está pasando y la muy maldita no me quiere contar.Dejando eso de lado, las malditas presumidas de Nirvana y su séquito no han dejado de molestar.

¿Cómo demonios se enteró de que yo sería tutora de Declan?

Lo más seguro es que hayan sido esos hijos de su madrecita santa, Ian y Jason. ¿Qué culpa tengo yo? Si por mí fuera, no le hablaría a ninguno de estos tontos, pero las circunstancias no se han dado.

Justo ahora estoy en mi sala preparando todo lo necesario para la "clase" que le daré al cara de perro rabioso.

Y luego ni siquiera pude conocer a Nathaniel. ¿Por qué habrá cambiado de tutor con Declan? ¿Por qué no puedo deshacerme de ese idiota? ¿Cuántos años más tengo que seguir viendo su jeta en la escuela?

En medio de una distracción, pude ver que Abby y Josh estaban sentados en el sofá.¿Eso en qué momento pasó?

—¿Abby? ¿Josh?

—Hola, bueno, como dijiste que no querías estar sola con los tres hermosos, aquí estoy, y de paso me traje a Josh —dijo Abby dándome una sonrisa.

Suspiré y me pasé la mano por la frente. Cuando los volví a ver, Josh me dio una sonrisa de disculpa.

—Bien. ¿Cómo has estado, Josh?

Nos pusimos a platicar y a estudiar algo en lo que llegaban los idiotas, pero ese momento nunca llegó. Se dio la medianoche y ni señas de esos zopencos.

Esos malditos imbéciles, cuando los atrape rogarán porque los deje ir, solo de pensar en poner mis manos en esos ridículos cuellos, ¡me dan ganas de ah!

Me han hecho desperdiciar mi viernes por la noche. Bien pude haber ido a alguna biblioteca, café o incluso un bar junto a Abby y su hermana.

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Es jueves, hoy hablaré con esos incumplidos trogloditas, mentalidad de niños de cinco años con mente muy pervertida.

Decidida, me dirijo a la clase de ese inútil. Solo entrando en el salón lo pude ver sentado en el fondo con sus compinches.

Con todo mi orgullo y mis pantalones bien puestos, me acerco hasta donde ellos están. Cuando los tres pares de ojos se detuvieron en mí, estuve a punto de detenerme y salir corriendo.

No, no Jin, será mejor que no te retractes. Esta es la mejor manera de enfrentar las cosas, de frente.

—¡Declan! ¡Tú maldito bastardo! —le grité, y todo el bullicio que había se quedó en silencio.

Oh, mierda, mierda. Señor, tú que estás allí en algún lugar riéndote de mí, sálvame de esta bestia come sueños.

Dios, por favor dile a mi familia que la amo.

Declan frunció el ceño y se levantó de su asiento lentamente, como dándome tiempo de retroceder.

—¿Cómo me has dicho? —dijo con voz calmada y pausada. Oh, diablos, sé qué significa eso.

Está furioso, más que furioso.

—Maldito bastardo, ¿tiene problemas para escuchar? —dije mientras me cruzaba de brazos.

Ahora sí, como diría mi abuela, Ay madrecita santa... ya casi te llegó San Pedro.

—¿¡Sabes a quién le estás hablando!?

DEFINITIVAMENTE CLICHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora