Prólogo

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—No voy a usar eso. No estoy desesperado.

—Pues con ese carácter; deberías hacerlo. Nunca encontrarás a alguien siendo así.

—No me importa, ya dije que no.

—Mmm. Por favor YiBo ya hice tu perfil, sólo mira algunos y si nadie te gusta no insistiré más.

—Hug. No vas a dejar de molestar hasta que lo haga, ¿cierto?

—Ya me conoces.

—Te odio.

—Yo también te quiero amigo, ahora ven aquí y mira esto. Seleccione algunos para ti, sólo tienes que escoger a uno y arreglaremos una cita.

—¡Por supuesto que no!, ya te dije que nadie me gustará.

—Bien, bien. Sólo míralos.

YiBo dejó su teléfono en la mesita de centro frente a él, se levantó y caminó perezosamente hasta el escritorio. Su amigo le cedió la silla, posicionándose atrás de esta para poder observar las reacciones de YiBo al ver a los chicos que él había seleccionado.

YiBo se sentó y con desdén tomó el mouse y comenzó a bajar la pantalla de la computadora a una velocidad moderada, observando a todos esos chicos en busca de una cita. Sin cambiar la expresión de aburrimiento y malestar, siguió pasando los perfiles, hasta que el de un chico llamó su atención. En la fotografía se veía a un hombre de cabello negro brillante, ojos grandes encantadores y la sonrisa más hermosa que jamás se ha visto, adornada por un pequeño lunar justo debajo del lado izquierdo de su labio inferior. Era adorable, se veía inocente y al mismo tiempo sexi.

YiBo detuvo el mouse y se quedó mirando fijamente la pantalla, su rostro no decía nada, pero en sus ojos había una explosión indescriptible de emociones. No tenía idea de cómo o por qué una simple foto de un completo desconocido podía hacerle sentir tantas cosas.

Al notar que YiBo se había quedado hipnotizado en la pantalla, su amigo se movió hacia un lado de la silla para verlo mejor.

—Lo ves, te lo dije —dijo con una sonrisa traviesa.

YiBo sacudió levemente su cabeza y parpadeó. —¿De qué estas hablando? —le dijo a su amigo mientras volvía al mouse y seguía deslizándose entre los perfiles.

—Te gustó ese chico.

YiBo no dijo nada, pero su cuerpo se tensó ligeramente.

—No puedo creerlo, de verdad te gustó —dijo su amigo con las dos manos en su cara.

—No seas ridículo, ¿cómo puede gustarme alguien de una fotografía?

—Pues si ese es el problema, entonces acuerda una cita con él; así puedes conocerlo mejor, no sólo por una fotografía.

—Estás loco, ya te dije que no. Sólo estoy haciendo esto para que por fin me dejes en paz.

—Por favor amigo, hazlo por mí, ¿sí?

—Dije que no ¿Por qué tendría que hacerlo? ¿Por qué no lo haces tú?

—Oh, yo ya lo hice, he tenido un par de citas con chicos realmente atractivos.

—Mmm. Pues será lo que sea. Yo no lo haré y no me vas a convencer.

—Agr, esta bien. Si eso quieres, no insistiré más.

Sólo una Cita • [+18 | Versátil] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora