Las delicias del mar

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Día 0:

Estaba acostado en mi cama, mirando al techo y pensando en el viaje que emprende riamos mañana al amanecer. 200 días en el mar, transportariamos un pequeño cargamento de alcohol al otro lado del mundo, pero el capitán adora el mar, hace que las rutas sean lo más largas posibles. Odio al capitán, solo quiere estar en su barco, pocas veces sale de la sala de mando y somos nosotros, sus "empleados" como nos dice el, los que hacemos todo, incluso dirigir el barco. Odio al capitán, podríamos solo tardar 3 meses!
A mi no me gusta tanto el agua para ser un tiburón, pero el capitán, se toma muy en serio lo de ser un animal marino.
Odio al capitán!

Día 1:
Todo está listo, hemos subido todo el cargamento y tomado algunas botellas de whisky antes de subir al barco, y aún arriba, seguimos bebiendo.
Como era de esperarse, el capitán aún no aparece, de seguro estará tomando en alguna cantina no lejos del puerto. Odio al capitán

Nos hemos atrasado dos horas y el capitán aún no aparece, todos estamos en nuestros puestos listos para recibir las órdenes de nuestro superior, aunque "listos" es una palabra algo...separada de la realidad, uno que otro marinero están bebiendo, otros están admirando la inmensidad del océano, algunos están teniendo sexo con sus esposas en las bodegas del puerto, pues no tendrán más que sus dedos para sacar esa leche durante 200 días; y yo, miro hacia el pueblo, esperando ver la llegada del capitán.
Pasado un tiempo, a lo lejos se puede ver una gran silueta, robusta, con brazos llenos de músculos y una enorme barriga que se muestra libre debajo de la camisa abierta del capitán. Al ver aquel cuerpo, mis mejillas adquieren un tono rojizo; el capitán, mi capitán, es...en pocas palabras, perfecto, un increíble macho, viril, vulgar, sucio, estoy seguro de que si no hubiera sido un tiburón, hubiera sido un cerdo, pero amo que mi capitán sea así...amo al.... NO!
ODIO AL CAPITÁN!

Día 20:
Las cosas van muy bien dentro del barco, todos hacemos lo que nos toca, y el capitán, como de costumbre, pasa sus días en la sala de mando, bebiendo y dictando órdenes desde ahí, lo vemos a la hora de la comida, el se sienta en una mesa separada de todas las demás y le sirven dos o hasta tres porciones de comida; es el capitán, nadie le puede negar las cosas.
Diría que es mi hora favorita del día, pues puedo ver a aquel hombre comer como animal, usando las manos y masticando con la boca abierta. Muchos de mis compañeros hacen lo mismo, pero nadie tan viril como el capitán, me encanta ver como mastica, como traga, y sobre todo, como eructa. Al igual que en la forma de comer, durante esa hora, el comedor es una sinfonía de eructos y risas, todos somos hombres aquí dentro, no tenemos cuidado con las faltas ni con la etiqueta de limpieza. Aunque nos solemos bañar tres veces por semana, no es una regla, pero lo estimulamos entre nosotros para no tener problemas de salud pues es complicado atender a alguien en medio del océano.

Dormimos en camarotes comunitarios, de 5 camas cada uno, en total somos 30 marineros y el capitán, es un barco grande y apenas somos suficientes para mantenerlo a flote. El camarote que compartimos es una mezcla de especies; estoy yo, un tiburón, más pequeño de lo normal, pero me doy a respetar. Está Sam, un pastor alemán con el pelaje pegado; Jonathan, un tigre algo serio, pero cuando sacan la botella, es incontrolable; Dante, un leon bastante musculoso, y el más alto de toda la tripulación, diría que el más fuerte, pero el capitán se lleva ese puesto, aunque sea un leon musculoso y con una mirada asesina, usualmente se comporta como un pequeño gato, es muy amigable y juguetón; y por último esta Sergio, un lobo, que al igual que todos, a excepción mía, con brazos grandes y musculosos, con un porte serio, delante de los oficiales y el capitán, demuestra mucho respeto, pero cuando no hay nadie con rango superior, actúa como todos aquí

Día 50:
Hemos pasado tanto tiempo aquí que ya empieza a notarse la ausencia de mujeres para controlar a los hombres, los camarotes están llenos de ropa sucia, camisetas sudadas y suspensorios de varios usos, en el barco no hay mucha exigencia por eso, aunque cada vez que llega un oficial, nos obliga a lavar la ropa, así que no nos molestamos por limpiarla por nuestra cuenta.
Todo dentro del barco es un desastre ordenado, todo está en su sitio y a la vez no, todo está limpio, y a la vez no.
Estos marineros dejan soltar su hombre interior y se divierten en el barco sin abandonar sus labores.
Pero escribo este día por algo más importante; hoy, el capitán, salió de su camarote y se puso a trabajar, trabajar como todos los demás, ni siquiera es común que los oficiales lo hagan, y el capitán, mucho menos.
Me he quede viendo al capitán por mucho tiempo, como levantaba cosas pesadas, jalaba cuerdas, y se estiraba; pude ver sus músculos trabajar, su cuerpo sudar, su bulto rebotar, estaba hipnotizado por la vista ante tal hombre hasta que Sam puso su pata sobre mi hombro.

Las Delicias del mar  (Yiff Gay) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora