Prólogo

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Este fanfic nació hace tiempo, es un proyecto que ya tengo planificado. Con su trama ya planeada.  Lo único que me queda es sentarme a escribirlo.
Dudaba en publicarlo más que nada por la trama algo más turbia que el resto (Por favor, lean las advertencias).

Sin embargo, tengo muchos fanfic que terminar. Pero, dependiendo cómo sea recibido este primer prólogo y el capitulo I que seguramente vera la luz entre hoy y mañana. Vere si lo continuo paralelamente al resto de Fanfic o no. Por lo que por favor, déjame tu opinión sobre qué te parece la idea.

¡Gracias por siempre leer y comentar. Me llenan el alma de amor! 💞💕❤

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"La Casa de Papel" así cómo sus personajes, es plena propiedad de Álex Pina. Para lo único que utilizó sus personajes es por mero entretenimiento literario. El siguiente escrito, consiste en una pareja homosexual [Berlín x Palermo]. Por lo tanto, está por demás decir que si no te gusta esta pareja, te abstengas de leer.

ADVERTENCIA: El siguiente escrito toca temas delicados. Transcurre en un UNIVERSO ALTERNATIVO, con lenguaje vulgar, escenas de tortura, maltrato, violación y cierto racismo.

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Prólogo.

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—Necesitas esto para tu recuperación. Es necesario Andrés...— se atrevió a decir, su hermano frente a él con una carpeta ya preparada frente a sus temblorosa manos. Cruzándose sus brazos frente a su pecho, bien atento a la tensión que rodeaba el cuerpo del enfermero a un lado, al verlo moverse, entrecerró sus ojos con un gesto ausente. –Tendrás una habitación individual, esta institución sobre sale por la hospitalidad y tratamiento con sus pacientes. No necesariamente tendrás que convivir con los otros pacientes y estaré viniendo constantemente a ver, para verificar que necesitas. Será como si nada...— había comenzado a decir Sergio, subiéndose las gafas observando a su alrededor con nerviosismo.

—Ni siquiera eres capaz de mirarme a la cara cuando dices eso— habló entre dientes, interrumpiéndolo de improviso. Con ira, con el caudal turbio de emociones que comenzaban a formarse sobre sus entrañas, sobre su pecho caliente de impotencia que lo único que quería en esos momentos era deshacerse por fin de esa máscara perfecta de indiferencia, para destrozar absolutamente todo.— Te dejaste influenciar. Traicionaste a tu hermano, por una mujer— parándose en seco de la mesa, tuvo que detener con un movimiento lento de su mano a los dos enfermeros de la sala de visita que dieron un paso adelante precavidos. Con calma, tratando de mantener la poca cordura que le quedaba, Andrés apoyo las puntas de sus dedos contra la frialdad de la mesa. Mirando, observando la expresión angustiada, herida, arrepentida, que mostraba en esos momentos su hermano— Me vendiste. Te convertiste en la peor basura que conozco. Y que ni siquiera es capaz de alzar la mirada, para ver el rostro de la persona que traiciono. A la cara de su propio hermano, su propia sangre...—Sergio, no necesito disimular la forma en la que sus labios se apretaron en un gesto angustiado. Él lo conocía, era su pequeño hermanito, lo conocía mejor que nadie— Solo te diré una cosa, hermanito...—escupió el apodo con crudo y puro resentimiento. Sin cariño, sin ese toque fraternal que antes solía tener— Espero sinceramente que esa mujer policía, lo valga. Porque de otra forma, me queda en claro el lugar que ocupo en tu patética vida— acercándose al enfermero, hizo balancear las esposas un poco para que se diera cuenta que ya había terminado de hablar.

—Andrés...Por favor...—Lo escuchó llamarlo en un gesto suplicante, con su voz algo rota. No le intereso.

—No vuelvas a visitarme. No vuelvas a aparecerte aquí. No vuelvas a poner un pie en este repulsivo lugar. Porque de otro modo, la cabeza que tendré que apuñalar será la tuya— amenazó con calma, con tranquilidad. Como si le advirtiera sobre si llevar un paraguas o no.

Entre más alejado Sergio se mantuviera de ese lugar, más a salvo se encontraría. Su hermano lo había traicionado, había jugado con su confianza tras confesarle a Raquel, que su hermano era el que se encontraba detrás de ese ruidoso atraco, pero eso no significaba que él hiciera lo mismo. Sergio siempre sería su prioridad, siempre sería su pequeño hermanito menor, al cual debía proteger sin importar, y si eso significaba entregarse literalmente a la policía. A Andrés, no le importaba que lo reventaran a balazos o que lo internaran en una mierda de instituto de Salud Mental, si eso significaba que Sergio no fuera tocado por la Ley.

Apretando sus labios con fuerza en una línea recta, se resistió el impulso de girarse para sonreírle en una clara despedida, mientras Sergio estaba allí parado disfrazado de un pintoresco abogado falso. No lo haría, porque eso rompería la idea de que Andrés se encontraba enojado con él, lo haría incentivar a idear un plan con su prodigiosa cabeza de genio, para sacarlo de ahí. Lo conocía. La terquedad, era parte de sus principales características.

Esperando a que las puertas se abran frente a él, cerró sus ojos con fuerza, al momento en que se retiro de esa sala de visita para entrar por completo a esa oleada de gritos enloquecidos y desordenados pasillo cubiertos de personal con bata blanca y uniformes pálidos. La locura, la desesperación, se alzaba en un mar de criminales completamente drogados que paseaban por los pasillos con unas sonrisas tontas en las caras, de la mano de enfermeros y enfermeras que trataban de hacer su trabajo.

Lo que sería su nuevo hogar por un tiempo indefinido, se presentaba frente a él mientras recorría ese pasillo, completamente esposado, siendo dirigido por uno de esos enfermeros.

El Instituto de Salud Mental Sandoval. Vibraba frente a él y se presentaba como un lugar tan presentable ante los ojos de las visitas, como también a los ojos de los recién llegados a dicha institución.

Berlín, Andrés de Fonollosa, en cambio, no le encontraba diferencia con una cárcel. Una mugrosa y apestosa cárcel a la que no dudaría en salir en cuento tuviera la posibilidad. 

Inconsciente [Berlín x Palermo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora