-Me sentí nervioso en ese momento, nunca había interactuado tanto con una niña.
-Rossie espera, mi muñeca se cayó, voy por ella y vuelo— la escucho decir, al parecer estaba con una amiga, que suerte que ella no bajó.
-Me bajé del banco a tomar la muñeca y esperar a Elizabeth, estaba muy nervioso y solo podía pensar en qué le diría, suena estúpido pero es verdad, no era muy sociable con los demás.
-Holaa, gracias por devolverme mi muñeca.
-Eh, n-no fue nad-da—se la doy con la mano temblorosa.
-Estás bien? — me pregunta extrañada— pareces asustado.
-N-no te preocupes, estoy b-bien.
-Aún no olvido cuando la vi de cerca por primera vez, tenía el cabello oscuro y corto hasta los hombros, portaba una diadema blanca que hacía contraste, su cara era la de una chica simpática, con una cálida y amigable sonrisa, tenía camisa color púrpura, sobre la cual había una chaqueta negra, también llevaba pantalones blancos, algo sucios pero no se notaba mucho y sus zapatos combinaban con su camisa. El recuerdo de aquel momento es de las pocas cosas hermosas que me queda, su vestimenta contrastaba con mis pantalones holgados y algo mal tratados y mi camisa marrón claro (que antes era blanca), me sentía apenado por eso pero por alguna razón su presencia me hacía sentirme algo cómodo.
-Bueno, gracias otra vez, de verdad, que bueno que no eres como esos niños que le rompen los juguetes a las niñas por diversión, son tan molestos.
-No fue nada— sonrío levemente.
-Oh, oye, quieres subir y jugar con nosotras? Nos hace falta ayuda para el fuerte.
-Ah que? c-como?— no me esperaba eso, no supe que decir— eh, pues...
-Anda, será divertido, es un fuerte que estamos haciendo con sillas, sábanas y almohadas, nos vendría bien una mano para terminar más rápido.
-Oh...pues, está bien— sentí confianza luego de ver que no me trataba como alguien raro, supongo que eso fue lo que me hizo aceptar la invitación— deja termino mi desayuno.
-Está bien, sin prisa, te espero arriba, primera habitación a la derecha de las escaleras, vale?
-S-si, en un rato iré— asiento con una pequeña sonrisa
-A partir de ahí, algo bueno llegó a mi vida al fin... Ese día a pesar de que su amiga me miró feo, la pasé bien, Elizabeth era una persona amable y divertida, de esas que le saca una sonrisa a cualquiera y que le gusta ver que los demás sean felices, pero claro, tampoco es que era un ángel caído del cielo o una santurrona, quiero decir, como toda niña hacía a veces travesuras y bromas pero nunca con una mala intención, no era así. Luego de eso se volvió alguien recurrente en mi vida, técnicamente mi única amiga, ni yo sé que vio en mí. Su influencia también me hizo aumentar un poco más mi confianza en mí mismo y ya no me sentía tan aislado en ese orfanato, hasta el punto de caerle bien a algunas otras personas, pero en fin, nunca establecí una fuerte amistad con ellos, solo éramos niños que se conocían y se llevaban bien, nada más.
-Pasaron los meses y nos volvimos muy unidos, de vez en cuando la molestaban por juntarse conmigo pero ella me defendía, una vez me dijo que le parecía alguien increíble o que simplemente no le incomodaba de ninguna manera, eso era algo que no me terminaba de creer, pero no le daba muchas vueltas, solo disfrutaba de su compañía y de que fuera de las pocas personas que se acercaban a mí, aunque ella siempre fue un caso especial, ya que, admito que sentía algo más que amistad hacia Elizabeth. Y es por historias como esta que es cierto que quien se vuelve vulnerable por amor, puede terminar irremediablemente roto y hecho pedazos...aunque, la sensación vale la pena, verdad?
-Lo que nos traslada...a aquel día.
-Ese día— empieza a hablar La Muerte— era tu cumpleaños, no es así? Fue el primero que sí te emocionaba y no sabías por que...ah, si lo sabías, era porque podías celebrarlo con alguien, con ella— no lo puedo evitar pero dejo caer unas lágrimas— Eran las 4pm y Elizabeth no llegaba a tu cuarto, saliste a buscarla pero luego de un buen rato seguías sin encontrarla, luego de un rato buscando en los pasillos, notaste un rastro de unas gotas de sangre y lo empezaste a seguir, momentos después escuchaste quejidos con una voz realmente familiar, estos provenían del cuarto de limpieza. Al entrar, lo que viste te marcaría para siempre.
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La Verdad del ocaso
SpiritualUn relato nacido en una solitaria noche, que nos cuenta una historia que en si,puede tener sentido...o no. También invita a una reflexión de lo que pueda que estemos haciendo con nuestras vidas