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Jeongin conocía de toda su vida a Seungmin. Desde el momento más antiguo que puede recordar ahí siempre estuvo Seungmin, pero no como la clase de amigo que él siempre solía ver con el resto de sus compañeros en la escuela, en las películas o lo que sea que fuese.

Jeongin y Seungmin tenían una extraña relación de amor y odio, de tira y afloja. No importaba lo mucho que ambos chocasen, reduciéndose en algunas ocasiones a agresiones físicas inofensivas jalándose el uno al otro el cabello, picando con rudeza sus mejillas, colocando el pie en el camino del otro para que cayesen, porque al final no podían vivir sin el otro a su lado. Sus infancias estuvieron repletas de risas, de discusiones sobre que las flores amarillas eran mucho más bonitas que las lilas de Jeongin o también, de Seungmin jalando del cabello a otros niños por haber estado molestando a su Innie.

La primaria fue literalmente una montaña rusa para ambos, pero la secundaria y preparatoria fue aún más impresionante.

A los quince años ambos se presentaron como omegas para su sorpresa y la de sus familias.

— ¿Cómo es posible? Seungmin siempre se comportó como un alfa. — Era lo que se cuestionó más de una vez aquel día Jeongin, pero a Seungmin no le importaba. De algún modo, nada cambió para Kim al saber su naturaleza, pero sí cambió algo al saber de Jeongin.

Ambos eran omegas, pero su instinto protector y un poco posesivo se alzó furioso con su Innie.

Desde la presentación, muchos alfas estuvieron acercándose a ambos omegas, sin embargo, Seungmin no tardaba un segundo en interponerse sin importar que los otros sujetos le sacasen una cabeza de altura y lucieran intimidantes, porque de algún modo, la idea de que alguien más tocase a Jeongin lo volvía loco de celos.

— ¿Mamá? — Preguntó una tarde Kim, recostado casi sobre la mesa de la cocina viendo a su madre cocinar, aquella que tarareó hacia él esperando que siguiese. — ¿Por qué... por qué no puedo apartarme de Jeongin?

— ¿Por qué es tu mejor amigo y lo quieres mucho? — Preguntó confusa la mayor, deteniéndose un segundo a mirar a su hijo.

— No... literalmente siento que sin Jeongin... — Alargó el silencio, no sabiendo si las palabras serían correctas, pero al pensar en ese instante en una vida sin Yang, supo que serían las ideales. — sin Jeongin yo no sería el mismo.

Su madre lo observó preocupada y no supo por qué, tampoco volvió a tocar el tema con ella, pero si buscó respuestas por otros lugares.

Una tarde después de las clases se hallaba ansioso, moviéndose de lado a lado fuera de la oficina de su profesor de biología, no sabiendo si sería el lugar indicado para recurrir, pero no conocía a nadie más que supiera tanto de Alfas y Omegas como él.

Con duda y temor, tocó la puerta esperando una respuesta que no tardó en llegar. — Pase.

Una vez dentro suspiró un poco más aliviado por la sonrisa amable de su maestro indicándole que tomara asiento. — ¿Qué lo trae por aquí, joven Kim?

Sus manos temblaban, sabiendo que su maestro podía oler su nerviosismo y mordiendo su labio inferior, habló:

— ¿Pueden haber omegas destinados?

— ¿Omegas destinados? — Reconoció la sorpresa en su voz, pero también una extraña emoción en la mirada de su maestro que no comprendía. Por lo que, poco a poco sintió la vergüenza, sintiéndose ridículo por estar allí preguntando algo como eso.

— Yo... yo lo siento, creo que es mejor que me vaya — Las palabras salían atropelladas de la boca de Seungmin, tratando de huir de la oficina tan rápido como pudiese, pero antes de casi correr fuera, la mano del hombre en su hombro lo detuvo.

De Omegas y Alfa [HyunMinIn] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora