Brote

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Un enorme matón montaba guardia ante la puerta del despacho de su jefe. La mansión era un antiguo palacio de la aristocracia rusa, reutilizado durante la época soviética por el KGB, lo que explicaba la ausencia absoluta de cuadros y otros elementos decorativos. El actual dueño, Eunji Katrov, el jefe que estaba tras la puerta, se había hecho con ella en una subasta y la había adaptado a sus necesidades, para convertirla al mismo tiempo en su vivienda personal y centro de operaciones.

– Lyov.

El gorila se volvió al abrirse la puerta.

– ¿Quiere algo, khozyain?

– Trae a tu mascota. –Lyov lo miró, confuso por la sonrisa cínica del jefe. Su única mascota era un masoquista– Hay algo que le interesará saber... y no le gustará.

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– ¿Eunji me ha mandado llamar?

Los ojos de color plomo del moreno encadenado brillaron al oír a Lyov. El matón puso los ojos en blanco: la atracción del chico hacia el mafioso era extremadamente enfermiza y obsesiva.

– No te hagas ilusiones.

– Desátame. –pidió

Lyov le quitó las cadenas que lo mantenían inmovilizado, pero antes de acabar le mordió con fuerza un hombro, haciéndole una herida con la marca de sus dientes. El otro, lejos de quejarse, gimió de placer.

– No tan alto, Adrik.

Adrik era otro de los muchos apodos del chico, pero lo usaba exclusivamente en un contexto muy determinado, a diferencia de los otros, que solía utilizarlos en varios.

Los dos hombres se habían conocido en la cárcel, pero habían coincidido en otras ocasiones, muchas de ellas en locales sadomasoquistas. A pesar de que ya se conocían mutuamente, se presentó entonces como Adrik y Lyov solía llamarlo así cuando estaban solos.

– Vístete. No es bueno hacer esperar al khozyain.

Obedeció y se vistió rápidamente. Lyov lo acompañó por los pasillos hasta el despacho, en silencio.Al ver la puerta otra vez cerrada, llamaron.

– Pasad.

Entraron los dos y Lyov cerró la puerta detrás de ellos. Eunji estaba sentado detrás del escritorio,a pecho descubierto, como acostumbraba dentro de la mansión,luciendo los tatuajes que indicaban sus hazañas y su elevada posición en la mafia rusa. Tenía en una mano un vaso de vodka.

– ¿Me necesitas para algo?–preguntó, acercándose a la mesa.

Eunji puso los ojos en blanco por su tono insinuante. Señaló la televisión que había en la pared,junto a la puerta.

– He pensado que te interesaría ver esto.

El masoquista abrió mucho los ojos. Lo que aparecía en la pantalla era una noticia de última hora, de un brutal asesinato múltiple que decían que era obra suya. Empezó a temblar y sus ojos brillaban con una furia asesina.

– No he sido yo.

– Ya lo sé.

Fue a decir algo, pero en ese momento el reportero dijo que había conseguido convencer (un eufemismo para no usar la expresión "soborno") a un policía para que entrase en la escena del crimen con una cámara oculta.

En la puerta había un gran cero pintado con sangre. Adrik sacó un cuchillo y se aferró a su mango con fuerza, cada vez más irritado. Esa era SU firma. Él era el asesino conocido mundialmente como Zero.

Al entrar, lo que se vio fue el desorden esperado después de una pelea, y sangre en el suelo y las paredes. Ya habían retirado los cadáveres.

Eunji sonrió al ver cómo el ambiente se volvía cada vez más peligroso alrededor del chico.

– Tienes carta blanca para buscarlo y hacerle lo que quieras a tu imitador.

– No es un imitador. Un imitador lo haría como yo. Esto es obra de un farsante que se quiere aprovechar de mi nombre. Y lo peor es que los idiotas de los policías no verán la diferencia. –el bajito cogió la botella de vodka que había sobre el escritorio y dio un largo trago directamente de ella– Zero sólo hay uno y ese soy yo. No voy a tolerar que nadie use mi nombre.Lo encontraré, lo acecharé y lo mataré, y ese asesinato hará historia.

– Tómate el tiempo que necesites, Vladimir. Si te necesito te llamaré.

Sólo hay un 0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora