El reflejo del alma
Era su primer mes viviendo sola, toda una emoción. Finalmente había conseguido un trabajo estable que le permitía pagar el alquiler, los servicios y cubrir sus necesidades básicas y las de Ámbar, su gata. Estaban muy cómodas, el departamento era un monoambiente espacioso y estaba bien ubicado. Los primeros días fueron difíciles, ambas estaban estresadas por el cambio y dormían bastante mal; pero poco a poco se fueron acostumbrando a los ruidos del edificio y a la nueva rutina.
Familiares y amigos la visitaron la primera semana y le llevaron varios regalos: un juego de vasos, almohadones, cuadros para decorar las paredes, plantas y muchos juguetes para Ámbar. Ella se sentía muy feliz y agradecida, pero había algo que le faltaba. Antes de mudarse había tenido una fuerte pelea con Valeria, su mejor amiga, y desde ese día habían dejado de hablarse. Su amiga opinaba que era una ridiculez la idea de irse de la casa de los padres porque ahí tenía todo lo que necesitaba, aunque en realidad parecía decirlo por celos. Siempre que tenía la oportunidad le hacía comentarios negativos acerca de sus decisiones, así que había decidido alejarse de ella hasta que se le pasara.
Un sábado a la tarde recibió una sorpresa realmente inesperada. Estaba recostada en el sillón leyendo un libro cuando sonó el timbre. Se acercó al comedor y descolgó el teléfono del portero.
- ¿Quién es? –preguntó extrañada.
- ¿Ya tenés lista la merienda? Tengo hambre –contestó una voz robótica.
Era Valeria y no hizo más que reírse y salir corriendo a su encuentro. Abrió la puerta y saltó hacia ella para fundirse en un abrazo, aunque no le fue correspondido porque su visita tenía las manos ocupadas. Cargaba con un gran paquete rectangular y fino que apoyaba en su pie derecho para trasladarlo mejor.
- ¿Y eso? –preguntó sonriente.
- Un pequeño regalito –le contestó su amiga divertida.
Primero hicieron un recorrido por el departamento y después se sentaron a merendar. Se pusieron al día con las novedades sin mencionar su distanciamiento, parecía que las dos querían dar por olvidado ese asunto y volver a ser las amigas de antes. La tarde iba llegando a su fin cediéndole lugar a una noche fresca y tranquila. Le propuso a Valeria que se quedara a dormir para que pudieran seguir conversando sin preocuparse de su regreso a casa, pero recibió una negativa como respuesta ya que su amiga estaba atrasada con unos trabajos prácticos de la universidad y debía levantarse temprano al día siguiente para estudiar. Estuvieron tan entretenidas que olvidaron por completo el obsequio.
- ¿Y? ¿No vas a abrir el regalo que te traje? –preguntó Valeria con impaciencia fingida.
- ¡Sí, claro! –respondió alegremente.
Era un espejo de pie de cuerpo entero que, a pesar de su apariencia, era muy liviano. Se mostró encantada, hacía rato que quería tener uno así. Valeria contó que ella misma había decorado el marco, lo había pintado de blanco y lo había adornado con mosaicos de vidrio naranjas, blancos y terracotas. Antes de la despedida le agradeció a su amiga el regalo y le propuso que la visitara más seguido.
Al día siguiente las cosas se pusieron raras y todo iría de mal en peor. Se despertó con un ruido estridente de vidrios rotos. Del susto saltó de la cama y se dirigió rápidamente hacia la cocina, pensando que su gata se había lastimado al pasar muy cerca de alguna vajilla olvidada sobre la mesada. No halló absolutamente nada, todo parecía estar íntegro en su lugar. Supuso que el estruendo se había debido a uno de sus vecinos y empezó a tranquilizarse cuando de pronto vio a Ámbar frente al nuevo espejo con la espalda encorvada y los pelos de punta, bufando enérgicamente. Se acercó a ella pero antes de que pudiera alcanzarla salió corriendo, algo la había asustado mucho. Miró su reflejo en el espejo y notó algo muy extraño: el color de sus ojos no era el mismo. Toda la vida los había tenido marrones cafés, como su padre, pero en ese momento estaban completamente verdes. Se asustó mucho, lo primero que pensó fue que se trataba de una enfermedad, así que fue al baño con paso apurado para verse en el espejo de allí. Con gran sorpresa comprobó que sus ojos se veían normales.
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El reflejo del alma
FantasiEn un entretenido compilado de cuentos cortos, Marisol Schmidt despliega la oscuridad antes de la luz o, para decirlo mejor, una antorcha en la oscuridad. Los desencuentros y abandonos que asoman de sus historias tienen el inconfundible retoque de l...