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Y me tienes diciendo: oh, ¿qué quieres de mí?

El capitán dominó su boca audazmente, tomando sus cabellos rosáceos y elevando el muslo a su cintura. Seokjin abrazó sus hombros, pasando las uñas romas por la desnuda espalda, derritiéndose en él.

E intenté comprar tu bonito corazón pero el precio era demasiado alto.

Las manos de ambos fueron bajando ansiosas a los pantalones del contrario, no soportando que la dichosa ropa les separara ínfimamente, sus entrepiernas se frotaron en todo el proceso endureciendo sus miembros.

Cielo, me tienes diciendo: oh.

Namjoon rompió su ropa interior violentamente impaciente, alcanzando el aceite del mueble con su mano derecha, embadurnó sus largos dedos.

Te encanta cuando me derrumbo.

Dándole la vuelta lo empotró contra la pared, Seokjin excitado por la brutalidad separó las piernas y alzó el culo.

Para así poder recomponerme y arrojarme contra un muro.

Las falanges entraron en su agujero salvajemente, preparándole de una forma deliciosamente dolorosa.

Cielo, me tienes diciendo: ah, ah.

Colocando una mano en su cuello y otra sujetando sus muñecas a la espalda, embistió en el cuerpo de su amante, sintiendo las cálidas paredes envolverle.

No dejes de amarme.

No renuncies a amarme.

Solo empieza a amarme cariño.

Con cada estocada el pecho de Seokjin rozaba la dura madera, sus pezones sensibles se frotaban en la aspereza y su pene rebotaba en el plano vientre.

Oh, y, cariño,

me estoy dando de puñetazos con el fuego, solo para estar cerca de ti.

La fogosidad de sus cuerpos, el chapoteo de sus pieles chocando, las graves exhalaciones y el sudor abrillantando sus rostros.

¿Podemos quemar algo juntos?

Quemándose el uno al otro.

Debe ser el amor en el cerebro lo que hace que me sienta así.

Namjoon comenzó a besar su espalda, dejando marcas rojizas y mordiendo la tierna carne. Disfrutando de firmar en el cuerpo que su amante le pertenecía, haciéndolo suyo.

Me deja llena de moratones, pero me lo hace tan bien, 

y no puedo tener suficiente.

Soltó el agarre de sus muñecas y masturbó el desatendido pene, sin parar el bestial ritmo de las embestidas.

Debe ser amor en el cerebro, sí, y sigue maldiciendo mi nombre.

- Joder, Capitán- el rey no sabía si podría aguantar mucho más en esa posición, sus piernas se volvían gelatina con ese hombre.

Sin importar lo que yo haga, no estoy bien sin ti.

𝓛𝓪 𝓿𝓲𝓭𝓪 𝓮𝓷 𝓽𝓾𝓼 𝓸𝓳𝓸𝓼  {Namjin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora