De todas las criaturas mitológicas, mi favorita es el fénix. Al principio me gustó por su relación con el fuego y su aparente inmortalidad, pero luego descubrí el verdadero significado de su ser. Tanto él como el tiempo son conceptos hermanos... ¿Qué digo? El fénix nace para explicar el tiempo y nuestra relación con el mismo, y eso es algo que pocos saben.
El fénix, implacable y valiente, amedrenta a quien se le oponga o intente enjaularlo y sólo se presenta ante las personas de buen corazón. El tiempo igualmente avanza haciendo inútil todo intento de retención. En el mundo uno comprar todo lo que desee si dispone del dinero necesario; todo menos tiempo y, sin embargo, siendo pobre pero honrado se puede disfrutar de una vida larga.
En un sentido más humano, el fénix explica los ciclos a los que estamos sometidos y la promesa de que ningún dolor es eterno. Claro que hay males más largos, como fénix que vivan más tiempo, pero tarde o temprano todo acaba. En ocasiones el dolor nos hará llorar de rabia o impotencia, pero una lágrima de fénix cura cualquier herida. Los problemas se solucionan, las enfermedades desaparecen y la vida continúa. El fénix muere dejando en las cenizas todo lo que una vez fue, pensando en lo que será a partir de ahora.
Es así que el fénix representa al tiempo y más a nosotros y nuestra resiliencia. Las personas, las comunidades e incluso naciones enteras pueden ser azoradas por el fuego de la tragedia, pero se volverán a levantar. Cuando todo parezca perdido, el fénix se prenderá en llamas y resurgirá de las cenizas más vivo que nunca.
