➻Chapter O4.

1.2K 200 57
                                    

El pasillo se sintió como la boca del lobo cuando se detuvo frente a la puerta donde yacía aquel demonio.

Jimin tembló, tal vez por miedo a que su alfa se convirtiera en una marioneta de la bestia. Los vellos de sus brazos se erizaron y su boca se secó cuando lentamente empujó la puerta.

Desde su niñez le habían dicho que los demonios eran seres del mal, pútridos, cubiertos por el hedor a muerte de los más inocentes. Siempre que oía aquellas historias se imaginaba el hedor de los perros muertos. Las ratas reventadas, envenenadas, el hedor de la sangre podrida que a veces sentía cuando un soldado moría. Pero Jimin aspiró con fuerza cuando entró a ese lugar, estaba oscuro, y apenas se notaban los pocos muebles que había. La habitación era tan grande y el suelo estaba cubierto por almohadones y alfombras, sus ojos chocaron con los ventanales, la brisa fresca que arrastraba el aroma dulzón a sus fosas nasales. Rápidamente retrocedió cuando notó el fino cuerpo curvilíneo del demonio recostado, dormido y sereno.

Jimin gruñó, en defensa, tenía la piel aperlada, de aspecto suave cuando la luz de la luna iluminó su cuerpo como si se tratase de un ser divino. Pero no. Era un demonio, se dijo, y claramente podría estar actuando en su contra haciendo que viera algo que realmente no pasaba.

El alfa frunció el ceño, aquella bestia fea se había apoderado de un rostro delicado, de nariz fina y pómulos rosados. Sus pestañas sedosas y pobladas eran largas y su cabello caía suave y finito sobre su frente, Jimin tragó saliva cuando sus ojos recorrieron los hombros pequeños, las clavículas marcadas y la seda blanca y pura que rodeaba la mitad de su pecho, sus piernas eran grandes y bonitas, toda tentación marcada que hicieron a Jimin confundirse. Su alfa rugió en su interior, anonado y asombrado por lo que veía.

—¿Eres realmente un demonio... Omega? —preguntó, y dio un paso temeroso. El alfa ladeó la cabeza, no se parecía a la criatura que había visto en su niñez, a decir verdad, este se trataba de uno más hermoso. Más irreal. Jimin mantuvo los ojos bien abiertos.

Pisó los almohadones de seda, eran suaves y ligeras, de pluma. El alfa se asomó cerca del demonio y aspiró con curiosidad su aroma. Era dulce, lindo, la mayoría de mujeres en el palacio mantenían un aroma distinto a ese. Llenó sus fosas nasales por completo, buscando grabar aquellas feromonas en su memoria, su mano se acercó con cautela a la seda que cubría al demonio de toda desnudez.

Apartó la seda para ver su pequeño torso, tenía el estómago plano y estaba completamente seguro que su palma rodearía toda aquella cintura. Su mano se volvió grande a su lado y sintió que sus mejillas se prendían cuando se acercó a las partes íntimas del Omega. ¿Será que ese demonio podía concebir como las historias contaban? Jimin pensó, este ser tenía un aspecto inhumano, irreal. Y cuando pensó en levantar la seda para ver lo que ocultaba ahí sintió la pequeña mano cálida rodear su muñeca. Rápidamente el alfa se apartó y cayó sobre los almohadones cuando observó al Omega igual de asustado que él.

Jimin sentía su corazón acelerado y rápidamente su ceño se frunció cuando observó al Omega arrinconado frente a él. Aquél ser lo miró, sus ojos raros, brillantes, cubiertos de toda sensación que el alfa no pudo entender. Su pecho suave y pequeño subía y bajaba.

—¿Tú...? ¿Tú estás asustado de mí? —preguntó, el Omega tragó saliva.

Jimin no comprendió cuando aquel chico empezó a temblar, el aroma a miedo gobernó los almohadones, la habitación. Cada espacio se cubrió de un aroma agridulce que incomodó al alfa.

—¿Tratas de engañarme? —preguntó a voz dura, no muy convencido, su alfa se llenó de enojo al verlo negar repetidas veces, su pequeño rostro hermoso se frunció como si quisiera llorar—. ¡Pues no me creo nada!

El Reflejo de tu Muerte (Jikook)[Adap.]|Omegaverse|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora