|02| Âme arrogante

66 5 0
                                    

1

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

1

Ven, acaricia mi ego.

El aire se coló dentro de mis huesos, a pesar de catalogarme en un ser entre el extremo de la vida, pero lejano de la muerte. Amargo cada una de mis acciones, me hizo temblar y teñir mis mejillas al frío de la noche. Mis ojos se tornaron en aquellas amatistas de aires inocentes y amorosos, viéndose ocupados por la tristeza, la dependencia en extrema de la presencia de su futuro prometido. Ella movió sus labios, en dicha ante la situación en la que nos encontrábamos. Caminando en un punto muerto, de la gran cuidad en la que por ocasiones limitadas podíamos ser merecedores al ser simples presas de grandes colmillos y sedientos deseos. En el caso de ella, de una altanería pura y un gran ego, digno de un melómano; en mi caso, siendo presa de un éxtasis temperamental de una lujuria en excesos del calibre de Masami Teroaka*, del cual no ponía ninguna queja, el disfrute es soberbio en cada una de sus caricias y gruñidos.

El charlar de la rubia a mi lado se detuvo conjunto sus pasos en medio de la nieve que decoraba la acera del lugar con un aire más muerto de lo normal.

––¿Ancel, escuchas eso? ––me preguntó mirándome con una mueca en cada centímetro de su rostro––. Se escucha como un tambor.

Apenas terminó de hablar, la cabeza me retumbo de forma fastidiosa, pude sentir con claridad el pinchazo de una navaja en mi nunca. Claramente la rubia no fue capaz de verlo, estaba inmersa en el ruido de ese tambor que poco a poco comenzó a romper mi calma en miles de fragmentos que se reflejaron en mis ojos llorosos; aun en mi tormento pude ver correr a la chica con pasos apresurados y una molesta curiosidad impregnada en cada fibra de su cuerpo, la delataron sus ojos brillosos.

––¡Yui! ¿Qué crees que haces?.

Los cabellos rubios se alejaron de mi vista y con ellos el menudo costal de huesos, carne y mortalidad. Con un estoicismo que, comenzó a mostrase atravez de mis manos que se apretaron con fuerza seguí las pisabas de la mujer. Me sorprendió la cantidad de tiendas y personas que esquivó sin lastimarse en absoluto ––como era costumbre–– ¡Insecto escurridizo! Tuve que saborear un poco del helado aire, para tomar a Yui de los hombros y sacudirla con fuerza ante mi impotencia. Ella se quedo estática entre mi enojo y dolencia, sus labios temblaron como los arboles que nos rodeaban y finalmente, con un toque de pena y cobardía sus ojos empezaron a mostrarme diamantes de agua.

Suspiré. Con la resignación jugando con mis manos.

La adrenalina que decoraba mi persona esa noche la había dejado esparcida en todo el camino de la persecución. Tenia la sospecha que la rubia, había salido corriendo con todo la intensión de quitarme este intimo encanto que tenia, aunque existía la incógnita de saber que lograría. Rara vez mi sonrisa dejaba de mostrarse.

––¿Qué carajo pasa contigo? ––pregunté soltándola–– Pudiste encontrarte con la muerte.

––¿No lo viste? ––gimió–– Era una especie de humo negro y podía escuchar mi nombre en ese sonido. Un tambor, para ser exacto.

The Music Of Bar Dystopia [Twenty SongFincs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora