a year with gidle ♡ sooshu

¡ delta !

El aroma a cítricos que Soojin desprende, inunda los pulmones de Shuhua. Quien tiene el sentido del olfato demasiado delicado para no notar las feromonas que la mayor desprende.

Su lobo se siente calmado desde que la chica dos años mayor a ella entra en la misma habitación en la que Shuhua esté, por más que este comportamiento avergüence a la menor.

Por eso, cuando la de cabellos negros está totalmente relajada en la silla de su escritorio, escuchando alguna canción de la popular cantante HyunA en su computadora, es fácil para ella percatarse del fuerte y adictivo aroma a naranjas de cierta alfa rubia.

No puede evitar concentrar sus sentidos en ella.

Sus oídos se agudizan en demasía para escuchar sus pisadas acercándose a su puerta, sus pulmones inundándose en la esencia ajena. Sus manos rogando por el contacto con la piel de la mayor, sus labios deseando probar los belfos de Soojin.

Dios, es tan patética.

Sus pómulos se colorean en un suave coral, demasiado avergonzada por sus pensamientos. Hay algo malo con ella, está segura.

No debe de pensar en Soojin como una pareja, está tan mal, ellas son-

Los golpes en la puerta hacen que su cuerpo se mueva por sí solo para atender a la imponente alfa detrás del objeto de madera.

El grueso olor hace presencia en cuanto abre la puerta. Quiere gemir por lo delicioso que es.

Pero su lobo tiene algo de orgullo, el poco que conserva.

—Hey, ¿puedo pasar? —la bonita sonrisa que le da, hace que sus rodillas se sientan de gelatina, pero se las arregla para asentir.

Esa sonrisa, Shuhua está segura que lo hace apropósito. Está tratando de provocarla.

¿Y qué puede hacer ella si ya ha caído ante tales encantos?

La de cabellos rubios se va a sentar en el borde de la cama ajena, Shuhua toma asiento en la silla donde estaba antes sentada, con la música ya apagada.

Soojin no se priva de observar, de olfatear.

Sus ojos están fijos en la de tez blanquecina.

Shuhua sólo puede describir la escena como si Soojin fuera un lobo gigante, y ella una pobre liebre que se cruzó con el hambriento animal.

No puede sostenerle más la mirada, demasiado nerviosa para los juegos de su mayor.

—Por favor deje de mirarme, me siento incómoda —el pequeño puchero que sus labios rosas crean, es totalmente apetecible para la mayor. Su mirada se ensombrece, y un escalofrío cruza por la espina dorsal de la menor.

—No puedo evitarlo, eres muy bonita, Shuhua —resalta y la nombrada suelta un quejido, con sus orejas rojas por la pena. Su mayor siempre hace eso, consciente del estado en el que deja a la pelinegra.

—Siempre hace eso —sus palabras salen acolchadas por sus belfos abultados—. Deje de hacerlo, me avergüenza.

Tiene un brazo alzado, colocado en el inicio de su silla de escritorio, donde su frente reposa, con la vista pegada en su regazo, pues está sentada de la manera contraria en la que se usan las sillas, para poder tener su atención en la mayor.

Sus dedos hacen un tamboreo en su muslo desnudo, pues el verano es insoportable y unos shorts cortos son lo único que hace mermar el clima.

Pero ahora, ni siquiera su ropa de verano es suficiente pues siente su rostro quemar en vergüenza.

Y lo siguiente que sabe, es que su habitación está siendo bañada en feromonas ajenas.

Para muchas personas, el olor de feromonas de una alfa las tendría en plena merced ante esta, pero Shuhua agradece el no ser una de ellas.