Segundo Fragmento

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14 de Marzo de 2004

Estaba muy emocionado, pues era mi décimo cuarto cumpleaños, habían regalos en la mesa. Percy e Isabela, eran mis mejores amigos, ellos nunca faltaban a uno de mis cumpleaños, aun no hubiera pastel, ellos estaban conmigo y preparábamos uno, aunque nunca era digno de ser comido; pues siempre terminaba quemándose por completo. Pero nos divertíamos mucho juntos. Mamá siempre se acompañaba de la señora Audrey, la noble amenaza. Ella delataba casi siempre nuestras travesuras, pero era una mujer muy amable cuando se le necesitaba.

Esa tarde, al terminar mi cena de cumpleaños, que se constituía de panes con carne y una ensalada de lechuga, queso y cebolla; procuré abrir los regalos sin esperar nada más. En una pequeña cajita de unos diez por diez, coloreada con un tapiz muy bonito de árboles secos. Destapé de ella, dentro había un relicario, tenía la foto de nosotros tres: Percy, a mi izquierda e Isabela a mi derecha, todos teníamos una sonrisa muy bien dibujada. Recuerdo el día que nos tomamos esa fotografía; nos fugamos de la escuela, pues había una pequeña feria a las afueras de la ciudad, fue el mismo año que conocimos a Isabela. Giré la cabeza para poder verla, se veía muy emocionada, sus ojos café me miraban con mucha ternura, se mordía el labio inferior y sonreía, mientras que con su mano derecha se recogía sus risos castaños y se los colocaba detrás de la oreja, su cabello tenía esa tranquilidad de estar bien a cualquier temperatura y a cualquier tipo de iluminación. Las mejillas de Isabela enrojecieron cuando la abracé y le agradecí por el hermoso relicario.  — Nos hacemos grandes Bella, cada año somos diferentes y no sé por qué. — Reímos mientras nos abrazamos, nos asustaba el hecho de ser adultos y tener que preocuparnos por cosas materiales todos los días. 

El Antagónico mundo de ThomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora