Te doy mis alas

Quinto Capítulo

Otra mañana fría del mes de octubre se dejaba caer a través de aquella ventana entreabierta, causando que Ayleah se retorciera bajo las sábanas soltando un pequeño gruñido aun entre sueños. Mientras Ayleah dormía, Ansel examinaba cuidadosamente su rostro como tratando de descifrar la expresión extraña en su rostro debido al frío, el cual él no sentía pero podía percibir; lo que si había podido sentir era aquella pesadilla que hizo que su protegida que removiera de manera violenta durante toda la noche mientras dormía, razón por la cual tuvo que intervenir y entrar en esta para acabar con ella, aunque al entrar se dio cuenta de la razón por la cual lo habían mandado con ella y era porque sus pesadillas no eran normales, sino que tenían una presencia muy fuerte y negativa en ellas, una que incluso a él le aterraba pero que solo él sabía como combatir.

Cuando Ayleah despertó logró sentir aquel viento frio que soplaba a través de la ventana y le calaba los huesos, pero se podía resolver rápidamente con una ducha caliente. Esta situación era muy diferente a la de Jean, quien con mucho esfuerzo tenía una cama digna y una cobija con la cual cubrirse un poco del frío porque él a diferente de Ayleah no había crecido en un hogar sólido, sino que había estado en diferentes casas de acogidas y al llegar a cierta edad tuvo que arreglárselas solo para poder seguir viviendo; por su parte, Ayleah no era adinerada, sino que su familia era de clase media y tenían lo necesario para vivir con algo de comodidad.

A diferencia de Jean y Ayleah, la mayoría de sus compañeros asistían a aquella escuela pública no por falta de dinero como ellos, sino porque este era un lugar que les generaba comodidad porque les permitía romper las reglas a su antojo sin sufrir consecuencia alguna a causa de eso y restregarles en la cara a sus compañeros todos sus lujos y el poder que estos jamás podrían tener. Todo esto se notaba en la manera en la que llegaban a la escuela, pues bastaba ver su ropa o sus autos para darse cuenta de quienes eran.

Al caminar otra mañana por aquellos largos pasillos que conducían hacia el salón de biología Ayleah se dio cuenta de dos cosas; la primera era que hoy el grupo de los chicos populares no la ignoraban, sino que notaron su existencia e incluso la saludaron y estaba segura de que eso se debía a que todos la habían visto cruzar palabras con Cristiano  la segunda era que a diferencia de los demás días no tenía esa sensación de miedo y pesadez que la acompañaba los demás días y eso se debía a que extrañamente su pesadilla de la noche anterior había tenido un inicio pero no un fin, sino que te pronto había desaparecido dejándola descansar y ella no se explicaba cómo.

Jean por su parte hoy tenía un semblante un poco más frío que de costumbre pero no le impidió a Ayleah darle aquella sonrisa que acostumbraba por las mañanas, esa misma que él nunca igualada pero que de alguna manera ella sabía que le correspondía de alguna manera, aunque fuese con una mirada vaga. Ayleah siempre había sentido curiosidad por Jean, debido a que quería conocerlo y saber quién realmente era él, pero este siempre había sido muy cerrado y nunca había hablado con nadie, incluso su voz resultaba algo desconocido para ella.
              
Mientras Ayleah trataba de concentrarse en aquella explicación de la profesora Swan, la cual era la primera que entendía en semanas, Ansel se dedicó a examinar cuidadosamente a cada uno de los presenten en aquel espacio, empezando por la profesora; quien le parecía algo sola pero con un espíritu bastante fuerte y alegre, pasando por Meghan, cuyo ángel guardián parecía triste y ni siquiera notó su existencia, luego se fijó en Paegan y Odhil quienes en cierta manera parecían ser la misma persona y eso se debía a que eran primos y parecían copias andantes del otro, los ángeles de ellos parecían molestos y tampoco lo notaban. Ansel se preguntaba por qué ninguno de los ángeles de los presentes lo notaba, quizás se debía a que era nuevo en todo esto o talvez era debido a que cumplía otro tipo de misión, pero sus teorías se vieron interrumpidas cuando sintió una mirada e incluso pudo escuchar que alguien lo llamaba, no a Ayleah, sino a él, por fin alguien se había percatado de su existencia y eso le hacía feliz.

Quien había notado a Ansel era Anael, el ángel guardián de Jean, quien no le habló ni intentó acercarse a él, pero con tan solo una mirada le hizo saber lo que pasaba. Ansel siguió un la mirada de Anael y se acercó a Jean para examinarlo detenidamente, se agachó a su altura para poder mirar sus ojos y cuando lo hizo algo se removió en él, pues estos ojos eran dueños de una gran tristeza que vagaba en busca de una cura, pero aun así su espíritu parecía poseer la pureza necesaria como para ser digno del mismo trato que un niño.

Ansel había escuchado sobre esto antes y sabía como se procedía en casos así, sin embargo él no podía hacer nada porque aunque el caso era admisible no era su responsabilidad y aunque Anael parecía necesitar ayuda podía y debía arreglárselas solo, a menos de que quisieran romper las reglas o tomar decisiones que implicaran niveles mayores de trabajo.

Ansel asintió como Ayleah se removió con incomodidad en su asiento y logró percibir nuevamente era mirada sobre que él pero en una dirección diferente esta vez, por lo cual pudo deducir  que no provenía de Ayleah porque ella no podría verlo, pero tampoco provenía de un ángel porque la sensación era diferente. Se volteó y lo observó entrar con cautela, vestido de negro y perfectamente arreglado sin apartar la mirada de la suya, tenía un olor muy fuerte y no estaba acompañado de un ángel guardián aunque tampoco parecía necesitarlo, pero el solo hecho de verlo y sentirlo aclaraba muchas dudas para Ansel.

-Eres tú.- Musitó Ansel sin estar muy seguro de si aquel ser lo escuchaba o no, aunque evidentemente no lo hizo, porque parecía poder verlo pero no percibirlo por completo.

Una pluma blanca y algo brillosa cayó sobre las manos de Ayleah, confirmando así que sin importar lo que pasara la misión de su ángel guardián había comenzado.