Cuarto Capítulo

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Mira el papel que aquel chico había dejado en su pupitre y suspira, todo en este día había sido caótico y ahora venía este chico a dejar este trocito de papel sobre su cuaderno y ella no podía entender el porqué de esto, pero algo que nunca olvidaría eran las palabras que este le dijo al entrar al salón de clases “Luces asustada, pequeña”. Pero ella no entendía como este podía notar eso si según ella estaba sola en el pasillo, a menos de que su mente le estuviera jugando una broma.

Últimamente todo resultaba extraño en la vida de Ayleah, desde sus pesadillas que empezaban a tomar cada vez más vida hasta aquel chico que a lo largo de su vida adolescente solo le había hablado un par de veces y ahora se acercaba a ella como si fuera su amiga e incluso más que eso, pero si había algo claro en toda esta historia era que Cristiano no se acercaría a ella si no quisiera algo a cambio.

En todo el trayecto a casa Ayleah había pensado en dos cosas, las palabras de Cristiano que la habían dejado con una intriga gigante y los ojos de Jean, aquel chico al que acostumbraba sonreír aunque no recibiera una respuesta, pero ahora no había sido así, él había buscado su sonrisa y ella simplemente no había tenido la fuerza suficiente para devolvérsela. Al llegar a casa, su madre le preguntó acerca de aquella visita a la dirección, Ayleah solía contarle todo lo que pasaba en su vida a su madre, quien sabía todo acerca de ella, todo excepto lo de sus pesadillas.          

-No mamá, no me metí en ningún problema, la directora solo quería hablar conmigo por rutina.- Mintió ante la pregunta de su madre mientras caminaba hacia su habitación. Había pensado en ocultarle eso a su madre, pero esta había encontrado la nota de la cita a la dirección y no tuvo más remedio que decirle de que se trataba.

Ayleah había pensado en contarle a su madre sobre sus pesadillas pero no encontraba razón para preocuparla porque estas no eran lo demasiado fuertes para alertarlas o al menos eso creía ella, luego de esa mañana ya no podía distinguir lo que era real y lo que no. Una lágrima rodó por su mejilla al sentir que el cansancio y el desvelo se apoderaban de ella, por ahora podía vivir con eso, pero era una bomba de tiempo y no sabía cuánto más podría soportarlo. Todos sus pensamientos se ven interrumpidos cuando algo extraño choca con su mejilla, como un particular viento helado que se concentraba solo en esa parte de su rostro, un viento que secó aquella lágrima que la atormentaba y le causó paz.

Ayleah frunció el ceño al sentir un nuevo aire extraño golpear contra su rostro luego de que su lágrima se secara en forma de una caricia, llevó su mano hacia su mejilla al sentir como la piel de esta cosquilleaba, como si se hubieran acercado a consolarla y así era, aquel que ella no sabía que tenía por tarea protegerla se había tomado tan en serio su tarea que el simple hecho de verla llorar le había encogido el espíritu y por esto se había acercado a consolarla. Ella no sabía lo que aquello significaba, pero le causaba paz y definitivamente quería volver a sentirlo.

-Sé que estás ahí.- Pronunció ella tratando de contener un sollozo sin saber muy bien que hacía, ella solo le hablaba al viento pero esas simples palabras hicieron que Ansel se estremeciera y se cuestionara sobre si alguien ya le había avisado a aquella chica de su llegada.- Abuelito, si eres tú por favor ayúdame a dormir otra vez como lo hacía en tus brazos.- Al escuchar esto Ansel se estremeció, se sentía aliviado por no ser descubierto, pero triste a la vez porque ella lo había confundido con alguien más, pero aunque no fuera su abuelito, estaba dispuesto a reconfortarla y se lo diría de no ser por la prohibición que esto implicaba. 

El solo hecho de sentir aquello que ella consideraba extraño había alejado de su mente todas sus preocupaciones y pensamientos anteriores para dar paso a la intriga que sentía de parte de lo que ella consideraba “una señal”, pero no sabía de donde provenía aquello. Necesitaba algo para distraerse y tratar de olvidar al menos por un momento lo que había pasado, lo que le recordó aquel papel que había guardado en el bolsillo trasero de su pantalón, lo sacó y al leer este dejó escapar una mueca de confusión debido al mensaje que este tenía escrito.

Hasta el peor demonio puede renacer en un ángel decía aquella nota en letras aparentemente escritas en pluma negra con una caligrafía cursiva perfectamente cuidada. Ella no sabía la razón por la cuál aquel chico se había tomado la molestia de escribir eso con tanto detenimiento y dejarlo sobre su cuaderno, aunque tenía una leve noción.

Cristiano Molishkov a sus 19 era conocido como “El hijo del diablo” por casi todos en la ciudad e incluso fuera de ella, se sabían pocas cosas de su infancia e incluso de su adolescencia, pero era temido por muchos y no tenía muchos amigos, se sabía que había repetido noveno grado por ser expulsado tras causarle una lesión cerebral a un compañero a causa de un golpe, su padre era un desconocido del que nadie sabía el nombre, pero decían que al igual que él inspiraba miedo, ambos de procedencia dudosa o desconocida.

Socialmente, Cristiano era el típico chico malo que estaba rodeado de chicas y chicos que anhelaban su amistad o ser como él, pero este no tenía comparación con nadie de su escuela, porque por muy cliché que sonara era despiadado y no se detenía a ver a nadie, incluso ignoraba a Meghan, la chica más popular de toda la escuela (quien alguna vez fue amiga de Ayleah), porque los únicos dignos de su amistad era Paegan y Odhil, un par de chicos iguales de despiadados y extraños que él.

Cristiano lo se acercaba a nadie de la escuela a menos que quisiera obtener algo o buscara diversión para pasar el rato, pero ese no era el caso. Ayleah creía que quizás buscara ayuda en alguna tarea, pero se equivocaba, él quería algo que no era eso, quería algo que solo ella podía darle.              
            

Te doy mis alasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora