cuatro (automatic stop)

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El trato era que temprano a la mañana iba a hacerle relevo a mi vieja: yo me iba a quedar en el hospital con la Yeya mientras ella venía a casa para bañarse, comer y descansar un poco. Puse tres alarmas, sabiendo perfectamente que me iba a dormir para las primeras dos, y así fue.

Cuando sonó la tercera alarma ya estaba lo suficientemente consciente para apagarla y revisar bien qué cosas había en mi celular. Tenía mensajes de Matías. Los abrí sabiendo lo que decían, porque había leído la notificación, pero todavía estaba incrédula.

no estoy enojado con vos, Lena

solo quiero verte bien

Miré el techo. A lo mejor yo sí le estaba importando, el tema era que no quería ilusionarme. Tenía miedo que fuesen simpatías porque yo estaba en un momento vulnerable, o al menos se suponía que lo estaba. A lo mejor una vez que muriese la Yeya y pasaran unas semanas no lo volvía a ver. Todavía no tenía del todo claro qué había hecho Sabrina para que viniese. O qué se suponía que estaba pasando. No podía dejar de pensar en cómo los había escuchado la noche anterior: ¿qué quería decir Sabri cuando le dijo "tanto que preguntaste por ella"? ¿Qué clase de cosas se suponía que tenía Matías para decirme? Seguro no eran buenas.

Algo tenía que contestarle y estaba harta de no saber qué decirle, así que me la jugué. Total todos me trataban con suavidad porque me tenían pena así que no tenía mucho que perder.

Entonces no te vayas.

Pretendí decirle "vos me estás haciendo bien a mí" pero no me animé. Lo escribí, lo borré, lo reescribí y lo borré de nuevo. Aparte no era del todo cierto. Me hacía bien verlo pero la incertidumbre me estaba matando. "No te vayas" fue lo mejor que se me ocurrió y aún así sonaba horrible, pero era mejor que nada.

No había borrado nuestro chat desde hacía tiempo, pero ya no tenía los mensajes de cuando éramos amigos. Había uno solo, el que le mandé en año nuevo dos años atrás. La tilde azulada había sido la última noticia que había tenido de él hasta ayer. Preferí no volver a leerlo por lo doloroso que me resultaba, y además se me iba a hacer tarde: me levanté y fui derecho a hacer café con leche para despertar a Sabrina, que todavía estaba roncando en el colchón pegado al mío.

No, Sabrina no tiene problema en ser una garrapata cuando ella quiere. Ella es así, es pegote: puede ser muy mal arriada, pero también es sumamente fiel a quienes ella elige. Fue así antes y estaba siendo así ahora, que todavía me estaba acompañando mientras yo estaba en la clínica para que mamá descanse. Desde que llegué había pasado casi un día entero y ella no me había dejado sola prácticamente nunca y un poco que ya sentía que necesitaba mi espacio, por más doloroso que fuera estar sola con mis pensamientos. No se lo pedí, igual, porque la conocía. Le podía negociar que me deje sola por la tarde, pero no que me deje sola ahora.

Era momento de aprovechar a sacar un poco más de info sobre lo que le estaba pasando a ella conmigo. Arranqué sacándome la primer duda.

- Sí, tu vieja habló conmigo para que te reciba -me contestó-. Me llamó desesperada porque iba a buscarte la vecina pero a último momento no pudo, y no sabía a quién más llamar. Por suerte tiene mi número todavía.

- ¿Y cómo se enteró Matías que yo estaba volviendo?

- Porque yo le conté -me dijo sin mirarme, mientras soplaba el vasito de café. El viento se levantaba en el patio interno de la clínica. Esperé que me dijese más pero no agregó más nada hasta después de dar el primer sorbo-. Tiene auto y me parecía más piola que nos lleve él antes que andar garpando en taxis.

- Ah, sí -intenté que no se me note la desilusión. Yo quería creer que él había preguntado por mí mientras yo no estaba. No tenía muchas pruebas para mi hipótesis, salvo lo que le había dicho Sabrina anoche y mis propias fantasías mientras estuve en Santa Fe, recordando cosas que habíamos pasado juntos, esperando que él también se acordase de mí.

río negro | matías candiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora