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─ ¡Uno más, Kageyama!

Una vez más, Kageyama y Hinata se habían quedado a practicar un par de pases luego del entrenamiento.
Estaban con energías suficientes para seguir toda la noche si era necesario.

Kageyama observó cómo su revoltoso compañero se acercaba a la línea posterior de la cancha para tomar vuelo y rematar uno de sus pases.
Mientras tomaba el balón, contempló con admiración la sonrisa que adornaba el rostro del más pequeño, su pelo disparado en todas direcciones debido al sudor, y éste mismo recorriendo cada parte de piel visible.

Sentía dentro de su pecho un extraño calor cada vez que sus ojos se encontraban, cada vez que entrenaban juntos, cada vez que remataba uno de los balones que levantaba para él.

Nunca había tenido esa sensación, casi como si tuviera una compresa caliente instalada en su torso.

Era muy difícil describirlo. Era mucho más que felicidad.
Y eso mismo, era lo que lo llevaba a realizar ciertas acciones con el otro.

Dejó en la canasta el balón que había tomado y con paso apresurado se acercó a la posición en la que el otro lo esperaba.

Hinata, confundido, vio como el pelinegro se acercaba amenazante.

¿Que había hecho esta vez?
De todas formas, mejor prevenir que esquivar algún que otro golpe.

Retrocedió un par de pasos, cerró los ojos y levantó sus brazos en posición de ataque, esperando el golpe que seguramente llegaría.

─ Hinata idiota... ─ Murmuró una vez llegó donde el otro. Lo tomó de las muñecas, apretó el agarre y acercó su cuerpo rápidamente.

En un segundo, el más bajo se vio siendo besado.

Ambas bocas sin moverse, tan solo sintiendo el cálido toque de sus labios.

Cada vez que el pelinegro tenía esos ataques de besos hacia su persona, sentía como todas sus inseguridades y cansancio acumulado se iban con esos labios en los pequeños momentos en que se separaban para tomar aire.

Hace aproximadamente dos semanas, habían tenido su primer beso.

Fue un poco rudo. Una mezcla de labios, dientes, lengua, dientes, saliva, dientes, sonrojos y dientes.
Quizás, habían chocado muchas veces sus dientes.

No solo había sido el primer beso entre ellos, si no que fue el primero de sus vidas, de su existencia.

Como esta vez, aquella había sido en una de las tantas veces que se quedaban a entrenar.

Quisieron intentar un pase nuevo, algo ideado por ambos, pero que implicaba que Hinata saltara muy cerca de Kageyama.

Saltó. Sí que lo hizo.

Sin embargo, no dimensionó a que distancia de la red debía hacerlo para no llevarse con él al pelinegro, por lo que fue inevitable el choque contra la red.

Antes de caer, se vio tratando de ser sostenido por el mayor; aún en esas condiciones, iba tan rápido que cayeron uno encima del otro.

Kageyama, refunfuñando, trató de quitarse de encima al peso muerto que era el más bajo, no obstante, lo sintió reír, ahogando las carcajadas en su pecho.

Y ahí, cayó rendido por la preciosa sonrisa que le mostraba.

No sabe por qué ente maligno fue poseído, o porque su cuerpo se movió solo.
Vamos, que él no era partícipe de ninguna historia de ninjas -como la que vio en televisión- donde uno de los personajes salvaba a su mejor amigo con la excusa de Mi cuerpo de movió solo. Alguien tenía que ser muy estúpido para creer que esos dos eran solamente mejores amigos.

Quizás ♡ KageHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora