Es magnifico

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Se había alistado y arreglado su madre le había peinado muy bonito, era la primera vez desde hacía dos meses que su hijo entablaba una conversación con otro pequeño, era muy alegre y algo tímido, pero aún no había conseguido amigos en su nueva escuela. Bien, solo llevaban dos meses allí así que no tenía por qué

preocuparse. Sonrió.

Se inclinó hacía él y le dio un gran beso en la mejilla, lo tomó de la mano y comenzaron a caminar, el paso hacía la entrada de la mansión Holmes era algo largo, y tardaban casi quince minutos en encontrar la puerta principal, tocando el timbre.

– ¿Puedo ayudarlos? – Sonó la voz del otro lado del alta voz, al parecer era el mayordomo.

– H-Hola.. – Susurro con voz dulce la Mamá Watson. – Buenas, tardes. Mi hijo ha sido invitado, a jugar.

– ¿A Jug… – Se escuchó que lo quitaron y entonces una voz infantil y conocida para el pequeño rubio sonó.

– ¿John?

– Hola Sherlock! – Gritó el pequeño para que el otro lo escuchase, con mucha alegría en su tono.

– Bien! Ahora te abro. – Después se escuchaba como se empezaba a abrir la puerta automáticamente y después de unos minutos el pelinegro salía con compañía de su mayor. – Hola John, Mucho gusto señora. – Le estrechó la mano cortésmente a lo que la señora correspondió con una sonrisa muy enternecida por el pequeño.

– Mucho gusto señora Watson. – Seguido de su hermano, Mycroft estrechó su mano. – Puede dejarlo hasta la hora que sea conveniente, Podemos llevarlo de regreso junto con nuestro mayordomo, a mi abuela le gusta que Sherlock tenga amigos.

– Me alegra mucho, apenas nos mudamos y me gusta que John encuentre amigos. – Le colocó su diestra encima de la nuca despeinándolo un poco, el pequeño solo se sonrojó y corrió al lado de su ahora "compañero", para despedirse y comenzar a caminar, mientras la puerta se cerraba detrás de ellos.

– Ven! – Le señalaba para que caminarán hacía la guarida. – Está será nuestro cuarto de juegos ¿Si?

– Me parece genial! – Miraba la casilla de madera, era para sus ojos una magnitud de madera y hermosa por doquier. Algo fantástico ante su mirar.

– ¿En serio? – Lo miraba con curiosidad.

– Sí, Es magnífica la casita!

– Que bueno que te agrade, Mycroft! – Se giraba ante su hermano que se comenzaba a retirar a dentro de la mansión por su pequeño Cupcake de refrigerio.

– ¿Qué necesitas Sherlock?

– John y yo estaremos jugando, por favor, no nos molesten.

– Tendrán que venir a comer después.

– Mycroft, eso es irrelevante! – Levantó las manos al aire como si eso fuera lo peor del mundo, lo cual hizo que el rubio le diera una pequeña risita cubriéndose un poco la boca con su mano, para que el otro no notara su pequeña sonrisa.

– Sherlock, te lo advierto. Vienen a comer o los obligaré.

– Ya quisiera intentar verlo! – Este le saco la lengua y corrió con John adentro de la casita. Mycroft solo rodó los ojos y entró a la casa cerrando la puerta.

– Vaya! Es todavía más genial por dentro, que por fuera… ¿Qué edad tienes? – Recorría con la vista cada rincón de aquella casa. Era amplia para ser una casa pequeña, y tenía una mini biblioteca dentro, una televisión que en realidad se veía inactiva. Sofás individuales y bastantes cuadernos clasificados por doquier, y sin olvidar los experimentos que el pequeño hacía.

– ¿He? – comenzó a mirar que había algo de desastre y pasó aquellos cuadernos tirados a apilarlos en una sola torre para que el otro pudiera adentrarse a recorrer más. – Tengo 7 años. Por lo que puedo deducir, tú tienes la misma edad que yo, aun que pareces más joven. Ya sabía que te acababas de mudar, por el color de tu piel.

– ¿Mi piel?

– Sí, Es pálida. Seguramente vienes de Londres, Yo vivo allá. Con mis padres y mi hermano. En fin, Sé que también vas en segundo de primaria, porque aún que hablas bien, al parecer aún no sabes leer o escribir muy bien.

– Como lo…

– Pude ver como mirabas mis cuadernos sin entender nada – Se reía. – Yo también estoy en segundo, le han dicho a mi mamá que si quisiera podría subir años, pero… Saco malas calificaciones, bueno no tan malas, pero a mamá le enfada que lo haga. Y es que es tan aburrido. Es más divertido leer en los periódicos las cosas que desaparecen y necesitan ser encontradas. – Decía con mucha emoción.

– Eso… Es asombroso, Sherlock. – Lo miraba con los ojos abiertos como platos sonriendo como si estuviese hipnotizado por todo lo que la pequeña boca del pálido niño frente a sí había recitado. Como si de un hechizo se tratase.

– ¿T-Tu… crees? – Otra vez lanzó una mirada curiosa.

– Sí..

– Los otros niños, a veces solo me empujan, o se ponen a llorar.

– Pues… Que tontos. – Sonreía de oreja a oreja y comenzó a revisar cada uno de los libros, sin entender, para después pasar por los cuadernos. – ¿Qué quieres jugar entonces?

– Bueno, en realidad. Quisiera jugar… – Bajó un poco la mirada. Se sentía algo avergonzado. ¿Y si el otro no quisiera jugar lo mismo que él?

– Vamos! No me dejes con la duda Sherlock! – Dejaba el cuaderno y se colocaba frente a él, con las manos entrecruzadas detrás de su espalda.

– A-A… Los piratas… – Miraba un poco al suelo y susurraba lo último.

– ¿Los piratas? – El pelinegro lo volteaba a ver, por un segundo creyó que eso había sido una pregunta de descontento. – Por supuesto!, pero los piratas tienen espadas y parches ¿No? Tendremos que buscar algunas!

– Yo tengo, Mamá me ha comprado de plástico.

– ¿En serio?.. – Se acercaba mirando por la ventanita de la casa, para ver el jardín. – Sería más divertido si las inventásemos nosotros!

– Me.. Parece, estupendo. – Sonrió de medio lado, en realidad todo lo que tenía era comprado, jamás le gustaba usar mucho su imaginación, pero ahora con la inocencia de su compañero, era más probable que la usaría toda solo para él.

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