(Literal los "títulos" son los nombres del TP)
Llevábamos horas sentadas en esa choza maltrecha, la mujer sólo me había hecho pasar, me indicó que me sentara en una modesta cama de paja mientras ella servía dos tazas de té. Se sentó en un banquito de madera y desde entonces ahí estábamos, en completo silencio.
Mi bebida ya estaba fría dado a que no pude probarla, era simplemente grotesco ver mosquitas muertas flotando en el obscuro líquido, sin embargo ella ya se había terminado su dichoso té, agarrando los insectos inertes de las alas y masticándolos como si de restos de galleta húmeda se tratase.
No sabía por qué estaba ahí, solo recuerdo pelear con mi marido como tantas otras veces lo habíamos hecho. Agarré a mi hijo del brazo y lo arrastré hasta su habitación, decidida a ignorar a aquel hombre inútil con el que desgraciadamente me casé. Acaricié los cabellos de mi pequeño niño, cantándole la nana más dulce que conocía, mirando al montañoso paisaje, demasiado similar al que ahora veía a través de las aberturas de la choza. Me dormí sin notarlo y cuando volví a abrir los ojos estaba recostada en el gélido pasto.
La mujer me encontró, me ayudó a pararme y con la sonrisa más tranquilizadora que vi en mi vida me tendió un poncho. En ese momento intenté hablar para agradecerle, pero justo cuando mis labios se abrieron ella posó un dedo en los propios con una clara orden de silencio. Su mirada se llenó de rabia y dolor mientras su sonrisa flaqueaba y los cuervos graznaban a lo lejos. Me agarró las manos y en ese instante observé cuan extraña era; una joven, intuí por la carencia de arrugas en su delicado rostro, su piel era tan pálida y grisácea que parecía un cadáver en vida, su pelo castaño y falto de canas, frágil y opaco, sus ojos tan claros que perfectamente podrían ser transparentes, pero su tacto era sin dudas lo más peculiar. Tocar sus manos era como sostener hielo, el frío me caló hasta los huesos provocándome un temblor por toda la espina dorsal y, cuando empezamos a andar, mis dedos se sentían entumecidos.
Pero eso no importaba ahora, cuando me arrancó la taza de té de las manos y me hizo un gesto para que la siguiera, agarrando justo antes un rebenque. Fui detrás de ella esperando una respuesta para las miles de preguntas que no me dejaba formular. Caminamos por un sendero hasta encontrar dos caballos, ambos de cabello negro, atados a un árbol, justo al lado de un desgastado cartel con inscripciones apenas legibles.- ¿Por qué esta estancia se llama "Los Cisnes" - pregunté, tratando de evadir el silencio.
- Por los cisnes de la laguna - me dijo señalando con su rebenque un lado problemático del monte.
- ¿Y los cisnes? - pregunté.
- ¿No le dije ya que todo ha desaparecido en esta estancia? - prosiguió - Todo, salvo los murciélagos, las arañas, los reptiles, usted y yo.Intenté responder negativamente a su pregunta cuando los cuervos se me adelantaron con aquél graznido, y entonces lo vi; vi los ojos vacíos de la mujer, sus mejillas ahuecadas, sus manos esqueléticas y sobre todo un disparo en su pecho, escurriendo rojiza sangre en el bello vestido que traía. Ella sonrió con putrefacta e incompleta dentadura y yo sólo atiné a recoger mi falda para no tropezar mientras corría lo más lejos que mis piernas pudieron llevarme.
Es a día de hoy, con arañas trepadas en mi vestimenta, cucarachas escondidas entre mis trenzas y cuervos merodeando en una interminable espera, que no logro entender dónde estoy, quién es ella y por qué, sin importar a dónde vaya, parece ser lo único que me encuentro en ese monte con su enfermiza choza.
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Producción de Textos
РазноеRelatos cortos que en realidad son trabajos prácticos para clases. Algunos son mejores que otros y ninguno tiene relación con los demás. Actualizo cada muerte de obispo tuerto y las historias son random.