El joven se movía de un lado al otro, incapaz de pensar estando quieto. Su banda favorita sonaba a todo volumen a través de las bocinas de su laptop, la pizza se enfriaba arriba de su mesita de luz, y a pesar de su hambre, él seguía ignorándolas. No sería la primera vez que no cenaba, además la pizza no le terminaba de gustar, así que aquel hecho era lo menos importante en su mente.
La puerta estaba trabada con llave, las persianas cerradas apenas dejaban entrar los rayos del sol y los pies del chico seguían descalzos desde que se había levantado en la mañana. Nada de esto importaba a los ojos del muchacho, que seguía soñando despierto. Cientos de escenarios imaginaron recorrían su mente sin descanso; escenarios dónde su vida era mejor de lo que realmente era, dónde tenía interesantes y extrañas aventuras, dónde era social y extrovertido con una personalidad agradable, dónde juntarse con sus muchos amigos era común y se pasaba todas las tardes entre risas y bromas, dónde tenía una relación perfecta y una familia envidiable. Esto era común para él, paseándose en su habitación fingiendo estar vagando en el espacio exterior, descubriendo los secretos de bosques encantados o luchando codo a codo contra el crimen en nombre de la justicia.
Las canciones terminaban para dejar paso a nuevas melodías de distintos artistas, algunos conocidos y otros no tanto, mientras que el joven era vagamente consciente. Sus tobillos empezaban a cansarse y su espalda a doler por su mala postura, pero él seguía inmerso en su propio mundo, en dramáticas discusiones con interesantes personajes que pronto se resolverían sin dejar marca, en adorables escenas con personas levemente similares a conocidos suyos, con infinidad de años de aventuras por delante. Entonces de su computadora salió una molesta voz femenina intentando convencerlo de contratar Spotify premium, arrastrándolo lejos de sus ensoñaciones y fantasías.
Suspiro levemente molesto, se sentó en la cama que hace semanas permanecía hecha un desastre y tomó un largo trago de agua de una botella que hace días estaba ahí. La mujer por fin se calló, dando lugar a su canción favorita, aquella que en antaño lo ponía de buen humor y ahora solo lo incitaba a volver ahogarse en su propia mente. Finalmente, no lo hizo gracias a los golpes en la puerta, en su lugar mordió por primera vez en horas una de las porciones de pizza y giró la llave en la cerradura.
- Tu hermano y yo vamos a almorzar mañana con los abuelos – habló su mamá justo después de abrir la puerta - ¿Les digo que vas?
- No, mañana voy a ver a mis amigos – mintió con la voz monótona y el gesto cansado.
- ¿A qué hora?
- Vamos a comer en el parque San Martin. Yo voy a llevar un termo con té – nada de eso era cierto, pero esperaba que fuese suficiente para que la mujer dejara de preguntar.
- Está bien, pero trata de ir a verlos de vez en cuando – dijo saliendo de la habitación ahora con el plato de comida en la mano – y si no vas a comer guarda la comida, hija.
El chico reprimió un gruñido frustrado y se conformó con cerrar la puerta detrás de su madre. Desbloqueo su celular con la ilusión de que alguno de sus amigos hubiese querido hablar con él, pero rápidamente la abandonó cuando notó que sus únicas notificaciones eran avisos de trabajos adeudados del secundario. Resopló por la nariz pensando en que hacer mientras la hora de dormir llegara. Pensó en dibujar algo, pero la falta de ideas lo detuvo, pensó en jugar algo, pero lo rutinario de esa acción lo detuvo, pensó en ver una serie, pero lo hastiado que estaba de éstas lo detuvo, pensó en publicar alguno de sus escritos, pero la vergüenza lo detuvo.
Le dio otro gran sorbo a la botella de agua, volvió al inicio de su playlist, reprodujo la primera canción y se puso de pie, dejándose llevar por aquella melodía que ya se sabía de memoria. Del otro lado, inmerso en su mundo ficticio, un hombre guapo de amable sonrisa lo recibía contento de volverlo a ver.
- Volviste – su voz sonó como una caricia a su alma.
- Nunca te abandonaría.
- Claro ¿Cómo podrías? Si conocerme a mi fue lo mejor que te pasó en la vida.
- ¡Callate tarado! Sos poco más que una molestia – le siguió la broma.
Y ahí estaba otra vez en su rutina, moviéndose de un lado al otro, incapaz de pensar estando quieto, con su banda favorita sonando a todo volumen a través de las bocinas de su laptop mientras fingía que su vida era mejor de lo que realmente era.
ESTÁS LEYENDO
Producción de Textos
AléatoireRelatos cortos que en realidad son trabajos prácticos para clases. Algunos son mejores que otros y ninguno tiene relación con los demás. Actualizo cada muerte de obispo tuerto y las historias son random.