1. Hija de un narco.

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TAMARA.

10 de enero.

—He luchado en vano. Ya no puedo más. Soy incapaz de contener mis sentimientos. Permítame que le diga que la admiro y amo apasionadamente.

No importa cuántas veces lea Orgullo y prejuicio, el señor Darcy siempre me impresionará. En esta parte, me provoca golpearlo por la manera en la que se le declaro a Elizabeth, sin embargo, no puedo dejar de amarlo por dejar a un lado su orgullo y hacerle frente a los prejuicios.

Por otro lado, le doy todo mi apoyo a Elizabeth, fue valiente y defendió su postura. En ese momento ella no estaba enamorada de Darcy —o quizá sí, solo que le era difícil admitir que estaba enamorada de un hombre tan orgulloso—, y gracias al cielo porque si no, no existirá esta historia.

El sonido de varios autos deteniéndose me saca de mi análisis. Volteo mi rostro para, desde la ventana de mi habitación, ver como sus hombres empiezan a bajar de los autos, ya llego.

Dejo a un lado mi libro, me pongo las pantuflas de Pucca y salgo de mi habitación para dirigirme a la puerta principal, voy casi trotando lo cual provoca que me falte un poco el aire. Vale, tengo que empezar a hacer un poco de ejercicio.

Me detengo a mitad de las escaleras, desde aquí puedo ver a la “novia” del momento de mi amado padre dirigirse a la puerta principal corriendo.

Volteo los ojos, ¿Qué esperan estas chicas? ¿Qué cuando mi padre entre, las alce y les dé vueltas como unas princesas? Alguien debería informarles que eso jamás sucederá.
Mi padre no es el hombre más sentimental del planeta, y mucho menos con chicas a las que usa por una semana y luego las deja, eso sí, las deja casi millonarias.

Lo veo cruzar la puerta con una gran sonrisa.

— ¿Dónde está la mujer más bella de este planeta? —dice lo suficientemente fuerte como para que hasta el vecino, que no tenemos, escuche.

—Aquí esta —dice Isabela. Oh, ella cree se refiere a ella.

He de admitir que mi padre no tiene malos gustos. Isabela, es una chica rubia, esbelta, de piel morena, con ojos avellana y una sonrisa que parece sacada de Colgate.

—Cariño, tú también eres bella, pero me refiero a mi hija —mi sonrisa es inmediata. Esta recién llegada realmente cree que puede conmigo, que ilusa.

Yo tampoco soy una chica muy amorosa, pero hoy lo seré solo para ver la cara que pondrá Isabela.

Corro hacia él gritando continuamente: papi.

Choco contra su torso, haciendo que se tambalee hacia atrás, pero logra mantener el equilibrio. Pasa sus brazos por mi cintura abrazándome fuertemente. Inhalo su aroma, huele a comida chatarra y un poco a licor, pero aun así me encanta. Estar así con él, me hace sentir segura.

Solo llevamos 5 días separados, cuando nos informó —a mí y a Isabela— que le había salido un negocio y nosotras debíamos volver a Medellín sin él. Yo no proteste, en realidad quería volver rápido a mi casa, pero Isabela se puse intensa, tanto así que le lloro solo para que la dejara quedarse con él.

Cuando me separo de mi padre inmediatamente volteo a ver a la rubia, que me estaba fulminado con la mirada, pero al advertir mi mirada me sonríe tensamente.

— ¿Cómo estas, Ara? —me pregunta mi padre llamándome por el apodo que mi madre me coloco.

—Bien papá, ¿Y tú?

—Ahora que te veo, estoy de maravilla —deja un beso en mi frente, para luego acercarse a Isabel y saludarla con un beso.

— ¡Mano derecha! —llama a su hombre de confianza. A estado con nosotros desde antes de mi nacimiento. “Mano derecha” es un alias peculiar, pero supongo que representa lo que él es para mi padre. Su nombre real es: Juan.

Hija de un narco [COMPLETA]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora