Único capítulo.

70 12 22
                                    

Gay. 

¿Es una buena forma de comenzar una historia? Creo que no. Pero es lo que soy, y comenzar con una palabra que me describa a la perfección me parece excelente.

Así que sí, me llamo Conan y soy gay. 

La verdad recuerdo el día en que me di cuenta de ello e inmediatamente me acepté. —obviamente antes no estaba muy seguro, pero tenía la leve duda sobre mi sexualidad. —Nunca me habían gustado las chicas y esa era como una señal para mí. 

Así que vamos a aquel día en que todo comenzó. 

Antes de todo, quiero decir que para aquel momento ya no había vuelta atrás. Sentía que él había cavado tan profundamente en mí que no había forma de sacarlo. 

Era un tres de diciembre, el día estaba helado y yo quería salir a jugar con la nieve. Bueno, en realidad quería ver a Daniel y ese día precisamente me di cuenta de ello. 

¿Saben de ese sentimiento en el que todo se esclarece y te repites que eres un tonto porque todo estuvo frente a ti desde un principio? 

Bueno, algo así sucedió aquel tres de diciembre. 

Llamé a Daniel para que fuésemos al parque. Evidentemente el yo confiado porque afuera no hubiera tanto frio tomo el control de mi ese día, porque adentro de mi casa con la calefacción prendida el ambiente era prefecto; sin embargo, afuera, aún con mi manga larga y mi chompa sentía tiritar mi cuerpo. 

Cuando nos vimos, él si había tomado sus precauciones. Estaba con varias prendas y se veía realmente gracioso. Estaba seguro de que su madre lo había obligado a vestirse de aquella forma. 

—Conan, estas temblando —dijo riendo mientras se acercaba. 

—¿Y tú? Parece que acabas de robar la sección invierno del centro comercial y lo llevas todo puesto —mencione riendo con él. 

Entonces vi cómo se quitaba su suéter y me lo tendía. 

—Toma, estas que mueres de frio. Aparte, a mí, mi madre me obligo. 

Y me sonrió. 

Me lo puse. Aunque se me dificulto meter mi cabeza, pero él me ayudo, para cuando esta salió y vi lo cerca que estábamos, morí por dentro. 

Él tan perfecto sonriendo con sus ojos brillantes. No pude evitar que la constelación de pecas que salpicaban en mis mejillas se tornaran rojas. 

Y entonces lo vi. No me gustaba pasar tiempo con él, me gustaba él. Me gustaba ver como su cabello lacio le tapaba los ojos y como él entonces se quejaba de ello, como si fuera el mayor delito. Me gustaba él y cada una de sus diferentes posiciones ante los variados temas de los que conversamos. Me gustaba él y todo lo que constituye su ser. 

Me gusta Daniel. Pareciera que todo este tiempo había tenido su figura con un cartel rojo neón que decía «Estas enamorado de mí, ya date cuenta», dentro de mi mente. 

Pero, justo entonces cuando me daba cuenta de aquello, de todos los sentimientos, de todas las noches de desvelo que le dedique, de cada minuto y hora que había usado para pensar en él, de todo a lo que me enfrentaría por amarlo, entonces, y como si Dios me mandase una señal, un perro apareció. 

¿Y qué con el perro? 

Pues este perro era perseguido por una chica de piel blanca como la nieve, cabello igual de lacio que el de Daniel y un cuerpo esbelto. Era un ángel. 

Un ángel endemoniado. 

La atención de aquel —que me había dado cuenta recientemente, que había estado enamorado por mucho tiempo— estaba puesta en ella. Él la veía con atención, reía por sus gestos inocentes y su rostro se tornaba rojo tanto por el frio como por la carrera que se estaba echando por perseguir a aquel pastor alemán. 

HEATHER ~Saga Cortos 06Donde viven las historias. Descúbrelo ahora