Capítulo 6

105 23 4
                                    

Dos semanas después de esa noche tan divertida, estamos en la escuela. Parece que convivimos todos en paz. Joaquín ya no me volvió a molestar desde nuestra pelea en el gimnasio, Bruno no pudo estar con la chica, parece que tenía novio. Luciano está súper feliz con su novia y Oscar, asqueroso como siempre. ¿Cómo estoy yo? Súper feliz con ellos. Bruno se convirtió en mi mejor amigo, pero a la vez en mi amor secreto. Prácticamente, él está conmigo todo el tiempo. Probablemente me considera como un hermano, pero yo aprovecho para admirarlo cada vez que puedo.

—Ya tenemos que empezar a planear la fiesta de graduación —dice Felipe en una hora libre, ya que un profesor faltó—. Podríamos decir ahora qué es lo que queremos. ¿Vamos a venir con chicas o no? ¿Va a ser sólo una reunión entre nosotros o qué? ¿Qué proponen?

—Yo digo que hay que venir con mujeres, alcohol, fiesta... ¡chicos! Es la fiesta de graduación, no una fiesta infantil. —¿Adivinan quién dijo eso? Ja, claro. El estúpido de Joaquín, siempre pensando en hacer lío.

—Votemos —propone un tal Kevin. Recién ayer supe su nombre—. Levante la mano quién quiere chicas.

Todo el grado levanta la mano, así que yo también me sumo.

—¿Quién quiere alcohol?

La mayoría vota por eso, pero no todos.

—Bueno, los que quieren tomar compran las bebidas —comenta Oscar.

Todos se ponen de acuerdo. Fue buena esa idea, me parece justa. Creo que en mi anterior escuela nunca nos hubiésemos puesto de acuerdo en algo sobre éste tema. Siempre estuvimos peleando mientras decidíamos la fiesta de egresados. Acá es todo tan fácil... seguro que es porque son todos hombres. Piensan todos lo mismo.

—¿Va a ser en el gimnasio de la escuela? —pregunta mi primo.

—No, acá nos van a vigilar los profesores. Felipe tiene una casa con un patio enorme, me parece que es perfecto para hacer la fiesta, ¿qué decís, Colo? —dice Joaquín.

—Genial, yo no tengo problemas en prestar mi casa. Pero al otro día tienen que ayudar a limpiarla —responde el interpelado, riéndose.

Todos ríen y asienten con la cabeza o con unos débiles "sí".

—Ya está todo decidido entonces, sólo hay que elegir algún DJ, invitar a la gente, y comprar algunos artículos como parlantes y luces —dice mi primo.

—¿De dónde vamos a sacar la plata? —pregunta Bruno.

Se miran entre todos.

—Te vendemos, negro —replica Joaquín.

Resoplo. Aparte de ser idiota, es racista.

—Hablando en serio, rubio. ¿De dónde lo sacaremos?

Nos quedamos todos en silencio. Todo lindo, muchas ilusiones pero nadie pensó en eso. Pienso en la forma en la que íbamos a ganar dinero con mi ex escuela.

—Bueno... podríamos vender rifas para sorteos, vender cosas en los almuerzos a otros alumnos, pedir limosnas... —propongo.

—Buena esa, primo. Pero lo de la limosnas, no. Cada uno puede poner un poco de dinero también. Joaquín, vos sos millonario, prácticamente. Tenés una familia de bien, ¿nadie puede ayudar? —dice Luciano.

—Supongo que sí. Hablaré con ellos, al fin y al cabo, todavía faltan tres meses.

—Tres meses pasan volando...

Después de clases, salgo con mi amor platónico al centro comercial. Vamos a comprar ropa para la fiesta, ya que él siempre quiere todo con antelación y es demasiado ansioso.

—Menos mal que arreglamos todo antes de tiempo. Si lo hacíamos a último momento, la fiesta sería un fraude, un desastre —dice.

—Sí, espero que salga todo bien.

Odio a las chicas que pasan por nuestro lado y lo miran. En serio, ¿más obvias no pueden ser? Y él también las mira... ¿qué pasaría si le digo que soy una mujer? Es decir, ¿se enojaría conmigo por mentirle todo este tiempo? Espero que nunca tenga que llegar a esa situación. Nunca lo quiero perder, nunca encontré a un chico igual a él y quiero permanecer a su lado aunque tenga que hacer de cuenta que soy hombre.

—¿Pasa algo? —cuestiona al notar que estoy callada y lo miro mucho.

—No, me quedé pensativo... no es nada.

Mi teléfono suena. Miro la pantalla y veo que dice "Mamá". Le atiendo. Ya pasó mucho desde esa vez que le contesté mal y ahora estamos amigadas otra vez, es mi madre, la amo y no puedo estar enojada con ella.

—Hola ma, ¿qué pasa? —digo.

—Hija, ¿dónde estás? No dijiste que ibas a volver tarde y tu amigo te está esperando en la puerta para salir.

Me detengo. ¿Qué amigo? El único que sabe dónde vivo es Bruno, y mis padres ya lo conocen bien porque se quedó muchas veces a comer en casa.

—¿Cómo es él, mamá?

—Es muy lindo, rubio de ojos claros. Parece encantador. ¿Dónde estás?

Es Joaquín. Estoy segura. ¿Qué hace esperándome? ¿Qué quiere ahora? Mi estómago empieza a doler, estoy nerviosa.

—Okay, en un rato estoy ahí. Decile que pase más tarde.

—Bueno, Mili, pero no tardes.

Corto la llamada. ¿Qué hace ese idiota en mi casa? ¿Cómo consiguió la dirección?

—¿Lucas? ¿Está todo bien? Te pusiste pálido de repente —dice Bruno, mirándome preocupado.

—Sí, todo perfecto. Solamente tuve un problema en casa y tengo que irme, perdón.

—Está todo bien, ¿querés que te acompañe?

—No, gracias. Nos vemos mañana en la escuela.

Lo saludo y me voy. ¿Qué querrá ese idiota? Repito todo el tiempo en mi mente.

En el camino, aparte de pensar en lo que Joaquín me quiere decir, pienso en besar a Bruno. Es mi mejor amigo y él piensa que yo también soy su amigo. Pero en realidad no, estoy enamorada de él. Sé todo lo que le pasa, todo lo que siente... me dan ganas de decirle toda la verdad, decirle que soy una chica, que me mire como a una mujer, que haría todo porque sea feliz. Quiero ver esa sonrisa siempre...

Bajo del colectivo en la esquina de mi casa. El rubio está sentado en la vereda y se levanta de repente cuando me ve.

—Vamos a dar una vuelta... —dice, sonriendo. Me toma del brazo y empezamos a caminar.

—¿Qué querés?

—Va a ser rápido, Zalceria... —Pasa la lengua sobre sus labios mientras me mira fijamente—. ¿Te acordás de ese día en que te vi, observando encantado ese vestido? —Asiento.

—Al grano, que no tengo tiempo para tonterías —apuro.

—Bueno... te dije que algo acerca de vos no me cerraba. ¿Sabés qué era? —Niego con la cabeza y suelto un bufido—. Sé tu secreto, Lucas. Mmm... ¿o tal vez tendría que decirte Milagros?

Mi corazón se detiene y mi vista se nubla. Si parpadeo me caen las lágrimas, así que solo me suelto de su agarre y me voy corriendo, de nuevo a mi casa.

—¿Qué pasó? —cuestiona mi madre, acercándose rápidamente hacia mí al ver que me derrumbo en el piso, llorando, apenas cierro la puerta. La miro a los ojos mientras le digo:

—Lo sabe mamá. Joaquín sabe que soy mujer... y estoy segura que se lo va a contar a todos. 

Una intrusa en el institutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora