κεφάλαιο ένα - 01

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—Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como nosotros también perdonamos a los que nos ofende. No nos deje caer en la tentación y libranos del mal, amén. —predicó por sexta vez en la noche, si lo viera su padre no dudaría en azotarle una cachetada y darle un sermón, todo por las lagrimas calientes y silenciosas que caían por sus mejillas, se deslizaban por su pera y finalizaban en una fina línea desde su cuello, llegando un poco más arriba de su pecho. No podía hacer más que rogar y pedir un perdón que sabía no merecía, no eran horas para estar haciendo aquello, pero el juraba o, más bien, trataba de convencerse, que si no pensaba en otra cosa que no fueran oraciones, no volvería a soñar ese tipo de blasfemias.

Kihyun era pequeño, casi un adulto, pero aún así pequeño en muchos sentidos. Poseía una corta altura para sus 17 años, la última visita con el médico del pueblo había sido hace unos meses y este sin rechistar anunció que el pequeño Yoo Kihyun, al paso en el que iba; podría quizás quedar permanentemente en su actual altura, que cabe decir, no sobrepasaba el 1.72. Su madre ante esta noticia solamente procedió a asentir, siempre callada, y su padre como el buen obispo que hacía ver que era, estrechó sus manos con aquél hombre, le deseó suerte y pronunció un amable "nos vemos el domingo en misa".
Que cambio y cambios habían siempre que llegaban a la casa, su progenitor le tomó del brazo, tan fuerte que a las horas del suceso la zona se había tornado morada, lo miró y gritó "¿Qué clase de hombre no crece?, ve y reza 5 Aves Marias", mientras que su madre se dedicaba a ver con ojos cansados aquella situación, igual a las demás, tan cotidianas a las que ya estaban acostumbrados.

Kihyun a su corta edad, aquél lunes por la mañana, comprendió la falta de cariño que le proporcionaba su padre, pero que nunca había entendido, o que meramente quizás se negaba a entender; este estaba decepcionado por esa escasez de masculinidad que poseía.

Dios sabe cuanto lloró y rogó esa noche por crecer.

Y aunque Kihyun no se diera cuenta, era un niño muy corto de mente también, este siendo su mayor defecto. No podía ver más allá de los caminos que dividían su pueblo con el vecino, no veía que fuera de su casa habían más lugares para vivir, no visualizaba un escape de donde habitaba. El mismo se encerraba en su juzgamiento y mente, él era el mayor provocante de su sin fin de sufrimientos y arrepentimientos.

Por esto, cuando se acostó a dormir ese domingo de misa y de tanta pesadez, su mente creó aquella utopía depravada que lo dejó en la punta de la cama de rodillas, con ambas manos juntas, bajo estas su querida biblia y el rosario entre sus dedos.

"Los besos le cortaban el aire, le sacaban el aliento, sus pecho dolía por la falta de oxígeno en los pulmones, pero sus manos tercas no pensaban en soltar el azabache cabello de el hombre encima suyo, entre sus piernas. Empujaba su quijada para que sus labios estén lo más cerca posible de los contrarios, apretaba la cabeza ajena para que sus lenguas se adentren con mayor profundidad en sus bocas. El ruido de los chasquidos estaban haciendolo temblar, y cuando sintió que sus pulmones ya iban a estallarle se separó con una necesidad de no hacerlo de los belfos que, ahora observaba estaban rojos e hinchados.

Subió sus ojos lentamente, pasándolos desde los labios del morocho, su perfecta y pequeña nariz, hasta llegar a aquellos orbes tan profundos que juraba que si los veía con mayor intensidad se ahogaría en ellos. El hermoso hombre respiraba de forma descontrolada y su aliento chocaba directamente contra su boca, pidiéndole permiso en esos suspiros que le deje adentrarse en su cavidad bucal una vez más. Él solo atinó a soltar un suave y bajo jadeo, invitándolo a hacerlo. El morocho no dudó ni una vez y con una última mirada que le hizo estremecer lo más profundo de su ser, retomaron lo que anteriormente habían dejado.

pagan of the good times ;; showkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora