Capítulo 4: Celeste

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Durante la segunda semana del quinto semestre, la escuela se alborotó con la llegada Ingrid Mendoza, pero los más emocionados no eran los alumnos, sino el personal docente. Celeste estaba sentada en la estructura de concreto que formaba una de las siete jardineras que rodeaban los árboles más grandes del CBF No.1; Israel estaba sentado a su derecha y Ricardo a su izquierda. Los tres guardaron silencio al ver pasar al cortejo conformado por el director, el subdirector, el entrenador de deportes —a quienes todos conocían como «el profe»— y un grupo de maestros. A ojo de buen cubero parecían ser más o menos veinte personas acompañando a la futbolista a conocer las instalaciones del bachillerato.

—No entiendo cuál es la emoción —dijo Ricardo, siguiendo al gentío con la mirada.

—Es Ingrid Mendoza, era obvio que iban a ponerse como locos —respondió Israel, volteando en otra dirección, como si estuviera esforzándose por dejar bien claro no tenía interés en el tema.

—¿Quién? —Ricardo entrecerró los ojos, como si una visión más nítida fuese a iluminar su ignorancia futbolística.

—Juega para «Las galácticas» del Instituto Colón —respondió Celeste, siguiendo a Ingrid con la mirada—. Han sido campeonas estatales por dos años seguidos, y son actuales campeonas del torneo nacional del Colón. Ella se llevó el trofeo de goleo individual el semestre pasado y todos apuestan que se lo llevará en el siguiente torneo también.

—Jugaba —corrigió Israel con tono catedrático—, ahora va a jugar para nosotros.

—Exacto —Celeste miró a Ricardo—. Están como locos porque saben que es una suerte que haya aceptado jugar para nosotros. Con ella en el equipo podemos aspirar a cosas grandes —dijo, apenas logrando contener su emoción.

Ricardo abrió la boca para hablar, pero Israel intervino con tono burlón.

—Sí claro: suerte. Fuimos la única escuela que la recogió después de que la desechó el Colón —Israel forzó una carcajada.

—Tu veneno no viene al caso —respondió Celeste.

—¿La expulsaron? —preguntó Ricardo—. ¿Por qué renunciaron a su mejor elemento? Ninguna escuela expulsa a sus estrellas deportivas.

—Son chismes —se adelantó Celeste, presintiendo que Israel estaba ya preparándose para contar la historia de Ingrid con todo y detalles que él mismo desconocía.

Si había algo que Israel hacía a la perfección, era cargar una historia con emoción, aunque a veces eso significase distorsionar partes de la misma o tomarse bastante licencia creativa.

—Dicen —Israel miró a Celeste con especial entusiasmo, regocijándose de antemano en la seguridad de que estaba por contribuir a la destrucción de la reputación de la campeona estatal de goleo—, que la echaron por lesbiana. Según cuentan, la atraparon con las manos en... bueno, no precisamente en la masa sino en...

—¡Son chismes! —interrumpió Celeste, moviendo la cabeza de manera negativa. Ella admiraba a Ingrid y no iba a permitir que Israel la difamase de ese modo—. No le hagas caso —le dijo a Ricardo.

—La verdad es que no se le ve muy femenina, y si juega fut... —Ricardo se detuvo.

—A ver —Celeste se cruzó de brazos, mirándolo con una intensidad que advertía consecuencias graves—, yo también estoy en el equipo de futbol ¿eso me hace automáticamente lesbiana?

—Es diferente —Ricardo miró a Israel, buscando apoyo, pero él se limitó a sonreír, complacido con la monumental metida de pata de su amigo—. Tú eres súper femenina; además tú eres punto y aparte de cualquier chava y no hablo únicamente de las del equipo de futbol, sino en general.

Ingrid y CelesteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora