Desde mis primeras pinceladas en el lienzo de la memoria siempre me han gustado las cosas simples, las cosas sencillas que te entrega la vida, pues uno puede interpretar los momentos con una amalgama de formas. Divino regalo entregado por mi madre en la infancia, estando en cada paso que daba, sobreprotectora con su abrazo, pues al venir con problemas antes de nacer y realmente sin ser un prenato, sino un quiste como decían los médicos a la mujer que en su fibra materna sabía que estaban equivocados; pero también una amabilidad y calidez tan sólo igualada con las caricias del sol en las flores del desierto que me críe, el bello desierto de Atacama. Invito al lector a caminar alguna vez por el sendero de su gente, de voces anónimas de sal y cobre, a su cúpula de estrellas cuando el cielo despejado te convierte en el centro del universo; El mismo lugar donde mi madre cantaba sus saetas al amanecer. Fugaz recuerdo de mi niñez inmortalizados en el alma, puedo hablar con orgullo de la voz que sumía mis pensamientos en su canto, creo que en esta etapa de mi vida comprendí que una melodía sólo es hermosa si lleva amor entre sus notas. Mi padre, filósofo esculpido por la vida, hombre de historias que debiera estar en los aposentos de una galería del esfuerzo, siempre sereno, temple de acero; su voz jamás pronunció palabras petulantes, pero sus actos profieren de aquellas historias, doy mi fe en garantía a ello. Un hombre de pocas palabras, pero exactas, de tiempo reducido, pero el justo. Realmente te admiro viejo, pero jamás te lo expresé, espero que, si un día lees esto, abrazarte fuerte como debí hacerlo hace bastante tiempo. También cabe mencionar mi agradecimiento y decirte que el recuerdo más remoto de ti, es un lugar del cual mi mente un poco desgastada de imágenes tiene guardada en una cajita atada a tu rostro sonriendo, tan solo un momento que cuando lo revivo no puedo evitar dejar escapar una sonrisa, sentados en una calle cualquiera, fuera de un local de comida rápida comiendo pollo frito, rostizado, nunca pude definir como era ese pollo, algo que para mí era inalcanzable en esos días, que como muchos niños solo lo veíamos por televisión, esa vieja caja que para sintonizar los canales nacionales movíamos un alicate e imaginaba esos chicos de la gran compañía americana y su cajita feliz... pero yo, sólo era feliz por compartir contigo ese momento; Aquí quiero detenerme y mencionar algo que la vida sabiamente con el tiempo dejó tallado en el mástil de este barco en mar abierto, lo que recordamos de nuestros seres queridos, no son la casa, el auto, las tierras, lo que el dinero te pudo regalar, en fin... la mayor parte de lo material, sin desmerecer aquellos objetos con un significado especial o en sí, lo que quería remarcar en este breve stand-by, son los momentos, esos pequeños instantes impresos como una fotografía, no hacen falta palabras para algunos de ellos, tan solo, esos momentos.
Así es como se va nutriendo nuestro ser, floreciendo lentamente en cuerpo, mente y espíritu, no por separado sino todos ellos juntos en uno, la respuesta a la vida según mis pocos años en ella, lo que se me ha dejado ver tras las persianas de mi sendero, lo que me forja a interpretarla de esta manera, no es el amor, ni el odio, ni la diversidad de emociones que nos lleva a crecer; en mi visión, en mi opinión sin desdeñar vuestro credo, pues todos miramos desde distintas esquinas el adorno en el centro de la mesa, para mí lo que mueve el mundo en balance a estos tres en uno solo, pero a la vez nos armoniza con todos, es la igualdad, el equilibrio, no puede convivir la alegría sin la tristeza, el recuerdo sin lo venidero, no podría ser sólo luz ya que cegaría nuestros ojos al deslumbrar sin encontrar el descanso en la sombra, esa simetría que ordena nuestro ser, esa instintiva sinergia entre las partes, esa misma que nos hace ser quienes somos, la misma que fui perdiendo por satisfacer al resto, olvidando tras cada manto de polvo que se presentaba en el camino, dejando escondido en los rincones más ambiguos de mi personalidad, sin expresarle a nadie, sin escuchar mi cuerpo, mi mente, mi espíritu, deplorando lo que realmente deseaba ser, lo que realmente deseaba vivir, ver, tocar, disfrutar, saciar, lo que realmente anhelada, y así generando el rimero de preocupaciones, pesadumbre y ansiedad que tejían su telaraña en lo más profundo de mi.
De niño siempre fue divertido descubrir cosas las cuales generaban expectativas en mi familia, nunca me gustaron en su inicio las palabras, inclusive ahora con mis veintiséis inviernos, cuando un primero de julio mi madre besaba por primera vez mi rostro ensombrecido por mi piel canela; mi amor, la fascinación de mis primeros años siempre fueron los números, al revelarse ante mis ojos que del uno al diez no eran los únicos que existían como contaban otros niños en mi pequeño pueblo, en mi pequeño jardín, mi asombro era enorme al desvelar que si juntabas uno con otro nacía uno nuevo, mi mente rebosaba de curiosidad el instinto de saber más y absorbía cuanta información había de ellos, millones y millones de posibilidades se manifestaban ante esta criatura. Escribía números que mi limitado vocabulario no podía pronunciar, menos leer; conocía por su forma a los números del uno al cien, pero aún tenía problemas con aprenderme las vocales, bendita sea quien me dio la vida por darme ese mural de cartón con tanto conocimiento que hasta mis días de hoy recuerdo, ahí estaban todos ellos para llenar la imaginación de un niño. Ahí mismo, en el mural de sabiduría había cosas que desconocía, pequeños símbolos de líneas y puntos. Con las ansias de saber le pregunte a mi madre qué eran las extrañas figuras, sólo para darme cuenta de cómo se creaban más números: sumar, restar, multiplicar y dividir. Adquirí nuevos elementos en ese basto mundo, aún recuerdo cuando corría a la cocina buscando tus acertijos para resolver, para que me hicieras sumas y restas simplemente para ver números que se transformaban en otros números, era mi deleite, el sueño de un niño en un lugar de este planeta, era felicidad pura en manos inexpertas.
En la enseñanza básica era un niño de tantos con hambre de conocimiento, no silenciaba mi voz nunca, el eco de mis labios se dejaba aparecer enunciando dudas y respuestas desde el fondo del salón, quería saber y saber, muchas veces se me regañaba por alzar palabras sin permiso, tenía lo bueno y lo malo, era un niño más con sus cualidades y defectos, aunque cometo una falta a la arrogancia al decir esto, me consideraba saber un poco más que el resto pues a pesar de mis regaños siempre recibía elogios por los mayores en esa época, de mis profesores, de gente que veía un niño que en vez de estar corriendo detrás de una pelota le gustaba más tirarse al suelo con papel y lápiz a sacar cuentas.
Poco a poco iban creciendo las visiones de un niño ingeniero, un profesional con título, alguien digno de admirar por la sociedad; procedente de una familia modesta y sin lujos más que mi padre llegara cada noche con alguna golosina, un dulce pequeño para entregarle una sonrisa a mi o mi hermana, un beso a mi madre y, la alegría que siempre traía consigo, pero dentro de todas expectativas, por encima de todos esos: "tú serás quien sea profesional en la familia", nunca se detuvieron a observar que día a día ese niño deseaba satisfacer más a sus padres, a las palabras que con tanto orgullo expresaban a quienes detenían su camino para oírles, ese niño que soñaba darles la felicidad aun renegando el grito de su pecho, quería verlos sonreír por mis triunfos, mis logros; dejando incluso de sentir el llamado de mi propio ser, desapareciendo como las huellas del desierto al momento que la brisa susurra historias a nuestros pies. Había dado tanto énfasis por querer ser rápidamente lo que ellos querían que fuera que olvidaba a veces que era un niño, mi progenitora siempre mencionaba que mi padre trabajo de los 9 años de edad por perder al de él, ¿Cómo yo que quería ser alguien tan grande como él podía detenerse en el camino a trepar arboles?, Otra de las cosas que me gustaría mencionar en estas estrofas es el poder de la soledad que comprendí cuando el sol se iba a la cama y dejaba pasar los días; la delgada línea, el fino equilibrio de esta moneda de dos caras, con el tiempo que nos da para pensar, sé que se lee como algo simple, pero es más complejo de lo que se puede relatar en esta narración, el pequeño eje que sostiene la mente en raciocinio y reflexión, puede apaciguar e inquietar las aguas de la razón, puede ahogarte en tu propio vaso de agua. Entonces, ¿Por qué tales pensamientos opacaban los colores en la mente de un niño?, ¿Por qué se atormentaba con algo que faltaban años por concretarse? Tal vez por ver descansar a un viejo que cada noche llegaba a dormir por tanto trabajar por sus hijos, que aun veía en el ocaso de la costa sus pisadas, caminando kilómetros y kilómetros con su caja de plumavit entregando felicidad en pequeños cubitos refrescantes sobre palitos de madera para que grandes y chicos, escaparan un ratito del sol caliente de verano que hay al norte de mi país, mientras su esposa e hijos lo esperaban al final de su recorrido de mar y arena, un hombre que trabajaba 367 días al año, 27 horas al día.
¿Qué he Hecho?, He venido siendo un niño creyendo ser adulto, que no jugaba con otros niños porque debía ser los cimientos nuevos incluso sin ser arquitecto, aunque se sentía como toneladas en la espalda, quería ser como el viejo, deseaba tanto hacerlo como él, un pilar pero con pequeños zapatos, igual como lo hizo en su pasado... (sonrío), que iluso, prematuramente agobiado, caminando descalzo tratando de sujetarlo, y mas la carga se me escapa entre mis manos. Por un instante me ofrecí un descanso a aquella mochila y olvidar de momento el sendero al cual me guiaba, cambiarme de vereda, correr y cruzar la calle con los ojos cerrados, pero al abrirlos había perdido el camino a casa. Me sentía tan ligero de equipaje con mis hombros libres de carga, el viento fue cubriendo de polvo las historias del hombre valiente que se esmeraba para llegar con dinero a casa. Como niño, me he arrancado la mirada por primera vez, ya no avanzaba con metas y me acostumbre a tener las cosas sin agradecer nada, no había rumbo en la barcaza flotando donde las corrientes la llevaran, el árbol de fuertes raíces se torcía con cada fuente de agua que se le echaba, me volví arrogante en mi larga marcha.
Como turista en el trayecto de lo ajeno descubrí una pasión que me da alegría hasta el día de hoy, una luz tintineante de posada; en una de las tantas veces que planifiqué mi evasión a la instrucción del aula y cumplí su objetivo, llegue a la biblioteca de mi colegio para ocultarme del inspector, ya tenía muchas citaciones, otra vez no deseaba volver escuchar el sermón, ni su credo. Me escabullí hasta la esquina como una sombra y me quede en silencio, de ésta logre oír una contienda, susurros de una batalla sobre la madera; ¡Enroque, ataque a la descubierta, la gran diagonal, coronación!,¿Qué es todo eso?, me acerque a observar guardando mi silencio como nunca lo había hecho, me situé a unos centímetros de este enfrentamiento, mi atención se enfocó en pequeñas piezas de tonalidades distintas, blancas y negras, no entendía nada de estas dos personas con su frente arrugada de ideas, ¿Qué es lo que meditaban con tanta abstracción?, estaban desconectadas parcialmente del mundo, buscando la estrategia ideal, una especie de matemática camuflada en otra ciencia, ¡Ajedrez! La doctrina para sosegar la fuente rota de mis pensamientos agitados.
Día tras día creando planes de fuga para comprender el nuevo descubrimiento, analizaba en silencio cada movimiento para descifrar el principio original de cada uno de ellos, no fue difícil, pero tenía mucho por resolver, ya entendía que las piezas en conjunto daban el famoso jaque mate que todos hemos escuchado alguna vez e incluso las propias piezas bajo su mando entorpecían la retirada de su propio rey, se veía simple pero ocultaba una complejidad que sólo los aventureros de espíritu buscaban ver más allá de los horizontes explorados, no era ver los arboles del bosque sino observar y adentrarse en las mazmorras, subirse a las copas para poder llegar con tus ojos donde el sol juega a esconderse detrás de las montañas. Un juego interesante, una ciencia exacta, un deporte mental que agotaba incluso sin saltar bayas, era mi nueva matemática. Dejaba mis obligaciones escolares, mis libros para poder estudiar celadas, conocí a mi mentor quien ordenó el vendaval de jugadas impulsivas generadas por mi excitación, era un conquistador impetuoso e irreflexivo, me enseñó no sólo ajedrez sino lo que no se escribe en textos de Gary Kasparov o Bobby Fisher, me enseñó a ser prudente con lo que tengo y qué consecuencia tiene cada acción, con risa mirando las hojas de una planta sobre un mueble viejo recuerdo todo lo vivido de antaño, tanto tiempo me demore en darme cuenta la real enseñanza que me dejo un tablero y unas cuantas piezas, algo tan esencial en nuestros días, pero no me percaté por la inmadurez de esos días, eso es lo exquisito de vivir, ir evolucionando con el tiempo pues gracias a esos tropiezos me han traído hasta aquí, el viento sigue soplando mi vela a mar abierto pero ya no soy un navegante imberbe y es así como me encuentro aquí en este lugar, sentado de forma indescriptible y no convencional para la mayoría de la gente, escribiendo para ustedes.
Comenzaron los logros y triunfos a los meses de que había aprendido, ¡Campeón! una nueva palabra agregada a mi diccionario, medallas y trofeos de pequeños y grandes torneos de la zona, me sentía imparable, todo iba demasiado rápido, mi primer regional sub 14 en los juegos del bicentenario, los nervios me comían la cabeza, mi cuerpo temblaba como una mascota en el veterinario, mis manos sudaban como un niño en su primera cita al dentista después de las terroríficas historias, estaban los mejores de cada colegio, una experiencia totalmente nueva para mí. En cada juego mis nervios pretendían huir despavoridos a buscar refugio, sin embargo, en cada final, los resultados apaciguaban su temor, ¡iba ganando! Todos admiraban a los campeones de cada año que siempre eran de la ciudad capital de la región, pero esta vez un desconocido de Pueblo Hundido estaba triunfando. Cuando llegó la noche del primer día del torneo no pude pegar pestaña, las ovejas que saltaban la cerca para dormir estaban descontroladas, eufóricas, si en cada manto de estrellas visualizaba 100 o 1000 imágenes, esa noche en aquella morada sólo podía visualizar una, ser el número uno. El segundo día nuevamente mecía la victoria entre mis brazos y logre mi objetivo, pero más que mi meta, el momento que yace en mi alma fue ver a mi padre con lágrimas por primera vez, sentir su abrazo fuerte lleno de orgullo y felicidad hacia su hijo, tal vez para algunos sea algo cotidiano que hacen todos los días con sus seres queridos, pero para mí fue un momento especial tallado a flor de piel en el baúl de mi memoria.
El ajedrez expandió los lugares que conocía, viajar, aunque no siempre lejos se convirtió en un pasatiempo gracias a esta disciplina, pero se iba acabando, no había muchos torneos en la región y eso me desmotivaba, se tenía que salir siempre fuera, lo que había dado brillo a la luz de mi camino se estaba opacando, el sendero esta extraño, pues no estaban las huellas de mis pasos o quizás el mármol de mis ojos se estaba desgastando. Aun así poco a poco se nublaba el día de este arriero, ya era más difícil sacar frutos buenos en mi cosecha, las hojas por el otoño ya cayeron, pero quedo algo escondido en mi huerta, había alcanzado a cultivar algo que haría con los años venideros, el enseñar ajedrez, titulo dado siendo joven pero no podía ejercer hasta cumplir más años, podía tener un trabajo con este arbolito que había sembrado.
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Biografía de una escultura sin ojos ( EN PROCESO)
SpiritualEs simplemente la visión de un pasado, el cual fue desarrollando la ansiedad de un futuro, entregando al lector una mirada humana de alguien con TAG. Lo que no se ve en la literatura científica. Si te sientes identificado, cuéntame tu historia...