Jeon Jungkook no tenía el mejor historial cuando se trataba de relaciones serias donde se involucra el corazón, él prefería no encariñarse más de lo necesario con nadie y eso nunca le había representado ningún problema. Por lo mismo, no existía razó...
—¡Te odio, Taehyung! —le gritó, sintiendo su pecho desgarrarse por dentro y la garganta seca. La furia había pasado a invadir todo de sí misma, hasta su sentido común. Oh, no, no dolía, quemaba. Ardía como el fuego arañando sin piedad y él iba a sentir cada una de esas quemaduras en piel propia, ella se encargaría de eso.
—Pero-
—Voy a vengarme, maldito infeliz —interrumpió, porque no, él no tenía el derecho de hablar luego de lo que había hecho, él solo merecía sufrir después de eso—. Lo prometo —espetó, entonces dio media vuelta en su lugar y le dio la espalda para salir de ahí, alejándose mientras contoneaba las caderas.
—¿Por qué nunca escuchas? —Fue lo último que le percibió musitar antes de cerrar la puerta con fuerza, y eso solo pudo empeorar más su estado de ánimo.
Avanzó por las poco iluminadas calles de Busan, el viento estaba moviendo su rubio cabello en diferentes direcciones y sus ojos estaban lanzando chispas del rencor, porque, joder, él ni siquiera la había seguido. Había decidido quedarse con ese al que llamaba mejor amigo, en vez de ir tras ella.
«Vas a arrepentirte», pensaba, tres palabras que se repetían en su cabeza sin darle tregua. Entonces sonrió, sabía cómo hacerlo, sabía quién podía hacerlo. Taehyung iba a regresar con ella luego de que lo dejaran hecho mierda, iba a suplicarle que volvieran, iba a llorar por tener de vuelta su cariño y sería en ese momento en el que le patearía la cara ella misma. Si él no había valorado su amor, entonces nunca más iba a tenerlo.
Porque era amor, por supuesto.
¿Cierto?
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