Teatr Kukol

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Aquel día, hace mucho, mucho tiempo, nevaba. Los pequeños copos de nieve caían lentamente sobre el rubio cabello del niño de ocho años, su verde mirada estaba perdida en el ceniciento cielo, una pequeña y tierna sonrisa adornaba su rostro mientras caminaba sujetando uno de los tirantes de su mochila, algo nervioso.

—¿Estás seguro de querer hacerlo, Yuri? —preguntó el niño de ojos café a su lado, era un par de años mayor que él, pero eran muy cercanos a pesar de eso, habían pasado por mucho juntos, eran vecinos e iban a la misma escuela, sus familias se juntaban a veces para la comida, al fin y al cabo, se habían hecho inseparables.

—¡Por supuesto que estoy seguro, Otabek! —respondió— sólo espero que mi abuelo no se entere que en realidad no estamos en tu casa estudiando matemáticas.

No hubo más palabras, sólo un silencioso acuerdo de mutua confidencialidad, después de todo, aún si es que los descubrían y castigaban, habrían pasado el mejor día de sus vidas en la feria. Sobre todo, por lo que pasaría ese día en específico.

Cuando ambos niños llegaron a la plaza de la antigua San Petersburgo —donde estaba la feria— se olvidaron de todas las posibles consecuencias, del dinero ahorrado que sería derrochado, de los maestros enfadados y todo lo demás, ahora sólo importaba la contagiosa alegría en el aire y los felices recuerdos que serían creados.

Esa era la mejor época del año, personas de todos los rincones del país se reunían para disfrutar y relajarse con juegos, comida, bebida o cualquier cosa que lograra distraerlos de su vida cotidiana; los más astutos, se arriesgaban a poner algún negocio que les asegurara unos cuantos rublos, sin importar que tan fuerte fuera la competencia.

Disfrutaron toda la tarde, habían subido tantas veces al carrusel que casi no podían mantenerse de pie, compraron unos cuantos juguetes, comieron varias golosinas y se divirtieron viendo a los adultos bailar, incluso quisieron consultar su futuro con una de las gitanas que anunciaban a gritos tener las respuestas a todas las preguntas, pero ella se negó alegando que sólo perdería su valioso tiempo con ellos, eso no les importó al fin y al cabo eso no era lo que querían hacer desde el momento en que llegaron a la feria.

Tuvieron que esperar hasta la noche para el verdadero espectáculo. Cuando las luces de los faroles comenzaron a encenderse, las estrellas estaban en el cielo y la gente comenzaba a reunirse alrededor de una caravana en especial, la más grande y vistosa de todas en el lugar.

"El show de marionetas de Madame Baranovskaya" era lo que se podía leer en un cartel con grandes letras lleno de lucecitas en la caravana más grande del lugar que lo hacían más llamativo aún.

El misterio era la razón de su fama, pues se rumoreaba que era tan mágico que tu vida no sería la misma después de verlo, sólo se tenía una oportunidad, pues el show sólo tenía una función y nunca volvía a las ciudades que ya había visitado todo eso siempre despertaba la curiosidad de todas las personas de allí, que no paraban de cuchichear al respecto.

El entusiasmo se sentía muy presente en las personas, esperando a que comenzara, sobretodo Yuri, pues había estado queriendo ver el show de Madame Baranovskaya desde hace mucho tiempo.

De pronto, algo de pólvora llegó a sus fosas nasales, una nube de humo apareció frente a los espectadores, y junto con ella, una señora de imponente apariencia, con un hermoso vestido rojo, una capa de color oscuro le daba una aurea misteriosa y su oscuro cabello recogido la hacía parecer más joven de lo que seguro era, era la dueña del espectáculo. Todos guardaron silencio, ella sólo paseaba su mirada entre los asistentes mientras abría el telón del teatrillo, nadie esperaba lo que sucedió después.

A diferencia de lo que todos creían, no aparecieron marionetas, en su lugar, una hermosa bailarina salió detrás del teatrillo, con un hermoso vestido de ballet blanco, su danza hipnotizaba a todos los asistentes. Otabek miró de reojo a Yuri, el niño no despegaba su mirada de la chica, sabía lo que sucedía, al principio no creyó que fuera posible, pero cuando Yuri le contó toda la historia, supo que era verdad.

𝐓𝐞𝐚𝐭𝐫 𝐊𝐮𝐤𝐨𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora