PRÓLOGO.

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Corría por un lugar, no podía ver exactamente dónde estaba, ya que la oscuridad no me lo permitía. Pero sabía quien me seguía. De verdad lo sabia.

—No puedes correr todo el tiempo, Leah. —lo oí decir y de pronto, caí al suelo— Te tengo.

—No, por favor. —intenté zafarme de su agarre y me encontré con su sonrisa macabra— Stiles, sé que estás ahí.

—¿Stiles? —soltó una carcajada— Él ya no está aquí. —negué con mi cabeza.

—Esto no es real, no es real. —murmuré y oí su risita.

—Sí lo es. —sentí su mano helada en mi mejilla e hice mi rostro a un lado— Este es tu propio infierno, Leah.

The Little McCall IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora