LEAH.
Estaba corriendo, sentía mis piernas hacerlo, pero no veía hacia dónde lo hacía. Otra vez no. Parecía estar en esta pesadilla por días, meses, no sé si años. Oí su carcajada resonar en mi mente. Y aunque cerrara mis ojos, no podía ignorarlo.
—Leah. —canturreó y ahogué un grito.
Pero hubo otra voz, una femenina. Era yo.
—¡Despierta! —estaba confundida— ¡DESPIÉRTATE!
Tomé una bocanada de aire y comencé a toser. No podría recuperarme, era como si el aire era escaso. Estaba todo oscuro, no podía moverme. Mis manos chocaron contra algo duro sobre mí. ¿Estaba en una caja? Comencé a entrar en pánico. ¿Cómo iba a salir de allí?
Sentí un calor recorrer todo mi cuerpo, mis garras comenzaron a crecer y sentí los caninos rosar con mis labios. Empecé a golpear la caja frente a mí hasta que oí el ruido de la madera romperse y algo cayó entre ellas. Tierra. Me desesperé, comencé a quitar la madera y la tierra cayó en mi rostro. Excavé con mis garras hasta que la mi cuerpo comenzó a enterrarse.
No había vuelta atrás, iba a volver a morir, y esta vez asfixiada. Apenas podía respirar. Una de mis manos sintió una superficie, había logrado sacarlo. Me aferré a una raíz que llegué a tantear y tiré de ella para salir a la superficie. Con mi otra mano, alejé la tierra de mi cuerpo hasta que pude sentir el aire entrar a mis pulmones. Salí de mi propia tumba.
Observé hacia arriba, estaba oscuro, solo la luz de la luna estaba resplandeciendo. Salí del hueco en el que estaba, lápidas me rodeaban, y me tiré al césped suspirando. Estaba viva. Y no entendía cómo. O tal vez, todo esto sea solo una ilusión de mi mente.
Pero ese pensamiento se esfumó al sentir un dolor en mi cuerpo. Oí un crujido y solté un alarido. ¿Qué estaba pasándome? El vestido que llevaba se hizo trizas. Mi espalda se dobló de tal forma que sonaron mis huesos como si estuvieran rompiéndose, un grito salió de mi garganta pero se fue convirtiendo en un rugido.
Coloqué mis manos en el suelo y observé cómo comenzaba a crecerme pelo por todos lados. Miré hacia allí horrorizada, el dolor pasó a centrarse en mi cabeza. No se detenía. Finalmente mis gritos cesaron. Y ahora estaba en cuatro patas.
¿Me había convertido en un lobo? Mis instintos eran más agudos, el campo de visión era más extenso. Comencé a caminar y se sintió extraño, pero satisfactorio. Quería correr, sentir libertad. Y lo hice.
Un aullido involuntario salió de mí. Estaba completamente sorprendida. Corrí por las calles de Beacon Hills, hasta que mi olfato captó un olor particular. Miedo.
Y luego ese aroma tan familiar. Comencé a dirigirme a esa dirección y llegue al hospital. Mis instintos captaron movimiento en la azotea y me la apañé hasta llegar allí. En mi visión apareció un tipo vestido de una camiseta blanca y un pantalón del hospital. Parecía ser un paciente. Y este sostenía los brazos de uno que estaba al borde. Pero podía detectar el olor de otro.
—¡No puedo sostenerme! —oí una voz y me acerqué corriendo.
Cuando se oyó el grito de dolor, empuje con mis patas al que sostenía los brazos del pelinegro. El tipo me miró extrañado y un hacha fue a parar a su pecho. Mis orejas se echaron hacia atrás y volteé rápidamente. Comencé a gruñirle al tipo que no tenía boca cuando se acercó a recoger el arma homicida.
Se alejó y oí como Scott levantaba al muchacho. Aún seguía gruñendo, más cuando hizo una seña de silencio. No puedes hablar, idiota, ¿qué silencias? Cuando desapareció, volteé. Mi hermano aún seguía convertido y me observaba.

ESTÁS LEYENDO
The Little McCall II
FanfictionLa ausencia de la pequeña McCall dejó un vacío en la manada y en los corazones de los chicos, más en el de Isaac. Luego de que los Argent junto al rubio se largarán de Beacon Hills, sucesos extraños comenzaron a surgir. Y entre ellos, la resurrecci...