Jeongin, acostado en el sofá, mataba el tiempo en la playstation con uno de sus hermanos pequeños. No le resultaba placentero tener las fosas nasales ligeramente tapadas y una molesta picazón en la garganta, pero el haber pescado un resfriado recientemente lo beneficiaba de alguna forma u otra. Al menos podía hacer reposo y tomarse unos días de descanso de sus estúpidas clases de verano pre-universitarias de nivelación. Maldito sea el día en el que decidió por cuenta propia arruinar sus vacaciones de esa manera. Esperaba poder pasar el ingreso, al menos. La pregunta importante: ¿Ingreso de qué? Y la respuesta, bueno: no tenía ni la más pálida idea.
—Jeongin, llevas toda la tarde ahí, y sabes que tienes actividades domiciliarias —le recordó su madre, colocándose un abrigo y buscando las llaves con prisa— Estaré de vuelta a la noche. Recuerda tomar tu medicina a las seis, y no tocar la cocina. Les dejé comida en la nevera.
Jeongin asintió, sin mucho ánimo, y siguió emprendido en su tarea de matar al boss junto a su hermano quien mantenía la mandíbula abierta de la concentración. Intentó recordar el combo: triángulo + cuadrado + cuadrado + R2. Su madre, sin embargo, se quedó quieta y de brazos cruzados en espera de una respuesta.
—La haré después de hablar con Chan —mintió Jeongin alzando la vista un minisegundo, pero al volver a mirar al frente se encontró con la pantalla en negro y la consola apagada. Su hermano Donghoon, el responsable del acto, lo miró con desaprobación.
—Si no la haces no te dejaré usar mi play. Yo hice la mía para usarla, y eso no es justo —explicó, y Jeongin bufó. No entendía con qué genes salió su hermano, que con diez años tenía gran habilidad para la escuela, un sentido de la responsabilidad enorme y una forma de hablar muy elocuente. Él, a su edad, solía dormir en clase y pegarse las manos con pegamento escolar como medio de entretenimiento.
—No peleen, por favor. Y haz tu tarea, Jeongin. Los veré luego —dijo su madre, saludándolos a ambos y marchándose por la puerta que sonó fuerte al cerrarse por el viento.
Jeongin se levantó en silencio y caminó hacia la mesa, con la manta sobre sus hombros y el peso de sus músculos adoloridos, y se sentó con los pies en la silla en posición fetal, acercando hacia sí la laptop de su madre. Esa laptop representaba el único medio comunicacional con Chan, o con cualquier persona. Todo se debía a que su celular (o, mejor dicho, la batería de su celular) murió apenas comenzó sus clases. Su madre le prometió que en un mes, cuando saliera de un préstamo, le compraría uno nuevo. Pero hasta ese entonces quedaría casi incomunicado. Geniales, geniales vacaciones.
Entró a Skype para dejar un mensaje a Chan avisándole que lo llamaría por la noche y apagó la laptop. Su amigo se había marchado ya dos semanas atrás, pero hacían videollamadas casi a diario. Todavía se arrepentía un poco de no haber ido a despedirlo al aeropuerto. Por supuesto que tuvieron su propia despedida personal, de solo ellos dos, pero decidió no asistir a la oficial. Prefirió que su último recuerdo juntos fuera uno feliz y no agridulce.
Jeongin asumió que su hermano volvió a prender la consola al escuchar los controles del joystick ser apretados con velocidad. Aquel sonido le provocaba adrenalina y ganas de jugar. Jeongin buscó su mochila en su habitación y regresó a la sala, sacando sus manuales y útiles y acomodándolos sobre la mesa con movimientos lentos y resignados. Sí, era momento de estudiar.
[...]
Después de intentarlo quince minutos, Jeongin se aburrió inmediatamente de sus ejercicios de química. Ni siquiera le salieron bien, para colmo, y eso que creyó que haber entendido en clase. Arrugó con las manos la hoja en la que realizó sus intentos fallidos, la hizo un bollo y la tiró al suelo.
Chasqueó la lengua en un gesto pensativo, pues quizás debía intentar con otra materia. Sus ojos se posaron casi de forma inconsciente en el manual de economía que tenía frente así. Lo tomó entre sus dedos y, antes de que pudiera buscar en el índice su tema de estudio, comenzó a pensar en cosas en las que no quería pensar.
ESTÁS LEYENDO
Desastre Yang, príncipe Hwang [SKZ ; hyunin]
Fanfiction"¿Qué harías si la persona que más detestas en este mundo estrella tu coche contra un árbol?" Yang Jeongin sabe perfectamente que puede echar a perder cualquier cosa. Es decir, miles de veces ha hecho de las suyas. Llámenlo mala suerte, casualidad...