Capítulo 4. El Arte de Mentir

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El ambiente era bullicioso, los memos volaban sobre las cabezas, las personas entraban y salían, órdenes iban y venían y una voz se alzó sobre las otras:

-¡Tenemos una situación en la sección 12! -gritó un mago que entraba apresuradamente en la oficina, mientras agitaba un memorándum de aspecto urgente. Desdobló el avión de papel y gritó por todo el lugar: -Violación al Estatuto Internacional del Secreto Mágico. En el cruce de la calle Mironn con Washington. 23 muggles lo presenciaron. Daños: ningún herido y... -su cara palideció de repente-... la calle quedó destrozada.

En el instante que siguió, todos suspendieron sus acciones, como si hubieran lanzado un Petrificus Totalus a toda la Oficina del Uso Incorrecto de la Magia. Todos pensaban lo mismo, pues hacía doce años otra calle había saltado por los aires y la persona responsable había escapado de la prisión más segura de todas ese mismo año; en sus mentes solo había un nombre: Sirius Black.

La oficina se volvió un caos, algunos dieron grititos histéricos mientras los demás volteaban hacia sus compañeros a discutir.

La voz de Travers resonó por encima del desorden: -¡Que se siga el procedimiento! ¡Avisen al Departamento de Accidentes y Catástrofes Mágicas! ¡Que envíen un par de Desmemorizadores y que el Comité de Disculpas a los Muggles se ponga a trabajar! Hablen con Scrimgeour. Hay que llevar a un par de aurores; no sabemos qué encontraremos ahí. ¡Y que alguien notifique a Amelia de lo ocurrido! ¡Ya!

Todos se pusieron en movimiento. Tres aurores, dos Desmemorizadores, un representante del Comité de Disculpas a los Muggles y una brigada de la Oficina del Uso Incorrecto de la Magia estaban en un instante ya listos para partir.

En el parque, Emma estaba aún sentada en medio del desastre. Todavía no recuperaba el aliento y estaba algo temblorosa. Sabía que tenía que salir de ahí pronto, muy pronto, en ese instante; era el centro de atención de todos los muggles alrededor, que la observaban con curiosidad. El problema era que no lograba ponerse en pie.

«Vamos ¡Arriba, Emma! No seas débil -se dijo, para darse fuerzas-. Esto está siendo vergonzoso».

Y apenas se sostuvo en sus dos piernas (bajo la atenta mirada de una docena de personas) aparecieron los encargados del ministerio de Magia, literalmente. Con un sonoro «crack» los nueve funcionarios llegaron en medio de una calle antes en buen estado. Los desmemorizadores se pusieron a trabajar de prisa con los muggles alrededor, modificando sus memorias con la versión dada por el representante del Comité de Disculpas a los Muggles, mientras que él volvió a desaparecerse para encontrarse con la autoridad pertinente y, utilizando sus métodos, darle la excusa acordada -y no me pregunten cuál era, yo no tengo ni idea de cómo solucionarían tremendo desastre. Ese es su trabajo, no el mío-.

La mirada de Kingsley fue a parar de inmediato en la niña tambaleante. Los demás siguieron su mirada y pronto todo el grupo estaba observándola.

Emma les devolvió la mirada todo lo inocentemente que pudo. Sabía muy bien que lo primero que se tenía que hacer para no parecer sospechosa era actuar como si estuviera en lo correcto. Así que les sonrió algo confundida, y fingió asombrarse por su extravagante atuendo, como lo haría cualquier muggle. Después paseó la vista por el lugar, con una mueca de confusión aún más marcada, y se quedó mirando un punto fijo, como si la destrucción hubiera venido de ese lugar. Se sacudió un poco los pantalones y empezó a caminar con pesadez hacia el lado contrario.

Cabe resaltar que Emma era una excelente actriz cuando se lo proponía. Tales cosas como mantener los sentimientos en el interior y tener temple ante situaciones difíciles son resultados de la educación mortífaga regular. Además, contaba con una ventaja desconocida, al menos para ella: Emma era claramente menor de edad. Y, según la Oficina del Uso Incorrecto de la Magia, solo el Estatuto Internacional del Secreto Mágico había sido violado. De haber sido el daño provocado por un menor de edad, lo habrían sabido.

Emma Ryddle (Hija de Voldemort)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora