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La sangre recorría su espalda, manchando todo a su paso, ensuciando su cuerpo tanto como su dignidad.

El precio de sus actos era grande y ni en ese momento de redención mostraba alguna pizca de arrepentimiento. Sus ojos teñidos de una amarga ira se enfocaron en Él.
Su presencia era tan imponente que el simple hecho de sentirla te hacía temblar.

- Pagas el precio de tus pecados, pequeño ángel, hijo mío. Estás a tiempo de redimirte.

Una sonrisa socarrona se acomodó en su rostros, sus ojos perdidos delataban que se hallaba al borde de su cordura y amenazaba con caer a un profundo precipicio.
Su delirante ego salió a relucir justo cuando levantaba su barbilla y la devolvía hacia su contrario.

- ¿Te parece que a estas alturas me voy a arrepentir?

El eco de una risa salió de su pecho, subiendo por su garganta y colándose por sus labios para consumirse finalmente en un suspiro de desolación.

- Dios, Jehová.... ¿quién eres? Apiadate de mi, regálame de tu bondad y piedad.- Clamaba con falso dolor.

Su mirada endureció, pero en el fondo sabía que lo lamentaba, estaba perdiendo a una oveja de su gran rebaño.

- Bueno, recibirás tu castigo; serás destarrado, condenado a vivir con ellos, todos ustedes que se han rebelado.

- No puedo creerlo.

De nuevo soltó una risa opaca, escupiendo al final una mezcla de sangre y saliva.

- ¿Vas a desterrarme? Cuando lo único que pedí fue igualdad.- La sonrisa amarga plasmada sobre sus labios mostraba una falta de diversión.
- ¡I-GUAL-DAD!- Miró a su mayor mientras ambos notaban como el eco de su grito se absorbía en las paredes.

- Todos son iguales, no hay nadie mayor que otro.

Su carcajada no tardó en salir, pero al igual que las anteriores ocasiones era tan fría y vacía como su mirada.

- No esa igualdad, no somos todo iguales ¿o sí?- Su rostro se colocó en una máscara de seriedad. -Tú, ¿qué hay de ti?, ¿eh?-

Silencio. No hubo respuesta por parte de Él y eso bastó como una respuesta para ambos.

- Nada. Lo siento Lucifer, tú te has buscado esto.- Su mirada fuertemente clavada en el cuerpo sudado y débil del ángel.

- Serás desterrado de este lugar, no tienes parte en el, no busques piedad, ni tú ni ninguno de los tuyos.- A pasos tranquilos el creador llegó hasta el ángel. Con una mano cubrió su frente y besó su mejilla y con eso el ángel cerró sus ojos y su cuerpo cayó en peso muerto.

Una luz brillante colaba por mis párpados haciendo que una molestia comenzara a crecer desde el fondo de mi cabeza hasta la frente

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Una luz brillante colaba por mis párpados haciendo que una molestia comenzara a crecer desde el fondo de mi cabeza hasta la frente.
Estiré mis manos intentando ubicarme en base a mi tacto; pasto, fue lo único que sentí. No era tan suave como el de allá, sin embargo estoy totalmente seguro de lo que es.

Con precaución abrí mi ojo derecho para volver a cerrarlo por la cegadora luz, unos segundos más tarde me logré sentar y frotar mi rostro con ambas manos.
Estoy en un bosque, ¿dónde estoy?
Hice una mueca de confusión pura, respiré profundamente, oliendo todo el lugar; árboles, tierra, el rocío de la mañana.

Y de pronto una inmensa ira llegó a mi, lo hiciste.

- ¡Ya estás contento!- Alcé mi voz, es omnisciente, omnipotente y omnipresente. Esta en todos lados, lo sabe todo y es poderoso. Me escucha.

Un trueno se hizo caer a unos metros de mi, y con el un fuerte dolor de cabeza y una sensación de debilidad resaltaban también.

- Por qué te molestas, te has deshecho de mi.-

Comencé a caminar buscando una salida del bosque, todo daba de vueltas, no lograba mantener el equilibrio y me sentía al borde del colapso.

Divisé un pequeño establo a lo lejos y tratando de apresurarme, por todos los truenos y relámpagos que anunciaban una fuerte lluvia, logré llegar a el. Hablan una voces dentro del lugar.

- Ayúdenme- Salió como un suspiro arrancado. -¡Ayúdenme, por favor!-
Comenzaba a ver borroso. Mi mano izquierda golpeó la puerta abriendola al impacto.
La conversación que se llevaba acabo se interrumpió con mi moribunda presencia.

- Por favor.- Mis piernas flaquearon haciéndome caer sobre mis rodillas e impactar mi rostro en el suelo casi de inmediato.

- ¡Ah, Dios bendito!- Una voz femenina resonó por mi cabeza, haciendo rebotar esa palabra 'Dios' la escuchaba en un eco intermitente hasta caer desmayado otra vez.

-𝑻𝒓𝒊𝒔𝒕𝒆𝒔𝒔𝒆 𝒅𝒖 𝒅𝒊𝒂𝒃𝒍𝒆.- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora