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Azael, era el nombre que me habían dado, y bueno, es mejor que Lucifer. Aún que no sé por qué me suena conocido.

Había terminado ya el día entre ayudas y ayudas. Ya me hallaba en la habitación que me otorgaron y con una pijama de lana caliente.
Observaba el techo mientras sentía una punzada de mal presentimiento en el fondo de mi estómago sin embargo no tenía la menor idea de un por qué. Cerré mis ojos tratando de ignorarlo y conciliar el sueño, siempre podía escapar.

Desperté por los escasos rayos de sol golpeando la venta, la fría mañana era tranquila, pero muy a mi pesar apenas había logrado conciliar el sueño y lo poco que logré dormir fue ese maldito sueño, una y otra vez; era un chico, un joven que estaba encerrado en un bucle de malas hazañas, había algo malo en él y eso lo veía en forma de una seca mancha sobre sus hombros que se extendía por todo su cuello y sobre su cabeza.
Froté mi rostro con mis manos en un intento de borrar ese sueño y me levanté, unos cuatro golpes en la puerta me hicieron cambiar de dirección, me dirigía al baño; abrí la puerta viendo a la mayor de las hermanas Falco.

-Oh, solo venía a ver si ya habías despertado.- Observó la toalla que colgaba de mi cuello y sonrío. -Claro, alistate y baja desayunar, tienes media hora.- Me señaló con su índice y dio media vuelta, apenas terminó de darla yo cerré la puerta.

Suspiré y me adentré al baño a arreglarme para otro día aquí.

Luego de un buen desayuno nos dirijamos a hacer nuestras tareas asignadas; yo no me quejo, algo debía hacer, pero no sé como tratar a un caballo, ah...

La señora Falco iba delante mío lista para abrir la pequeña construcción que funcionaba como hogar para dichos animales. Abrió las pesadas hojas de madera cuando sin aviso uno de los caballo salió disparado hacia afuera.

- ¡Carajo, Stella!- La voz del señor Falco resonó por todo el establo.
-No puede ser, no de nuevo.- Observé desde mi sitio.

-Si quiere puedo ir yo por ella.- Él me miró y sonrió con amabilidad.
-Claro, me harías un enorme favor.- Palmeó mi hombro. -Es macho.- Una risa nasal finalizó su frase y se retiró dejándome a solas con su esposa.

-Gracias por ofrecerte hijo, toma esto, trae manzanas con las que podrías llamar su atención.- Extendió un morral de un color café bastante desgastado, tenía algo de peso, la abrí para observar unas cuantas manzanas grandes y rojas, un color y tamaño lleno de tentación, que ironía.
Asentí y colgué en mi hombro el morral y comencé mi pequeña aventura dirigiéndome al bosque.

- Ah... bueno, Lucifer, aquí estamos.... Azael.- Pensé un momento, el nombre me sonaba pero no sabia exactamente de donde.
- Azael, Aza...el.- Una rara sensación en mi espalda me hizo voltear, un chico, alto y delgado estaba caminando por el bosque.
Detuve mi andar para observarlo, segundos después él hizo lo mismo.

-Oh, hola, lo siento no te vi.- Sonrió, parece ser algo joven, sin embargo tiene la mirada apagada.
-No te preocupes, todo bien.- Respondí con serenidad.
-Me llamo Joel, ¿cuál es tu nombre?-

Azazel.

Miré su rostro un momento después de esa pequeña iluminación, Azael... Azazel.
-Azael, un gusto.- Asentí levemente y el respondió de la misma forma.
-Bueno, Azael, fue un placer pero debo irme, mis amigos me están esperando.-
Asentí nuevamente en forma de despedida y él continuó su camino, fue ahí cuando noté la mancha oscura que se asomaba sobre su cabeza. Carajo.

Negué repetidas veces. No te metas.

Continúe caminando sin poder dejar de pensar en el chico cuando una silueta pinta se irguió sobre mi; Stella.

- Stella, ven aquí señor caballo.- Estiré mi brazo con una manzana en mi mano, lento pero seguro; el caballo, para mi sorpresa, se acercó sin pensar mucho.

- Vaya, pero que animal tan hermoso.- Acaricié su melena.
- Ven, vámonos, tu familia está preocupada.-
Planeaba dar una vuelta algo larga para que el caballo paseara un poco.
Caminamos hasta llegar a un hermoso claro lleno de flores, hacia un día increíble para estar aquí.
Caminando un poco más escuché un murmullo lejano, decidí acercarme al escuchar mi nombre.

- Me parece que es un buen chico.- Era Joel, hablaba con tres personas más que no logré identificar y preferí no hacerlo y continuar mi recorrido.
Que chico extraño.

-¡Oh, Stella!- La menor de los Falco corrió hasta mi.
-Gracias a Dios estás bien.- Sonrió acariciando el hocico del animal. -Oh, claro, gracias a él también.- Me miró cortamente para luego arrastrar al corcel hasta dentro del establo.

-Gracias por traerlo de vuelta.- Alya se acercó a mi mientras andábamos hasta el abierto campo de cultivo que ellos poseían. -No fue nada, no me molesta ir por un caballo de vez en cuando.- Ella río.
Llegamos a unos arbustos que tenía algunas bayas y moras.
Estábamos recogiendo estas y colocandolas en una canasta de color café ya bastante desgastado; una duda invadió mis pensamientos.
-¿Tú conoces a un tal Joel?- Alya rompió su concentración para mirarme.
-No, creo que no.- Observó el cielo como intentando atrapar algo. -¿Por qué?-
-Solo pregunto.-

-La curiosidad no siempre es buena.-
Respondió después de un rato en silencio, solo asentí y continué mi trabajo.

-Hola, hijo, ¿interrumpo?- El señor Falco se detuvo a nuestras espaldas.

-Para nada, ¿necesita algo?

-Sí, hemos encontrado un azulejo flojo en una habitación y me preguntaba si nos ayudaba a mover el mueble delante de este.- Me observaba atentamente mientras hablaba.

-No es ninguna molestia, pero no...-

-Anda, solo son pequeños frutos, puedo con ellos.- Aclaró Alya antes de siquiera replicar. Asentí nuevamente y me levanté siguiendo al señor hasta su hogar.

-Bueno, gracias a Dios estás aquí.- Un enorme sonrisa se plantó en el rostro de la señora una vez terminé de mover el mueble. Claro que sí, gracias a Él estoy aquí.

Resoplé más por frustración que por cansancio.
Me acerqué al azulejo amarillento que solía ser blanco y lo retiré lentamente, un hueco en la pared se hizo notorio y una pequeña caja de oscura madera relucir dentro de esa penumbra.

-Presteme ese trapo por favor.- Señalé un trozo de tela azul el cual fue colocado en mi mano por Alyssa, no sacaré esa caja con mis manos, quien sabe, capaz y hay dedos ahí adentro.
-Gracias.-

Poco a poco la luz fue iluminando la polvorienta caja, envuelta en el trapo la abrí dejándome algo desconcertado.
-Son... cartas.-

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⏰ Última actualización: Aug 16, 2021 ⏰

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-𝑻𝒓𝒊𝒔𝒕𝒆𝒔𝒔𝒆 𝒅𝒖 𝒅𝒊𝒂𝒃𝒍𝒆.- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora