Abrí los ojos de golpe, me sentía mareada, percibía como las emociones se aglomeraban en mi garganta. No sabía cual de todas soltar primero para desatar el nudo; si reír, llorar, gritar o todas a la vez.
Me levante como pude, estaba tendida en la calle, en la vereda más específicamente. Había un bullicio de personas que iban de acá para allá y de otras dirigían sus celulares hacia donde yo esta, no comprendí que pasaba hasta que tantiee mi cuerpo y lo miré, asustada solté aire, estaba cubierta de sangre, pero lo que más me espantó fue verme a mi misma sobre las baldosas con el cuerpo retorcido, parte del cráneo destrozado, los ojos sin brillo y la piel pálida, sin vida.
Me paré de un salto y note que nadie me veía pero todos miraban mi cuerpo en el suelo, un par de médicos se acercaron y lo cubrieron.Comprendí lo que había pasado y recordé claramente el motivo. Zumbada me alejé del lugar y anduve sin rumbo la mayor parte del día. Era tan extraño pasar a un lado de la gente y que no me vieran, mas aún con el aspecto tétrico que cargaba.
Al caer la noche me adentre en un parque y me tumbé bajo un frondoso roble. No volvería a casa, ya no pertenecía ahí. De seguro mi familia habría ido a recoger mis cosas, me imaginé a mis padres destrozados, su única hija se mató, pero yo no sentía arrepentimiento alguno, solo ese vacío por su ausencia y me pregunté por cuanto tiempo más.
Y si acaso era posible en un alma que anda sin rumbo como lo era en ese momento, entré en un profundo sueño, sentía como volaba en medio de una negrura espesa, en un vacío inmenso como el universo sin direcciones, expandido hacia todos lados.
De un momento mis pies tocaron el suelo, permanecí parada sin mover nada, asustada con los sentidos en alerta. A lo lejos vi caer un rayo que alborotó todo lo que quedaba de mí encogiéndome en mi sitio por el imponente estruendo, para luego todo quedar en el mas ininterrumpido silencio. Al cabo de un rato percibí respiraciones cerca, pero quería creer que estaba completamente sola en esa enorme oscuridad.
En el horizonte apareció una luz, como la de un relampago. Esperé expectante, sentía en ese momento el mayor miedo experimentado jamas, ni cuando me había lanzado al vacío me había aterrorizado tanto.Un ruido ensordecedor hizo eco por todo el lugar, como el de un trueno super potente, hizo que dejara de ver en dirección a la luz y voltear de un salto con los ojos desorbitados y la boca seca. La espesa negrura comenzó a aclarar como en el amanecer, pero sin un sol y ni un punto cardinal primero que el otro. La luz era rojiza y una neblina se exparcia por todos lados, comencé a escuchar miles de voces, gritos, suzurros y más cosas ininteligibles pero que causaban escalofríos, gritos desgarrados, llantos lastimeros, suzurros acusatorios.
Con la claridad distinguí un piso adoquinado que se extendía hasta donde se perdía la vista. Mire a mi izquierda y a la distancia vi dos pequeñas luces que parecían ser antorchas. Algo me dijo que fuera en esa dirección y así lo hice. Caminé por un buen rato con todos los sentidos a flor de piel, sentía las voces susurrandome en el oído. Llegue a las antorchas que al parecer custodiaban un paso nivel sobre un arroyo, al otro lado había una gran puerta que daba la bienvenida a un enorme castillo de paredes oscuras, de una inmensidad atemorizante.
Cruze el puente, con cada paso la madera rrechinaba amenazando con caer y hundirnos en las caudalosos aguas turbias. Conseguí llegar a la enorme puerta, pero estaba cerrada con pesados cerrojos. No supe si irme o buscar otra forma de entrar, y entre el tiempo que estuve dudando llena de temor apareció un ente.
-¿Quíen eres?- bramó con voz fuerte.
Me quede callada por el horror.
-¿Quíen eres?
-Aurora.
No salía del espanto. La figura oculta por la sombra del gran muro caminó unos pasos hacia mí haciendo que la tenue luz de las antorchas lo dejaran al descubierto.
Ahogue un suspiro y me quede petrificada con los ojos abiertos de par en par, la boca ligeramente abierta por la sorpresa y la garganta seca y rasposa. Era extremadamente delgado, como si solo fuera de huesos, vestía un extraño traje negro con picos sobresalientes por los hombros y botas grandes con terminación en punta. Alas, tenia alas, inmensamente largas que tocaban el borde superior de la puerta y las arrastraba por el piso. De plumas negrísimas.Medio encorvado cruzó lo que quedaba de la entrada y se paró imponente frente a mi. Me sonrió con la sonrisa mas macabra que jamas había visto. Enormes dientes puntiagudos y colmillos como los de una foca. Los ojos eran como perlas negras muy brillantes en las que se llegaba a percivir la maldad en el primer cruce de miradas, tenía todas las extremidades extremadamente delgadas y largas; cuello, piernas, brazos, dedos. Las uñas eran como las garras de un gato.
Con un gesto con las manos me invitó a pasar.
-Te esperan, Aurora.
Posó su mano en mi espalda de forma cortés para invitarme a caminar y entramos.
Un largo y estrecho pasillo que parecía no tener fin se presentaba frente a nosotros. Después de un buen rato en extremo silencio, doblamos a la izquierda por otro pasillo igual pero que al fondo se veía una puerta custodiada por dos entes que levitavan a cada lado y que llevaban una lanza en la mano, cuando nos acercamos vi que no tenían rostro pero sentí la incomodidad de que sí me veían. Abrieron la puerta dejandonos pasar con una reverencia.
Todo olía a podrido y humedad, hacía un calor bochornoso.
El ente a mi lado desplegó sus inmensas alas levantando un viento caliente.-No te diré quien soy, estoy contigo solo para guiarte hasta el lugar donde pagarás tus pecados.
Como había hecho hasta entonces, no respondí y solo caminé detrás de él en completo silencio.
Nos acercamos a la orilla de un barranco que en el fondo estaba cubierto por piedras muy puntiagudas que atravesaban cientos de cuerpos. Gritos y suplicas de todo tipo salían de sus bocas. Cuando nos vieron algunos estiraban sus manos pidiendo ayuda y misericordia.-¿Lo ves?, ellos están ahí por cometer los pecados más simples: mentir, engañar, manipular, blasfemar. Que no te dé lastima.
Nos alejamos del borde y fuimos a otro lugar. Una fosa gigantesca.
-Ahí ves a los que creían que lo que importaba era la imagen y el dinero. Famosos, empresarios, artistas, políticos. Qué ingenuos.
Vi rostros que reconocía a la perfección. Mi cantante favorita estaba ahí frente a un espejo que distorcionava su imagen, rodeada de otros entes que se burlaban de su apariencia totalmente contraria a la que tuvo en vida. Ella lloraba y gritaba, sin poder creer que lo que temió vivir en el mundo lo tenga como su castigo final. Verse horrible, sin un cuerpo de perfectas curvas y sin su caro rostro de muñeca de porcelana.
Comprendí que debía haber sido mas sencillo.
Nos alejamos y fuimos a otro lugar, este era una planicie en la que había una constante tormenta eléctrica, llovía a torrenciales y continuamente caían rayos. Los condenados estaban encadenados a arboles gritando y pidiendo ayuda, los rayos les caían encima a cada rato sin descanso.
-Aquí están los ladrones, asesinos y violadores. Pagando como lo merecen. Seguramente te gusta verlos pagar, para mi es un regocijo, y más me va a gustar verte pagar a ti. -cuando dijo eso se inclinó y dio un beso en la comisura de mis labios, -Sigamos.
Fuimos hasta un circulo enorme rodeado de fuego, llamas altísimas que creaban un pared. El sonido del fuego ahogaba los lamentos del otro lado.
-Llegamos a tu destino madame Aurora. Pero no te contaré nada, solo diré que aquí están quienes se creyeron tener la potestad de Dios de decidir sobre su vida.
Dicho eso me miró directo a los ojos y me sonrió con sus afilados dientes, me tomó de la mano, desplegó sus alas y montó vuelo a las alturas sobre las llamas.
Lo miré a los ojos y vi el rostro de quien había amado tanto, el mismo al que le cause la muerte y por el cual me quité la vida. Sentí una profunda amargura, una culpa incalculable y lloré como jamas lo había hecho, empape mi rostro y comencé a gritar y suplicar.
Grité y grité, lloré, lloré muchísimo mientras caía al circulo de fuego donde pertenecía mi alma que se creyó tener un poder que solo Dios tenía y donde merecía pagar su condena.