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CAPÍTULO 3 | el invitado

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CAPÍTULO 3 | el invitado

Máximo se acercó a su hija y al hombre. Lo conocía, por supuesto, ya lo había visto en persona anteriormente y también en varias fotos. No obstante, en ninguna de aquellas veces que habían coincidido, estaba Margarita. Sus ojos azules pasaron de la jovencita al príncipe un par de veces antes de carraspear. Quería una explicación de por qué su hija estaba en la embajada, con el príncipe de Kricoragán en bata.

Margarita se encogió de hombros y se paró a un lado de su padre, alejándose totalmente de Christopher que los miraba a ambos con el ceño fruncido.

—La señorita Margaret...

— ¡Me llamo Margarita! —Exclamó la chica con rabia.

Christopher viró los ojos con gracia y la observó. Notó como ella había cerrado sus puños y casi pudo jurar que se estaba clavando las uñas en las palmas de las manos. Subió la mirada lentamente y se fijó en su rostro rojo por el enojo. Margarita apretaba los labios en una fina línea, su cabello se le pegaba a las mejillas por llevarlo suelto y sus ojos lo miraban coléricos.

Por un momento Christopher creyó que lo golpearía.

—Margarita. —Se corrigió—. Vino a devolverme la maleta.

Máximo dirigió la vista a la maleta negra que estaba a un lado del hombre y asintió. Christopher pidió permiso para retirarse, aún estaba en bata y quería cambiarse para terminar con la reunión lo antes posible.

Margarita lo observó alejarse lentamente sin darle tiempo a reclamarle por su valija. Bufó totalmente molesta y se cruzó de brazos. Su padre la miró con una ceja levantada y sonrió. Era increíble el parecido entre ellos, incluso cuando se enojaba era como un calco de él. Excepto por la impaciencia, eso lo había heredado de su madre.

—Tengo una reunión, ¿Augusto te está esperando afuera? —La chica asintió—. Nos vemos en casa entonces.

Marga asintió y le dio un beso en la mejilla a su padre antes de salir de la embajada. Caminó hacia el auto de su hermano y se subió al asiento del copiloto sin decir palabra alguna. Federico no se molestó en preguntarle qué había pasado, lo único que le llamó la atención fue que su hermana había vuelto sin su maleta.

El joven condujo devuelta a la mansión Calderón para dejar a Margarita. Le dio un leve abrazo antes de volver a poner el auto en marcha y alejarse del lugar sin prisa. Marga entró a su casa y cerró la puerta tras ella. Subió las escaleras rápidamente y se dirigió a su habitación, encerrándose para que nadie la moleste.

Seguía rabiosa por cómo aquel hombre la había tratado. Se había mostrado arrogante y ¡la había llamado torpe! Por supuesto que Margarita sabía que ella era torpe y despistada, no había necesidad de que él se lo recordara. Además le había molestado su cara de sabelotodo, sus ojos castaños y su forma de mirarla, sus labios rosáceos... absolutamente todo de aquel hombre le molestó.

Margarita la CondoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora