EL CADILLAC ROJO

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Natalia maldijo en voz alta cuando sintió el dolor punzante en su mano izquierda, es que encima ese estúpido montón de chatarra le iba a joder su mano de follar, ¿eh? Estaba tumbada encima de su enorme Cadillac rojo, concretamente dentro del motor con el enorme capó abierto, una pieza de coleccionista dirían algunos, un montón de hierro inútil para ella ahora mismo. Salió del interior bufando, su mano sangraba aunque ni le dio importancia. Le dio una patada a la rueda delantera del coche y dio unos pasos separándose de éste.

- ¡Me cago en Dios! – Un fuerte relámpago cruzó el cielo y lo siguió un trueno bastante aterrador – Vale, vale, perdón. – dijo Natalia levantando las manos – Pero sigue siendo un montón de chatarra, mucho clásico pero ya me podrías buscar uno que al menos funcione. 

Hablaba mirando hacia un punto infinito de ese cielo que, ahora, volvía a ser de un azul intenso. El coche hizo un ruido, un especie de crujido, Natalia se giró y lo observó de más cerca.

- Claro, pretendes que me meta ahí. – Negó volviendo a inclinar su cuerpo en el interior del motor.

Como si supieras lo que haces.

Bueno, en realidad no tenía ni idea de mecánica, pero algo le decía qué le iban a echar una mano. Al fin y al cabo no podía faltar a su cita de las... ¡espera!

- ¿Necesitas ayuda? – Natalia sacó la cabeza del capó de golpe y por el camino se llevó un buen porrazo en la cabeza – ¡Ostras! ¿Estás bien?

Una chica mas bajita que ella, rubia y con un aspecto de aparición mariana moderna se acercó preocupada hasta ella. La morena se había quedado clavada en el sitio asimilando lo que tenía en frente.

¿Ella es mi cita de las siete?

Perdona. – dijo volviendo en sí – No es nada en realidad, intentaba arreglar este cacharro.

- ¿Tienes un Cadillac del 60? – La muchacha rodeó el coche con una sonrisa enorme paseando su mano por la carrocería – ¡Uau! es una belleza.

Natalia la observó, era guapísima, con el pelo suelto medio ondulado y ese vestido corto de flores. Contrastaban las zapatillas deportivas, ante todo cómoda, pensó. Su piel era pálida y no pudo evitar prendarse de sus enormes ojos melosos, ¿eran verdes? La chica seguía ensimismada con el vehículo, estaba claro que le gustaban y entendía pues no dudó en inclinarse hacía el motor.

- Creo que te falla la bujía. – dijo sin más.

- ¿Cómo?

- Que te falla la bujía, yo la ajustaría un poco. – Cogió la llave de tubo y la miró directamente a los ojos dejando a la morena sin aliento – ¿puedo?

- Claro... ¿Entiendes de mecánica? – Alba asintió ya metía dentro del capó, Natalia se acercó y se dio cuenta de que estaba concentrada mordiendo su lengua con los dientes.

- Listo.

- ¿Ya? – Volvió a asentir.

- Pruébalo. – Natalia corrió hasta el interior del coche, giró el contacto y sí, arrancó después de un poco de ruido ahogado.

- ¡No me lo puedo creer! – Alba sonrió – Me llamo Natalia, por cierto. – dijo saliendo del coche y alargándole la mano.

- Alba, Alba Reche.

Una corriente eléctrica las atravesó en cuanto entraron en contacto obligando a separarse de golpe. Natalia rodó los ojos, pues sabía quién era el culpable, si es que siempre era igual.

- Estas sangrando. – dijo la rubia de pronto.

- ¿Qué?

- Tu mano. – Señaló la mano que no le había dado.

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