One Shot

495 61 12
                                    

El sudor se impregnaba en su piel igual que perlas húmedas deslizándose bajo los pliegues de su túnica, su largo cabello se adhería a los arcos de su cuello y su aliento brotaba en grandes halos alrededor del aire.

Los hombros subían y bajan de manera frenética mientras sus manos empuñadas ardían. La sangre brotaba a gorgotones a través de sus dedos, húmeda y tibia salpicando su rostro cuando la cabeza del Tirano del Agua cayó, pálida e inerte junto a sus pies.

Estaba hecho.

Por un segundo no fue capaz de reconocerse, su mente nublada por la ira lo impulsó a moverse de forma mecánica y apretar el muro de huesos de aquel pálido cuello que pulsaba contra el inesperado calor de sus dedos.

Lo llamaban "Agua negra que hunde barcos", pero todo había quemado igual que una hoguera bajo sus venas inservibles.

Rompió el núcleo del Maestro del Viento, aunque en sus sueños las bestias marinas lo devoraban, arrancaban su carne pedazo a pedazo frente a la escoria de su hermano tiránico que rogaría piedad. En sus sueños tenía el valor para desgarrar el alma de Shi WuDu y cobrar el horror vivido durante tanto tiempo.

En la realidad no fue tan sencillo. Shi WuDu estaba muerto finalmente, pero sus ojos vacíos continuaban mirando como si estuvieran juzgándolo, para esos ojos, He Xuan siempre sería la escoria.

Shi QingXuan en cambio solo actuó el único papel que podía interpretar... la ignorante víctima aterrada que suplicaría perdón para salvar la vida de su amado hermano.

Shi QingXuan lloró: "Quiero morir".

"Sigue soñando". Había respondido Black Water, su voz firme e implacable.

La bilis subió por su garganta y sus débiles dedos se aflojaron. La sangre de repente ardía en su piel y los sollozos fantasmales de quien una vez lo consideró su preciado amigo taladraron sus tímpanos, agujerearon cada capa de músculo hacia su cráneo durante interminables minutos.

Lo odiaba, porque no era así como debía sentirse.

¿No se supone que estaría feliz por haber cobrado la vida que siempre debió ser suya?

Una vida feliz y pacífica junto a su familia.

Su padre, su madre, su hermanita. Miao'er. ¿Cuánto tiempo lo esperaron? ¿Cuánto tiempo buscaron por él? ¿Cuánto tiempo lloraron su ausencia hasta caer en la realización de que nunca más regresaría?

Esta es la vida que le pertenecía. Pero en estos momentos, esa vida apuñalaba con fuerza, convirtiendo la emoción sangrienta arrastrada por el odio en veneno ácido que burbujeaba en sus entrañas hasta hacerlo doblar por el dolor.

El dolor de saber que nada volvería. El dolor de darse cuenta de que la venganza no le regresaría a su familia.

Que siempre sería una calamidad.

He Xuan entonces lloró. Lloró por el joven He Sheng, lloró por su pasado, lloró por cada persona que atesoró, lloró incluso por los cielos.

Lloró por venganza, por Shi WuDu y Shi QingXuan.

Las lágrimas se derramaron una y otra vez, nublaron sus ojos y fragmentaron sus cuerdas vocales. Los ecos de los devastadores sollozos envolvieron las paredes oscuras del castillo durante largos segundos, sus pestañas revolotearon, creando sombras arriba de los pómulos, entonces algo brilló a sus pies...

La imagen golpeó despiadadamente sus sentidos.

El arma espiritual de Shi QingXuan.

El abanico.

El instrumento se hallaba desplegado bajo su mirada. El arma que cientos de veces agitó y controló los vientos. El viento que una vez lo acarició y se fundió con el agua.

Sus hombros de pronto temblaron, sus manos tantearon nerviosas mientras envolvían el suave material.

"Nuestra matriz de comunicación siempre permanece abierta". Una voz gélida perforó sus oídos.

"Vete". Apenas contestó, flexionando los nudillos contra los pliegues de las varillas.

"Lo haría, pero tu llanto inútil me desconcentra". Habló de nuevo aquella elegante presencia. "Gege me necesita".

Una risa llena de amargura escapó de He Xuan, el aire osciló escabrosamente. La protuberancia en medio de su esbelto cuello se agitó en sincronía con la siniestra melodía.

Un suspiro floreció al otro lado del puente.

"Estará bien, el Maestro del Viento es fuerte. A pesar de haberse convertido en mortal, su voluntad es sorprendente".

"Lo sé". He Xuan deslizó el pulgar sobre una de las capas enfundadas del abanico.

"Nada volverá a ser como antes, Black Water. Después de la venganza solo viene el vacío, y después del vacío llega la aceptación".

"¿Y eso que significa?" He Xuan de pronto se estremeció igual que un niño angustiado.

Un niño aterrorizado y desesperado en la oscuridad. Hua Cheng lo oyó, agudo y trepidante.

"Significa que puedes seguir, que tomarás decisiones sobre lo que quieres hacer y llevar una nueva vida, talvez no la que añoras, pero si una que te colme de paz".

Black Water inhaló una bocanada. El demonio supremo respiró con fuerza, sus venas pulsaron debajo de los huesos.

"Somos calamidades, He Sheng. Tenemos la tierra y los abismos".

A veces las calamidades eran aterradoras, los cielos retrataban sus existencias como las peores pesadillas encarnadas del ser humano.

Sin embargo, otras veces, las calamidades también concedían milagros, las calamidades soñaban y anhelaban. Los corazones que alguna vez resintieron palpitaban con amor y ferocidad cuando se trataba de cuidar y proteger a sus personas amadas.

He Xuan entendió... Por su familia tomó venganza, por su familia atravesó el Monte TongLu y por su familia siempre lo haría.

Pero ahora también sabía que por Shi QingXuan dejaría ir el pasado, por Shi WuDu eventualmente perdonaría.

Y por sus propios latidos viviría.

El futuro se extendía, tan basto como el mar.

Con infinitas posibilidades.

Las lágrimas fueron menguando. Hua Cheng lo notó a través de la matriz.

Black Water estaría bien.                                             

After RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora