Grité de nuevo y el niño salió corriendo. El estupor que me quedó hizo romper a llorar. Entonces me acordé de papá. Corrí a su dormitorio y abrí la puerta. Me apresuré a la caja fuerte y al llegar me acordé de que no sabia la combinación. Ví un papel encima del cubo metálico y lo cojí. Ponía
1- Barriles Ala Este
2- Muñecas rojas Sala de Muñecas
3- Lámparas de la entrada
4- Cuadros de la recepción
Sabia que esto significaba algo. Era la combinación. Salí de la habitación y en vez de ir a la izquierda fuí a la derecha. Llegué a la gran entrada de la mansión. Dos escaleras bajaban a la planta baja. La planta baja era un cuadrado con dos puertas a cada lado y un portón al frente. Cuatro lámparas caían del techo. Cuatro. Ese era el tercer número de la combinación. Entonces miró bajo las escaleras. Había cuatro criaturas de forma humanoide, con la piel quemada y llena de arrugas y pus. Donde debía haber pelo había una quemadura y algunos pelos quemado. Los seres no tenían ni nariz ni ojos, pero no había cuencas ni nada, era... Plano. Los cuatro seres eran iguales. El miedo me recorrió el cuerpo, pero baje las escaleras rápidamente y fuí a la puerta izquierda. Llegué a una habitación rectangular llena de barriles. Cerca mía en la pared izquierda había una puerta y al final del rectángulo en la pared derecha había otra. Conté los barriles. Uno, dos, tres... Siete. Siete era el primer número. Ahora la sala de muñecas. Muñecas. Esa palabra me estremeció. Para ir a la sala tenía que cruzar la entrada de cien metros cuadrados. El problema eran las criaturas sin ojos. Tuve que enfrentarme a miedo y esprinté. A medida que avanzaba me reconfortaba estar viva. Pero entonces, una mano agarró mi hombro y lo desgarró tirándome al frío suelo.